Ojo por ojo y vida por vida



Finalmente fue ejecutado en Texas el mexicano Ernesto Medellín, condenado a la pena capital por haber secuestrado, violado y asesinado a dos jovencitas de 16 y 14 años. En mi opinión se hizo lo correcto, porque alguien que comete un crimen tan atroz no tiene derecho a vivir. El alegato de sus abogados y del gobierno mexicano porque no recibió el condenado asistencia consular, tiene qué ver con el derecho y con la ley, pero no con la justicia, ésta consiste en darle a cada quien lo que merece o le corresponde, y me parece que alguien que en forma tumultuaria y ventajosa secuestró, violó y asesinó a dos muchachas menores de edad, no merece otra cosa que no sea pagar con su vida las dos que arrebató.

Y lo mismo merecen, opino, quienes secuestraron y asesinaron en México al joven Fernando Martí, de 14 años, y tuvieron el cinismo aún de cobrar un rescate de 5 millones de pesos cuando ya lo habían asesinado. Y una pena similar debería aplicarse a quienes en días pasados asesinaron en Ciudad Guzmán a las niñas Magali y Mayra Bautista Campos de 8 y 7 años de edad, junto con su medio hermano Roberto, de 17, quien antes había sido secuestrado y liberado luego de pagar su rescate, y junto también con una tía de ambos, de 24 años, y con los padres de las menores. A los seis los masacraron en una casa que era propiedad del exgobernador y actual secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez.

México está sumido en un abismo de sangre e incertidumbre inconcebible, interminable, dice un lector de Reforma de nombre Octavio Gómez Haro refiriéndose específicamente al secuestro y asesinato del joven Martí; mientras otro, Roberto Zúñiga Leyendecker, de Dallas, Texas pregunta cuántas veces Jenifer Ertman y Elizabeth Pena (las dos muchachas secuestradas, violadas y asesinadas) pidieron clemencia el 24 de junio de 1993 a su verdugo Ernesto Medellín... ¿Cuántos mexicanos -pregunta además- desearían ver a Daniel Arizmendi (el Mochaorejas) pidiendo clemencia como Medellín?, ¿cuántos gobernadores, secretarías y consulados harían declaraciones para salvar la vida de tipos como estos?, ¿cuántas familias que han visto a sus hijas muertas o no han sabido de su paradero en Ciudad Juárez, quisieran sentir que hay una justicia en México que ofrezca alguna esperanza de restitución?

¿Qué haremos -pregunta José Luis Ramírez- cuando se nos marque el alto en un retén que puede resultar una trampa mortal?, porque así fue como secuestraron al joven Fernando Martí los asesinos disfrazados de AFIs. Obedecer puede resultar peligroso, no hacer caso y tratar de huir, también.

¿Qué pena -dígame usted- merecen quienes secuestran y asesinan a niños y niñas?, ¿la cárcel donde los mantienen de todo a todo sin trabajar?, ¿donde comen tres veces al día, se asolean, se divierten, practican algún deporte tal vez, se mantienen en forma en el gimnasio, platican y planean nuevos golpes y secuestros para cuando salgan mientras se gradúan en esas escuelas del crimen que son las cárceles mexicanas?

Dígame usted si esa es la pena que merecen... A las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos no les pregunto porque ya conozco su respuesta, elevaron una fuerte protesta ante Amnistía Internacional y los gobiernos de México y Estados Unidos por la ejecución de Medellín. Rebeca Rodríguez Gómez, presidenta del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de los Derechos Humanos, anunció que ante la negativa de las autoridades estadounidenses para perdonarlo iniciarían desde el sábado pasado una serie de acciones de protesta, y que el día de la ejecución realizarán una megamanifestación en el puente internacional Reynosa-Hidalgo.

"Derecho a la Vida -dijo-, es el lema con el que buscaremos se dé marcha atrás a esta nueva ejecución, somos organismos no gubernamentales los que siempre nos hemos preocupado por defender la vida y la calidad de la misma de los mexicanos que en Estados Unidos están abandonados por las autoridades consulares y son víctimas de racismo, xenofobia y violencia de parte de las autoridades del vecino país".

Qué bien que siempre se hayan preocupado por defender la vida y la calidad de la misma, en este caso la de Ernesto Medellín. ¿Y la calidad de vida que tuvieron Jenifer y Elizabeth en sus últimas horas, y la misma vida de ambas, que les fue cruelmente arrebatada, no les preocupan?, ¿ni tampoco las de todas las mujeres violadas y asesinadas en Ciudad Juárez?, ¿ni las de Roberto, Magali y Mayra, de 17, 8 y 7 años de edad a quienes les dieron el llamado tiro de gracia en Ciudad Guzmán?, ¿ni la de Fernando Martí, de 14, al que secuestraron y asesinaron aun habiendo cobrado el rescate? Si llegaran a ser detenidos los autores de tanta crueldad y fueran condenados a muerte, ¿también se preocuparían por defender su vida y la calidad de la misma?, o la de éstos no porque no serían víctimas del racismo, xenofobia y violencia de parte de las autoridades del vecino país...

Se trataría entonces de una preocupación selectiva, de preocuparse sólo por los derechos humanos de los verdugos y no de las víctimas. Para mí vale más la vida de una niña inocente de siete u ocho años de edad -porque le quedan muchos aún por vivir-, que la de un matón desalmado que ya vivió suficiente -demasiado incluso- y que anda siempre entre las balas, ya sabe a lo que se atiene, igual mata o muere, por lo tanto me da lo mismo que lo maten otros sicarios o que lo mate el gobierno, anda buscando la muerte y matando mientras le llega.

