Bill Gates se puso chido



No sé si al gobernador del estado en que vivo le pasó al principio lo mismo que a mí con la tecnología (porque somos más o menos de la misma edad), lo que sí sé es que ahora somos ambos una especie de adictos a la comunicación vía electrónica. Le platico:

En 1979 me llamaba mucho la atención cómo después de redactar nuestras notas en una máquina mecánica en el Diario de Veracruz, en el puerto jarocho, se las pasaban a otra persona para que las capturara en otra máquina que yo desconocía cómo funcionaba, y después las mandaban a imprimir en otra maquinota cuyo tamaño llenaba casi la oficina donde se encontraba. Luego de eso salía la impresión en hojas de diferentes tamaños, según lo que mandaran a imprimir porque lo hacían también con las cabezas o encabezados del periódico a su tamaño real, y a continuación recortaban con una navaja, "cutter" o "exacto" unas y otras, notas y cabezas, y las pegaban en una hoja más grande, del tamaño del periódico, para mandarla a que le tomaran una foto con una camarota gigante, obtener de ésta un negativo para convertirlo en una lámina y colocar ésta en la rotativa para imprimir el diario. Yo no entendía más que de la máquina de escribir mecánica en la que redactaba mis notas, lo demás era para mí un misterio.

Las notas de fuera se recibían en el Diario a través de un teletipo (no había ni fax todavía) y las fotos se revelaban en un cuarto obscuro al que una vez me dio permiso de entrar la encargada de ese trabajo para enseñarme cómo se revelaban e imprimían las fotos. Aunque no vi nada porque en un cuarto obscuro no se ve nada, sólo había un foquito rojo, muy pequeño, y trataba yo de ver lo que se hacía cuando llegó el director del periódico a tocar a la puerta hablándole a la persona que hacía las fotos. Ni modo, no aprendí suficiente...

Tres años después, en 1982 al llegar al Diario del Sur en Acayucan, en lugar de avanzar en mis conocimientos de la nueva tecnología retrocedí. Redactábamos nuestras notas igual, en una máquina mecánica y se las pasábamos al linotipista que las tecleaba en su maquinota, con las letras (matrices) metálicas (de bronce) que caían a través de una serie de canales desde una barra sin fin que las transportaba de regreso a donde mismo, formaba las palabras y al completar cierta cantidad, la que cabría en una placa dependiendo ésta de lo ancho de la formación de esa nota en el periódico, a una, dos o tres columnas, hacía correr el conjunto de letras y palabras mediante una palanca, hasta que llegaba éste a donde salía un chorro de metal fundido (una mezcla de plomo, estaño y no sé qué más), que aun siendo líquido se solidificaba al instante y ahí quedaban grabadas en un borde de las plaquitas las palabras de las notas.

Cuando ya había suficientes placas con letras y palabras, el linotipista las ponía todas en una charola, les pasaba por encima un rodillo con tinta negra, luego les ponía una hoja de papel periódico encima, presionaba con otro rodillo y quedaba impreso el texto para poderlo revisar y corregir, lo que no se podía hacer sobre las placas porque en éstas las palabras se leían al revés. Y ya después, hechas las correcciones por el linotipista, el formador reunía todos los bloques de placas con las diferentes notas, construía los encabezados con tipos movibles, metálicos también y de diferentes tamaños (de acuerdo a la importancia de cada nota), armaba la llamada "rama", la apretaba fuertemente con unas cuñas o pinzas metálicas y la llevaba a la prensa. Así se hacía el Diario del Sur en aquel tiempo.

Casi diez años después, cuando llegué a Tepa a trabajar en 1991 para el periódico Ocho Columnas, lo primero que vi al entrar a sus grandes y modernas oficinas en Guadalajara fue un linotipo, impecable, como nuevo, que estaba a la entrada, encerrado en una urna de cristal, en exhibición, como una reliquia de la maquinaria que se utilizaba antes para hacer los periódicos.

"¡Mira! -le dije asombrado a la persona que me acompañaba- yo sé manejar esa máquina..." ¡No ma... carnal! -me contestó- eso se usaba hace muchos años, es una pieza de museo. "Pues sí -le repliqué- pero yo aprendí a usarla en Acayucan". ¡Ah chingá chingá...! ¿pues cómo hacían el periódico allá? me preguntó muy entusiasmado y yo le expliqué:

"Pues mira -le dije-, eso del linotipo ya fue después. Al principio cuando llegué nos daban a cada reportero una piedrota de cantera, un martillo y un cincel, y cada quien se ponía a esculpir sus notas. Hacer las notas era fácil, pero habrías de ver la bronca para esculpir las fotos... Pero nosotros como quiera, los que más protestaban por el trabajo eran los voceadores, ah cómo renegaban... ¡Pues se hacían en esa máquina hombre!, en el linotipo, te estoy diciendo que yo aprendí a manejarlo... Si no estábamos en la época de las cavernas tampoco."

