+ Todo sea por la Albiceleste
+ Como quiera sacamos a Brasil
Por Flavia Bustamante
Todo lo bueno y malo que uno haga, se le vuelve. Es lo que se me vino a la mente cuando mi marido estaba viendo el partido de Guadalajara contra Necaxa y me reí a placer cuando los “hidrorrayos” les hicieron un gol a las chivas. Yo estaba chateando en mi computadora y él veía el partido en la recámara y desde allá pronunció la sentencia de muerte: “Si te burlas de nuevo… Argentina va a perder contra Brasil”. ¡Palabras mágicas!, ¡santo remedio! Está bien mi amor -le dije- tenés razón, con eso no se juega. ¡¡Chivas, chivas, súper chivas!! (yo por dentro, grrrr), todo sea porque lo bueno le vuelva a uno. Al final terminaron empatando 2 a 2, para mi suerte y su desgracia.
El día anterior al partido del albiceleste contra el “pentacampeao”, chateaba con mi papá que está en Argentina y me contaba que le dijo a su jefa, la semana pasada, que decidiera si él entraría a trabajar más temprano y le daba permiso para salir a ver el partido, o de plano entraba luego del partido y se quedaría trabajando hasta más tarde ese día. Por supuesto que la jefa lo mandó a la m… y se tuvo que conformar, él y sus compañeros, con escucharlo por radio. Al menos hicieron el intento.
No sé cómo viven acá a los partidos de la Selección Mexicana, pero en Argentina, y sobre todo cuando juega contra Brasil, es algo especial.
Al contrario de lo que pensaba mi marido, los argentinos esperan cruzarse en un encuentro de fútbol contra Brasil, Inglaterra y Holanda, y ganarles.
Contra Brasil es el clásico de clásicos, contra los ingleses la bronca viene por la guerra de las Malvinas, y con Holanda porque una vez nos sacaron del mundial.
En los Mundiales el país se viste de celeste y blanco, las banderas cuelgan de los balcones de los edificios, los comercios tienen promociones de toda clase referidas a los resultados de cada partido, es también la época que más televisores se venden.
Cuando juega Argentina se para todo. Cada uno tiene sus “cábalas” (por ejemplo, sentarse en el mismo lugar en todos los partidos, usar la misma camiseta, algunos prefieren incluso no ver el partido), casi no se escuchan ruidos de autos y si alguno anda circulando lo hace tocando la bocina para alentar a la selección. En muchas escuelas ponen televisores o pantallas para que los chicos vean los partidos y así no falten a clases cuando juegan por la mañana. Si juegan por la noche se juntan grupos de amigos o parientes en una casa, se comen un asado de los mejores, toman cervezas, vino o Fernet con Cocacola y así comienza la vigilia, al día siguiente se va a trabajar como se pueda, desvelados, a veces tristes, a veces contentos, por no decir que casi siempre contentos.
Todo esto recordaba ese lunes con mi papá. El martes me desperté tarde y lo primero que dije fue: ¡Nooooo! ¿Qué hora es? ¡El partido, el partido!
Me puse como loca, buscaba en todos los canales y no le atinaba porque la semana anterior Hypercable no tuvo mejor idea que cambiarme los canales de orden y medio dormida como estaba no podía encontrar el partido.
Inmediatamente pegué un salto de la cama, prendí mi computadora y buscaba una radio argentina, pero justo la que suelo escuchar no lo transmitía, sólo ponía los resultados en su portal al instante, pero aún así el audio llega como con uno o dos minutos de diferencia.
Parecía que no era mi día de suerte, se cortaba la conexión a Internet. Eso no podía estarme pasando en ese momento. Insultaba a medio mundo. Mi marido me decía que ya me estaba poniendo histérica. Fue como echarle gasolina al fuego, más insultaba con mis insultos favoritos que sirven en un caso así.
Gran alivio sentí porque decía que estaban en el entretiempo y aún iban 0 a 0. Pongo el Messenger, mi hermana estaba conectada y ella me iba relatando el partido.
Llegó el primer gol de Argentina y al ratito el segundo. Los grité con tantas ganas… En eso me dice Ale que estaban transmitiendo el segundo tiempo y fui de nuevo a la cama a terminar de verlo. Ya más tranquila porque íbamos 2 a 0, pero contra Brasil uno no se puede confiar así nomás.
¡Penal de acá a la China! grité. Se venía la posibilidad para el convertir el tercero y así fue. Yo tenía un poco de miedo porque Riquelme es de Boca Juniors y esos son unos pechos fríos; pero bueno, le pesó más la celeste y blanco, por suerte, y llegamos así al tercer gol. Éste también lo grité con todas mis fuerzas y al mismo tiempo, como dicen los que por uno u otro motivo no están en Argentina, “se me piantó un lagrimón”. Mientras gritaba el gol me di cuenta de que estaba tan lejos de mi país, en momentos así me cae el veinte, como dicen acá. De repente era la única que lo gritaba, no se oían bocinazos de los autos, ni vecinos gritando, ni bombas de estruendo, ni perros ladrando por tanto lío.
Sentí de nuevo el sabor amargo de la nostalgia, pero en el fondo, contenta por el triunfo. Ahora nos espera Nigeria que nos ganó en Atlanta.
Por las dudas… ¡¡Chivas, chivas, súper chivas!! Todo sea porque lo bueno le vuelva a uno.
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