Hogar dulce hogar

+ A discutir con la televisión
+ ¿Permiso para mañanitas?
+ Nos hubieran llevado al bote

Por Fabiola González Ontiveros

Esta semana no tengo mucho que contarles, no hemos salido de la rutina y como ahora mi hermana y yo somos amas de casa pues… no han pasado muchas cosas interesantes.

Eso de estar solas tiene sus ventajas y desventajas, entre las primeras puedo decir que tenemos el carro sólo para nosotras y andamos para todos lados juntas, donde anda una anda la otra, a cada rato nos dicen algunos tipos que si somos gemelas. En una de esas íbamos en el carro y me contó una amiga que nos vio, que las dos traíamos lentes oscuros y que si no supiera que yo no sé manejar no hubiera sabido quién es quién. Mmm... lo bueno es que es mi amiga y nos conoce, imagínese a quien no nos conozca.

Y lo malo es que tenemos que estar comprando cosas para comer pues nosotras hacernos nuestra comida y cada vez que vamos al súper o llevamos cosas de más o se nos olvida lo que tenemos que comprar.

Se nos ha vuelto un desmadre. Cuando está mi madre a la hora de levantarnos ya huele a comida, está el desayuno listo y a veces cuando hace frío y tenemos suerte hay hasta champurrado… ¡Ah…! como llevo tres semanas sin ella extraño la comida que tiene su toque especial. La primer semana mi desayuno era sólo pan con mantequilla, todo el mundo les dice molletes pero para mí siempre serán sólo pan con mantequilla, y de eso estuve sobreviviendo todos estos días. Tortillas de harina, pan tostado, quesadillas, pizzitas de las que sólo son para calentar en el microondas, sopas instantáneas, comida rápida y cosas así. De vez en cuando mi hermana prepara una que otra comida sencilla, pero no tenemos tiempo, vamos de la casa a la oficina, de la oficina a la casa y a las 4 de regreso a la chamba, no hemos tenido tiempo de aburrirnos, la verdad. Y los pocos días que no tenemos que hacer nos quedamos en casa a ver la tele, es muy divertido verla juntas, alegamos con los personajes y los pendejeamos, hacemos corajes con ellos y todo, contestamos como si estuviéramos ahí y siempre se arma el relajo.

Nos ha pasado un poco de todo. El sábado pasado nos dieron ganas de arreglarnos un poco más que de costumbre porque antes de comer teníamos que ir al súper a comprar croquetas para los gatos que comen como endemoniados, recorrimos andén por andén agarrando cosas y justo cuando íbamos a pagar, un tipo estaba haciendo no sé qué en el refrigerador y le explotó un refresco, mi hermana traía un pantalón blanco, iba adelante de mí y… su pantalón quedó salpicado por todos lados de refresco, hasta a mi me tocó y eso que iba detrás de ella. El bato sólo se le quedó viendo y creo que ni siquiera se disculpó, las dos traíamos el taconazo, y ella pues... ella sólo dijo que ni modo, pero si hubiera sido yo le hubiera dicho hasta de lo que se iba a morir. Por lo menos que se hubiera disculpado... Y para colmo había un montón de tipos castrosos que le empezaron a echar carrilla al del refresco, diciendo: “¡Pobres de las gemelas!” “Ve nomás, no no… ahora le compras otro pantalón” y cosas por el estilo. Con ganas de meterles un madrazo, ¡cómo me hartan! los tipos así que no se callan.

Después en el camino se nos andaban cayendo las latas de atún, nos hartaron los tacones, empezó a llover… Después del refrescazo ya nada salió bien.

Claro que después se quitó la lluvia y yo me salí con mis amigas en la tarde a comprar el regalo de otra que cumplió años el martes.

Estuvimos dándole vueltas a todo el centro buscando un mugroso muñequito de Aladdin, pero parece que aquí no hay ninguno. Luego buscamos regalos útiles, como algo para que usara pero nada nos gustó. O nos gustaba para nosotras, es lo malo de ir a comprar cosas con amigas, siempre nos desconcentramos.

El domingo por la tarde fuimos a misa y mi hermana se peleó con unos cuantos babosos que estaban mal estacionados, y como estaba atascado de carros por todos lados era imposible estacionarse en algún lado o siquiera avanzar, hasta que por fin pudimos y me burlé de ella porque le estaba echando pleito a todo el mundo y ya nada más entró al templo y se puso seria.

Cuando regresamos nos pusimos a limpiarle al carro el resto de unas calcomanías que le quitamos, así que ahí estábamos las dos sentadas en el suelo a media calle con nuestro algodón y la botella de alcohol tallándole con todas las fuerzas, porque el maldito pegamento no se quitaba. Pasaban los carros y se nos quedaba viendo la gente, y en eso otra vez empezó a llover y nosotras seguíamos allí dándole duro, hasta parecía que estábamos castigadas.