Bueno, pasó. A menos de un año de estar trabajando para el Ocho desde Tepa, capturando y mandando las notas en y por una maquinita que se llamaba Radioshack (o algo así), fui una vez a las oficinas centrales del periódico en Guadalajara, y ahí el director de la sección me ordenó que hiciera yo una nota, que les ayudara porque hacía falta y urgía eso. Okey -le dije- consígueme una máquina de escribir. ¡Qué máquina de escribir ni qué la ch...!, ahí están las computadoras, agarra cualquiera de la Redacción y ponte a hacer la nota. "Pero es que yo no sé usar una computadora..." Pues aprendes güey (entonces todavía no cambiaban los chavos la g por la w en esta palabra), ¡órale!, ahí le preguntas al de al lado que te diga cómo...

¡En la m...! No sé cómo, a pregunte y pregunte pero terminé la nota y entré así al mundo de Bill Gates. Sólo sabía escribir, capturar y guardar, localizar algún archivo, modificarlo, en fin, pero sólo en lo que se refiere a los textos. Pero seis años después, cuando asociado con algunos amigos echamos a andar en 1998 el periódico 7 días, tuve qué aprender a marchas forzadas a manejar otros programas, de diseño, de fotografía, de números, etc. para poder enseñarles a otros y darle para adelante.

Para entonces ya había fax desde hacía algunos años y recientemente internet, correo electrónico, Messenger y demás yerbas a las que nos volvimos adictos, casi a todas, menos a la canabis índica porque ya con la del tabaco teníamos suficiente vicio.

Al volver a Veracruz en el año 2003, me extrañó sobremanera encontrar a algunos conocidos, personas inteligentes, estudiosas e importantes, que se negaban aún a utilizar una computadora y que no tenían la menor idea del internet. Pero las comprendí, traté de convencerlas, me ofrecí a enseñarles y nada, siguieron en sus cinco. Finalmente dos de ellos, un abogado y un editor en un diario se convencieron, aprendieron y me los encuentro a cada rato en el Messenger. El tercero no, un exlíder de la Sección 32 del SNTE y director y dueño de una preparatoria, se niega aún a usar la computadora.

Qué raro... porque yo sin el internet no puedo vivir. No sé cómo podíamos vivir antes sin conectarnos al ciberespacio, el día que falla porque se le cae la red al proveedor nos volvemos locos en la Redacción, sin esta herramienta somos hombre al agua. Y creo que algo parecido le debe ocurrir al gobernador de Veracruz Fidel Herrera Beltrán, porque tiene incluso su propia página en internet cuya dirección es http://www.fidelherrera.blogspot.com/ , en la que publica las noticias que le parecen relevantes (ha incluido esta columna en varias ocasiones), lo que está haciendo y leyendo, la música que está escuchando, su historia, etc. y ahí le puede escribir quien sea que quiera comunicarse con él.

Pero no sólo eso, Fidel Herrera Beltrán quiere que todos los veracruzanos conozcan y sepan cómo aprovechar la tecnología más avanzada en materia de comunicación, y para ello puso en marcha un programa de su gobierno que se llama Vehículos Autónomos de Soporte al Conocimiento y Liderazgo para la Organización Social (Vasconcelos), mediante el cual se lleva a las comunidades más alejadas -en las sierras veracruzanas- la alfabetización tecnológica y las nuevas herramientas de telecomunicaciones e informática, instaladas en aulas móviles e itinerantes que funcionan en 24 vehículos todo terreno en los que hay computadoras, conexión satelital con internet y un equipo de instructores experimentados que han capacitado ya a más de 120 mil personas en más de 200 comunidades.

Bueno pues este programa VASCONCELOS compitió con otros 122 proyectos de 25 países en un concurso que organiza cada año la Fundación Bill & Melinda Gates, que otorga el premio Acceso al Conocimiento, y ganó. Dicho premio consiste en un milllón de dólares, que recibió el gobernador Fidel Herrera en Canadá este miércoles y que invertirá en aumentar la flotilla de las mencionadas aulas rodantes que andan llevando el conocimiento de la tecnología a los más apartados rincones de Veracruz. Es la primera vez que un mexicano, un gobierno mexicano en este caso, el de Veracruz que encabeza Fidel Herrera Beltrán, gana ese premio internacional tan importante. ¡Felicidades!

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