Por Juan Flores García
Una tarde del mes de agosto soleada, caluroso el ambiente, el sol alto, caminando por la calle con rumbo al mercado de nuestra ciudad que poco a poco fuimos transformando de aquella población culta, hospitalaria, comunicativa, a la ciudad elegante, con un dejo de altivez; quien esto escribe llega a la esquina de la plaza de Armas por la acera del lugar ocupado por un estacionamiento con un total lleno de automóviles.
Extrañado como si fuera fuereño, hago alto; extraño algo, un disgusto de lo que puede contemplarse ahora como testimonio de la vieja grandeza de nuestro pueblo; está desde luego luciendo su elegancia esta acogedora plaza que invita al recreo y descanso en las bancas que esperan bajo los bien cuidados árboles con un corte de poda uniforme y sus verdes jardines llenos de aromáticas flores para deleite a nuestro olfato y acepto la invitación a vivir en convivencia la llegada tranquila de las familias que llegan con sus pequeños buscando un lugar donde ya la sombra protege del ardiente sol.
Apresurado busco un lugar, lo encuentro junto a dos amigos con mucha acumulada carga de años que compartimos. Los niños corretean sobre su moderno aparato de diversión. Los vendedores de hermosas figuras de los conocidos como globos de vistosos y llamativos colores que les compran sus jóvenes mamás, y al tomarlo del hilo se ponen a flotar en lo alto jugando a sostenerse tirante del dedo o la mano del pequeño que la sostiene, pugnando por soltarse o arriesgando tronar y no ser libre de elevarse y ganar altura hasta perderse.
Hace muchos años, no pasaban tantos coches, cuando los abuelitos éramos niños, vemos los juguetes de hoy. Ya casi nadie conoce las canicas, trompo, balero, y yoyo. Los juguetes que antes se usaban se descomponen menos, son baratos y se pueden comprar en algunos mercados. Estos juguetes tradicionales se hacen cada día menos. Se podrá decir que están a punto de desaparecer. A poco los veremos en el museo esperando que los utilicen, colgados de un hilo ansiosos de traer diversión a los niños, a las niñas y a sus papás.
Aparte de estos modernos aparatos de diversión, hay la modalidad de tener los niños que vemos en nuestro lugar de descanso a algunos que traen su pequeño perrito, -su mascota- de diferentes razas y tamaño, uno tan pequeñito que nuestros vecinos de banca, sosteniéndolo de la correa, permite se acerque a nuestros tobillos con temor de pisarlo.
Esto es motivo de comentario de nosotros los tres espectadores. El tema de nuestra plática es variado, mientras tanto, unos niños corren sobre el pasto verde y bien cuidado que esta a nuestra espalda y jóvenes mamas, bien gracias, no les llaman la atención. De plano, hace falta de miembro de la policía para cuidar y conservar en buen estado estos esparcimiento. Viviendo estos momentos, nos viene a la memoria el extremo de cuidado que ponían nuestros antiguos guardianes, porque nunca ha dejado de haber niños traviesos, y se ovupaba de cuidar el jardín el propio jardinero que desempeñaba su trabajo con gusto sin tener un horario fijo y se hacia respetar, o así nos iba con la vara.
Así transcurre nuestro acercamiento amistoso entre viejos celosos de nuestro tiempo observando cada banca ocupada con gente de todas edades haciéndose notar la presencia de personas de otros lugares que por razones de trabajo en este acogedor centro empresarial se establecieron gozando a plenitud su estancia en este terrón colorado.
Estimulados pues en un ambiente sano y alegre en el centro de la amistad y armonía conversar en una tarde que apuraba el caluroso tiempo pero fue mejorando al ocultarse el sol dejándose sentir una agradable frescura. La conversación de esta tarde, trajo recuerdos, gratos por su compañía, que hacía tiempo que no veía en un rato de descanso, despreocupado, sin prisa mirando el moderno lugar diferente como el tiempo. Los amigos mencionados, disfrutan todos los días de este periodo de relajamiento por unas horas retirándose a su debido tiempo a seguir con otras actividades cotidianas.
Valorando ese gran rato fuera de la rutina, ocurramos al descanso hagamos tiempo vivamos el presente recordando el pasado, por eso decimos que; así fue Tepa en el tiempo.
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