Cuando la lluvia nos obligó a meternos, no nos quedó más que seguir viendo televisión.
Desde el lunes que casi andamos corriendo, cuando regresamos a las 2:30 a la casa nos queda muy poco tiempo para comer, y todo fuera comer, pero antes hay que hay que prepararlo.

En la noche mi hermana me invitó al cine a ver Wall-E, ella y su amigo Mauricio eran los únicos que no habían visto esa película, así que iban a ir aprovechando que no se han peleado porque a cada rato tienen sus pleitos rancheros y se mandan a la fregada mutuamente, y aunque ya la había visto yo el viernes me gustó tanto que acepté, cuando salimos me habló mi amiga Nelly para llevarle las mañanitas a la cumpleañera y me quedé de ver con todos los compas que irían.

Nos fuimos a cenar y a perder el tiempo hasta que dieron las 12 de la noche, y cuando por fin llegó la hora fuimos a cantarle las mañanitas con guitarras y latas llenas de piedras para meter más ruido. Y ándale que va pasando la poli y nos la hace de jamón, que ¿dónde estaba nuestro permiso para estar ahí?, uuuuu...

No estoy segura, pero la verdad no creo que se necesite un permiso para ir a cantar las mañanitas, además, ni que hubiéramos estado haciendo un escandalazo o todos borrachos, nomás abusivos que son... Yo pedía mi limosna de que nos llevaran a todos para ponerlos en evidencia y tener algo de qué escribir, pero no se nos hizo porque -dijeron- andaban de buenas y nos iban a dar chance de tocar sólo las mañanitas.

Cuando salió Katia, la cumpleañera, después de darle su abrazo nos quedamos ahí un rato a platicar y a pasar el rato. Hasta eso que no llegué tan tarde a mi casa, pero como me levanté temprano para irme a trabajar pues sentí que me hizo falta dormir.

A media mañana ya nos estábamos torciendo de hambre, así que no nos quedó más que comprarnos un lonche y una coca, como albañiles, y total que cuando llegamos dizque a comer a la casa ya no teníamos apetito, además de que me andaba sintiendo medio mal y mejor nos dormimos.

Para esto los gatos nos siguen para todos lados en la casa, porque como casi no estamos buscan que les hagan caso y ya no nos los podemos quitar de encima, hacen desmadre y medio para llamar la atención.

Por la noche toda moribunda aún por la gastritis, fui al café con mis amigas sólo porque era cumpleaños de Katia, me acabé mi café por mero compromiso y me quedé platicando, y después me encontré con mi hermana que estaba pasando corajes con el contador en la oficina, y cuando terminaron nos fuimos a cenar, yo estaba toda somnolienta y con dolor de estómago pero aún así me comí mis tres tacos sin prisa.

Todo el miércoles me la pasé de genio, sí me reía y estaba incluso un poco sociable, pero cualquier cosa me podía provocar molestia. Ese día sentí que sólo faltaba que me orinara un perro, mientras que Gaby se puso de nick en el Messenger esa tarde: “Mi hermana se convirtió en bulldog” estando yo a un lado. ¡Qué descaro!, pero ya mejor lo tomé a la ligera debido a que por el momento ella es lo único que tengo y le debo muchas risas en estas 3 semanas, además de que prefiero no pelearme con la única persona que me alimenta.

Después, cuando por fin nos fuimos a descansar a la casa, compramos pan para cenar, costumbre que heredamos de mi mamá que le encanta comprar pan para la cena y acompañarlo con leche.

Llegamos y cada quien se agandalló sus respectivas piezas y en una de esas… por méndiga, porque sabe qué me estaba alegando, uno de los dos panes que traía mi hermana en el plato se le fue rodando por todo el piso. Yo estaba tratando con todas mis fuerzas de aguantarme la risa pero al fin me había hecho justicia la revolución por llamarme bulldog. Ella, que siempre está bailando, gritando, menseando y que está todo el día como ardilla entachada, cambió toda esa energía por una cara de niño triste y regañado, y sólo pudo decir: “Al cabo que ni quería”. No lo pude evitar, me reí hasta que me cansé.

Esa noche me dormí como niña buena a las puras 9 a causa de mi dolor de estómago que terminó por vencerme.

¡Ah! jueves, ya estoy un poco más animada. Ya me duele menos lo de la gastritis y me divierto mientras escribo esto recordando todo lo sucedido con mi clon.

Y como prueba de que estoy mejor, ya le cambió de nick y se puso: “Ya volvió a la normalidad… que bueno”.

Sólo nos queda de aquí al miércoles de vacaciones, ya que ese día llegan mi mamá y mi sobrina a llenar otra vez la casa de ruido. Pero una casa sin ruido y pleitos no es casa, así que ni modo… Así es mi hogar dulce hogar.

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