Estoy de acuerdo con la pena de muerte para ese tipo de delincuentes tan desalmados y crueles. ¿Por qué los tiene qué mantener el estado con los impuestos de todos, en una cárcel donde se la pasan bien cachetona?, ¿no sería mejor deshacerse de ellos? Si los soldados y policías que están combatiendo al crimen organizado, recibieran la orden de que cada vez que haya algún enfrentamiento con ese tipo de criminales, acabaran con todos quienes les disparen, no presos, sólo cadáveres, por mí estaría bien...

Ya sé que muchas personas van a poner el grito en el cielo por este comentario, de salvaje, bárbaro y primitivo no me van a bajar, pero es lo que pienso y creo que sería la única manera de ganarle esta guerra al crimen organizado, porque se trata de una guerra y en ésta no hay contemplaciones, el que mata muere, así quedarían cada vez menos... Y sé también que la pena de muerte no inhibe el delito, que no disminuye la criminalidad por ejecutar legalmente a alguien de vez en cuando, pero se hace justicia. Disminuiría borrándolos del mapa sin mayor trámite, cuando le hagan frente a tiros a la autoridad.

Y no soy el único que está a favor de la pena de muerte en este país para ciertos delitos, con sorpresa vi en el noticiero de Televisa la misma noche del lunes, unas horas después de haber redactado este comentario, lo que dijo el coordinador de los diputados priístas Emilio Gamboa: "En lo personal yo apoyaría la pena de muerte si veo que sigue esto creciendo, pero no puedo hablar por el resto como coordinador de un grupo parlamentario. Creo que no tiene perdón el que se pueda secuestrar a un muchacho de 14 años y se le dé muerte."

Y un día después le echamos otra ojeada a lo que escriben diariamente los lectores de Reforma y encontramos que el tema es recurrente: "Es tiempo de que los ciudadanos comunes intentemos, primero por la vía pacífica, exigir la pena de muerte a secuestradores y asesinos", dijo Francisco Nettel, de Querétaro, quien agregó: "La sociedad está cansada, nos sentimos solos en un mar de violencia e injusticia, predicamos en el desierto al quejarnos a las autoridades. La Comisión de Derechos Humanos defiende a ultranza a delincuentes peligrosos con el único propósito de justificar su existencia. Los demás estamos solos, totalmente solos."

Otra lectora de Reforma, Clara Vargas preguntó: "A los asesinos del niño secuestrado, ¿les darán la pena que corresponde por un asesinato cometido con premeditación, alevosía y ventaja? ¿Veremos a los defensores de la vida de estos entes olvidar la vida que segaron sin compasión ni remordimiento? Y, si acaso logran condenarlos, ¿los castigarán con unos cuantos años de cárcel en un lugar donde comerán, recibirán visitas de sus familiares, tendrán cine, visitas conyugales y harán una vida normal salvo en lo que se refiere a estar encerrados? ¿Y el castigo por el dolor, que no acabará en el corazón de los padres de la víctima y su familia, de la angustia que pasaron antes de encontrar el cadáver de su pequeño, y las noches llenas de recuerdos que les quitarán el sueño, quién lo fijará?"

Hasta el columnista Sergio Sarmiento, que días atrás no se atrevió a pronunciarse abiertamente en favor de la pena de muerte en Estados Unidos, sino que se concretó a lamentar que el gobierno mexicano anteponga una argucia legal a la justicia que merecen las niñas secuestradas, violadas y asesinadas en Texas, esta vez reconoció que incluso en nuestro país la pena de muerte puede servir para cumplir con ese principio de justicia que desde tiempo inmemorial ha declarado que el castigo debe ser equiparable al crimen.

El entrevistador de TV Azteca y columnista de Reforma, más culto que el que esto escribe y muy dado a las citas textuales, publicó en su columna una breve historia de la pena de muerte y empezó, como debe de ser, casi por el principio, es decir, no por el Génesis que es el primer libro de la Biblia, pero sí por el Éxodo que señala: "Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, diente por diente, ojo por ojo, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe" (21:23-25).

El crimen del joven Martí ha provocado una gran indignación en todo el país. Gustavo Madero, coordinador de los diputados panistas en el Congreso, dijo por su parte que el secuestro es la actividad que el crimen organizado está tomando como alternativa porque las autoridades le están cortando el camino al narcotráfico, y que podrían impulsar una iniciativa para que se establezca la cadena perpetua para los secuestradores.

Me parece bien, pero no basta. Creo que la cadena perpetua estaría bien para los secuestradores comunes y corrientes, pero no para los que, además, son policías en activo y se dedican a esto. Eso de ser policías y secuestradores a la vez (y asesinos), debería ser un agravante que se castigara con la pena de muerte.

Quienes asesinaron a seis personas en Ciudad Guzmán ya fueron detenidos, uno de ellos es agente investigador antisecuestros de la Procuraduría de Justicia de Jalisco, que fue el que mató a cuatro de los integrantes de la familia cuando se dio cuenta de que lo habían reconocido como parte de la banda que había secuestrado primero al joven Roberto Campos y que después, al ver que podían sacarle más dinero a la familia, trataron de extorsionarla con este resultado de la masacre.

Y en cuanto al secuestro y asesinato del niño Fernando Martí ya hay tres detenidos también, uno de ellos comandante en jefe de un grupo de judiciales adscrito a la zona del aeropuerto capitalino, porque días antes del secuestro solicitó los datos del escolta de la víctima. Otro de los detenidos es también agente judicial del Distrito Federal, adscrito igualmente a la vigilancia en las inmediaciones del aeropuerto.

Insisto, que se legisle para que se aplique la pena de muerte por lo menos en casos como estos, esos malditos policías secuestradores y asesinos no merecen vivir. Y que me perdonen las ONGs defensoras de los derechos humanos, pero creo que hay que defender más a los humanos derechos que a los derechos humanos.

Publicar un comentario

0 Comentarios