¡Buena suerte o mala suerte!


Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse de él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?”

Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”

Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, que se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?

Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un disfraz del bien.

Dios está presente e involucrado en nuestras vidas, aunque parezca que, o nos oye o que nos ha abandonado.

Es muy importante vivir siempre poniendo nuestra confianza totalmente en las manos de Dios, pues Él no se equivoca en lo que hace o deja de hacer.

Él siempre nos escucha y nunca nos abandona, aunque nos portemos malagradecidos.

El anciano labrador del que nos habla la historia de hoy se benefició doblemente.

Primero con los caballos y después teniendo a su hijo con él, sin que se lo llevaran al ejército donde tal vez nunca más lo volvería a ver.

Publicar un comentario

0 Comentarios