La cajeta de leche

Por Juan Flores García

Tepa, nuestra querida tierra ha sido famosa por tantas cosas bonitas y bien hechas. Tenemos en primer lugar la fama de nuestras mujeres bonitas, sus hombres valientes. Buena charrería, gente de palabra de honradez completa. Su buen pulque, sus carnitas, sus tan buenos productos de leche, su cajeta. De esta tan buenísima que en aquella olla de barro de un cuarto de kilo, de medio, de uno y de dos kilos, latas alcoholeras de 25 kilos para vender suelta que comprábamos y la servían en papel de estraza que con un centavo o dos la nos la vendían en los tendejones y para que nos durara, con la lengua le dábamos su pasadita hasta dejar el papel bien limpio, al fin chamacos.

Muy en apogeo estaba el negocio de la cajeta y demás, conocimos a aquel señor también famoso que no olvidamos, a Don Teófilo. Cuántos años tendría ese negocio, quien sabe. El dulce recuerdo de la cajeta en olla nos enfila a platicar de este dulce, de tanto que se usó.

Hubo fuera de Tepa, por decir algo, en Guadalajara en los mercados veíamos en los armazones de madera esa olla que sin mas sabíamos que esa gente que la vendía, era de Tepa. Pero así como las carnitas empezaron a dejar de ser tan buenas, se fueron abandonando las casas donde las freían, así se han ido dejando de usar, para preparar la cajeta a meneé y meneé con la gran pala de madera, hasta dar el punto a esta sabrosa cajeta.

De repente fuimos notando que en vez de olla, ya se vende en frasco de vidrio o de plástico este que en todo se usa porque es más barato. Y es que esta cajeta no pudo quedarse rezagada al progreso que en muchas cosas nos ha amargado desde el tiempo que nos ha traqueteado tanto que ya no sentimos lo recio sino lo tupido, comenzando con el tiliche de tanto ruido que causa todo lo que se hace en máquina.

Toda la gran cantidad de cajeta que tuvo en la antigüedad (mas de 50 años). Conocido por nosotros a Don Teófilo, todo aquello que con él hacían, era vida y dulzura. Todo sano, puro, limpio, natural, sin trucos, agregando el sabor del barro de la olla. Mucha gente trabajaba en esto, la chamba era buena. Por cientos de latas se producía así como las ollas de todos tamaños. Con todas las cosas como ésta, teníamos aunque fuera de a poquito algunas veces, para darle sabor a la vida usándola los chamacos sacándole a dedazos de la olla que estaba guardada para darnos a todos pero a escondidas la comíamos.

Cuando estaba en su buen tiempo, y de acuerdo con la época, Don Teófilo faltó pero el negocio siguió en manos de Don Guadalupe Castellanos que con la misma calidad o mejor, era un contento entrar a su negocio junto al negocio de La Mariposa, La Fábrica de cajeta “La Crisantema” en ese lugar, no sólo esto vendía. Para comer, tenían de todo.

Todavía al faltar Don Lupe siguieron sus hijos pero cada día ha ido a menos y se ha reducido la producción. En cuanto a personal que se ha ido reduciendo, sólo trabajaban, Francisco Gutiérrez, Guadalupe Vázquez y Juan Díaz.

Para los que todavía nos gusta lo bueno y tradicional, recordamos que la familia Plasencia, de Don Matías, que fueron los primeros en este negocio, y que no sólo la cajeta de leche, también la de membrillo han sido las que han conservado esta tradición. Las señoritas Petra y María Luisa, nos deleitaban con la cajeta de olla, y vaya que la hacían como Dios manda.

Qué dulzura es acordarnos y gozar esta golosina. Que Dios las conserve por muchos años, para endulzar nuestras palabras y nos borre la amargura del tiempo que estamos viviendo, porque todo esto se hizo para recordar y no olvidar, y por eso decimos que así fue Tepa en el Tiempo.

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