Por el padre Miguel Angel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que demostraba para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos, y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado, y que estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
-Hagámosle una broma; escondámonos los zapatos, y ocultémonos detrás de esos arbustos, para ver su cara cuando no los encuentre.
-Mi querido amigo, -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres.
Tú eres rico, y puedes darle una alegría a este hombre.
Coloca una moneda en cada zapato, y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos.
El hombre pobre terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo.
-Al ponerse el abrigo, deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era, y encontró la moneda.
Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado.
-Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie.
La guardó en el bolsillo, y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.
Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas, y levantó la vista al cielo, pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda, y de sus hijos que no tenían pan, y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.
El estudiante quedó profundamente conmovido, y se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Ahora, -dijo el profesor -¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?
El joven respondió:
-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré.
Ahora entiendo algo que antes no entendía: ES MEJOR DAR QUE RECIBIR…
La esposa de aquel campesino estaba enferma y sus hijos no tenían alimento. ¡Cuántas familias vivirán así y ni cuenta nos damos!
Muchos niños en el recreo de la escuela comen golosinas y hasta desperdician y tiran lo que no les gusta, en cambio siempre habrá quien tenga hambre o frío y esté esperando que le compartamos de lo que tenemos. Conviene inculcar en nuestros hijos que aprendan desde pequeños a compartir con los demás de lo mucho o poco que tengan.
Como decía la madre Teresa de Calcuta: “¡Hay que dar hasta que duela!”
1 Comentarios
Claro que hay que dar hasta que duela. ¿Pero aplica esa filosofía para envenenarles el alma a los niños a través de la pederastía Padre Miguel Angel?
ResponderBorrar