Dar la vida por los demás

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


A propósito de incendios, cuentan que una señora muy rica estaba viuda y cierto día se quemó su casa.

La señora murió en el fuego. Mientras los bomberos trataban de controlar las llamas, se dieron cuenta de que el hijito de la señora, de 5 años de edad, estaba dentro de la casa. No había forma de llegar a él. Las escaleras ya se habían caído. El edificio no tenía ascensor y no sabían cómo llegar al niño.

Sólo un hombre que pasaba por el lugar, vio la escena. Observó un tubo al lado de las llamas que llegaba a la ventana donde se había asomado el niño. Nadie podía tocar el tubo por lo mucho que se había calentado.

Pero aquel hombre, valientemente, se subió por el tubo, quemándose las manos, hasta donde estaba el niño, salvándole la vida.

Un año y medio más tarde, se ventilaba en la corte quién calificaba para adoptar al niño (siendo heredero de toda la riqueza). Muchos solicitaron, demostraron lo que creían era necesario para calificar: trayectoria, negocios, solidez, riquezas, etc. Pero a ninguno el niño aprobó, y ésta era una condición sumamente necesaria.

El juez volvió a llamar a quienes habían asistido para que probaran si adoptaban al niño, o si éste le aprobaba; entonces entró a la sala un hombre desconocido. Caminó lentamente hacia adelante, con las manos dentro de los bolsillos. El juez le preguntó por sus credenciales, a lo que respondió:

-Señoría, no tengo riquezas ni negocios que me hagan competir contra todos los que aspiran a adoptar al niño.

El juez le dijo:

-¿Pues qué hace usted aquí?, alguna razón debe mostrar por la que quiera ser el padre tutor del niño.

El señor dijo:

-Sólo tengo estas muestras de amor abnegado. (Al decir esto mostró sus manos; estaban blancas, quemadas, deshechas).

El niño, al verlo, reconoció al hombre que le había salvado la vida, y con lágrimas en los ojos corrió a abrazarlo, y a aceptarlo como su padre tutor.

Comienza junio, mes del Corazón de Jesús. Cristo Jesús pagó por ti un precio incalculable. Entregó su vida para salvar la tuya, y también te lleva esculpido en las palmas de sus manos. Él quiere adoptarte como su hijo, no porque quiera tomar tu riqueza sino para cambiar tu desdicha y enfermedad, por su alegría, riqueza y vida eterna.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido de dinero, Dios hubiera mandado a un economista.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido de conocimiento, Dios hubiera mandado un educador.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido de diversión o entretenimiento, Dios nos hubiera mandado a un animador o a un artista.

Pero como nuestra mayor necesidad es de amor y salvación, Dios mandó a su Hijo, que es amor y Salvador.

Dios como un padre bondadoso, siempre nos da más de lo que necesitamos, Él nos da bendiciones pero depende de nosotros la manera en que veamos nuestra vida y el mundo.

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