Obispo Luis Rojas y padre Juan Pérez, grandes amigos

Por Oscar Maldonado Villalpando

Desde sus primeros años se conocieron y a la fecha se profesan gran estima. Don Luis nació en Jalpa de Cánovas, Guanajuato, diócesis de San Juan de los Lagos, el 21 de junio de 1917. Se ordenó sacerdote el 31 de marzo de 1945. Durante su ministerio trabajó en San Juan de los Lagos, Saltillo, Tala y Lagos de Moreno. El 16 de julio de 1968 fue consagrado obispo para la diócesis de Culiacán. El Padre Juan Pérez Gallegos nació en San Diego de Alejandría el 20 de octubre de 1918 y se ordenó sacerdote el 24 de abril de 1943. Uno de sus grandes méritos fue continuar la construcción del templo de San José Obrero en Arandas por encargo expreso del Cardenal don José Garibi Rivera.
Los dos son personajes importantes que representan la grandeza de nuestra región en sus valores espirituales, principalmente. Podemos, aún, disfrutar de su compañía y presencia, pero además, podemos compartir su sabiduría, podemos brindarles apoyo y reconocimiento en esas circunstancias de su edad y limitantes que cada vez se hacen más evidentes en la vida.
El Padre Juan Pérez y el Señor Obispo don Luis buscan siempre oportunidades para brindarse muestras de mutuo apoyo y expresiones de su gran estima. Es un verdadero tesoro el que comparten en sus experiencias y recuerdos.
Hoy don Luis ha retornado de su ministerio episcopal en Culiacán. A últimas fechas ha estado enfermo. El día 21 de junio fue su cumpleaños 90, lo celebró con mucha devoción y gran acompañamiento de obispos, sacerdotes y fieles.
Ese día sus feligreses de Tala, su primera parroquia, le trajeron un bonito regalo en un corrido, que repasa su historia por allá y lo retratan como buen alteño.

El padre Juan Pérez, Álvaro Lomeli y el señor Luis Sánchez con frecuencia visitan al señor Obispo en su casa pasando agradables momentos y reviviendo entrañables recuerdos. Él es un hombre de Iglesia que ha hecho historia en Jalisco y más allá de sus fronteras. Y es admirable como don Luis, el Obispo, con esas tradiciones alteñas, logró hacer el bien y ganarse la estima y aprecio de sus files. Don Luis siempre se mostró hombre de a caballo, en las fiestas patrias, allá en Tala, el pueblo quedó admirado cuando don Luis, siendo párroco, se aprontó a ser el jinete en una carrera de caballos, eso le abrió muchas puertas. Luego organizaba los festejos charros. Sus grandes aficiones por el ganado también lo acercaban a su gente. Así vemos que, bien llevadas las cosas, sirven para edificación del pueblo de Dios.

Corridos, muchos corridos,
se oyen en esta región,
se oyen de hombres valientes
y de la Revolución.

Yo le compuse un corrido
a un hombre de religión,
que fue sacerdote y cura
de esta linda población.

Mil novecientos sesenta,
Tala era un pueblo chiquito
pero religiosamente,
era de lo más bonito.

El Cura Luis Rojas Mena
fue en Tala un cura querido.
Lo quiso tanto la gente
que olvidarlo no ha podido.

Han pasado tantos años
y parece que fue ayer,
pero esos bonitos tiempos
nunca más han de volver.

Aquellas tardes de toros
en el lienzo charro de Tala,
¡ay que tardes tan alegres!
Luis Rojas acompañaba.

Era el cura de los toros,
el cura del jaripeo.
El alegraba los días
aunque estuvieran muy feos.

Era amable y generoso,
a todos nos saludaba,
parecía que con sus ojos
la bendición él nos daba.

Por eso aquí se recuerda,
con un cariño especial,
al Cura Luis Rojas Mena,
nunca lo hemos de olvidar.

Se fue para Sinaloa,
el destino así lo quiso,
fue en ese tiempo divino
cuando Dios obispo lo hizo.

Seguido viene y visita
a este pueblo que lo quiere
y, si algún día Dios lo llama,
sepa que en Tala no muere.

Vuela, vuela palomita
como El Espíritu Santo,
bendice a Luis Rojas Mena
que Tala lo quiere tanto.

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