Curanderos: Puro negocio

Por el padre Miguel Ángel

El otro día escuché que hay algunas personas que creen en brujerías, supersticiones, adivinaciones y horóscopos.
Por tal motivo creí oportuno presentarles el testimonio de una señora que nos dice:
“A los 36 años comencé a practicar la brujería y todo tipo de superstición. Llegué, incluso a trabajar con los brujos, pensando que ese tipo de prácticas eran buenas y que con ello estaba ayudando a mucha gente.
Me consideraba católica, iba a misa de vez en cuando, pero en realidad no conocía a Dios.
Todo inició cuando buscaba la manera de conseguir documentos para salir al extranjero. Los brujos me prometieron que, si me unía a ellos, los documentos me llegarían con mayor facilidad; pero no fue así, y poco a poco me fui envolviendo en sus prácticas supersticiosas. En poco tiempo ya conocía todos los trabajos de espiritismo, despojos, limpias, cartas, etc.
Empecé un negocio en donde yo misma hacía esos trabajos, con el anhelo de que todo me saliera bien y de alejar toda envidia o mala voluntad. En una ocasión compré un gallo que los brujos me habían preparado, me hicieron creer que conforme fuera creciendo, crecería también mi negocio. Todo esto fue una farsa porque en vez de mejorar todo empezó a empeorar en mi vida. Uno de los más fuertes golpes fue la pérdida de mi hijo, que murió después de sufrir un accidente.
Gracias a Dios me di cuenta de que el camino por donde iba no me conducía a ningún lado.
A partir de esos acontecimientos dolorosos empecé a dejar las prácticas supersticiosas y me acerqué a Dios.
No resultó nada fácil. Tuve que enfrentar una fuerte lucha contra el Demonio, que se resistía a soltarme. Lo primero que hice fui ir a una iglesia en busca de un sacerdote para confesarme. Después de la confesión ¡qué dicha tan grande experimenté! Me sentía libre, diferente, no sé cómo explicarlo, pero era otra, porque había roto las cadenas que me ataban al mal. Decidí destruir todo lo que ocupaba para la brujería.
Empecé a acudir a la adoración del Santísimos, pero no podía estar frente a Jesús Sacramentado. Me sentía inquieta, no soportaba mirar la Eucaristía, tenía que salirme de la iglesia. Pero no me quedé con los brazos cruzados, porque ya me había propuesto no volver a caer en las artimañas del Maligno. Acudí a un grupo de oración de liberación porque me sentía perseguida, con mucho miedo y oía voces. Por último acudí a un sacerdote exorcista que está en la diócesis de Higûey. Después de platicar con él, oró intensamente por mí y me impuso las manos. Con eso experimenté gran soltura, me llené del amor divino.
Al poco tiempo llegaron a la parroquia de San Pablo las Hermanas Misioneras Servidoras de la Palabra, quienes enseguida me invitaron a tomar los cursos bíblicos. Acudí gustosa a escuchar la palabra de Dios. Esto ha suscitado un cambio profundo en mi vida, además de que he hecho cosas maravillosas en mi familia.
Ahora me estoy preparando, mediante la Guía Didáctica, para compartir estos cursos bíblicos con mucha gente que no conoce a Dios y que, por lo mismo, vive en la desesperación. Estoy en las manos del Señor, dispuesta a seguirlo, pues entregándome a su servicio, alimentándome de su Palabra y de los Sacramentos puedo ir segura.

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