Menos mal que mi tía no vive en Tepa



Había en Argentina un programa de televisión cuyo nombre no recuerdo, pero lo que sí recuerdo es un segmento llamado “Diccionario de cagastellano” donde se explicaban con humor el significado de ciertas palabras como ‘Tabloide: Pedazoide de maderoide’.

Hace dos o tres ediciones en un Sumario escrito por mi suegro se reprodujeron mensajes dejados en la página de Internet del periódico y por el cuál Chuy Flores de Comunicación Social del ayuntamiento dijo: “dígale a su suegro que esas cosas no se dicen”. ¡Chan! –dije. No me cayó el veinte hasta que continuó diciendo: “no se deberían publicar malas palabras”. Le respondí que no existen las malas palabras y me echó un discurso que mejor ni les cuento. Igual algo de razón tenía.

Sin embargo, a raíz de esto me puse a pensar en la cantidad de palabras que usamos mal para referirnos a una cosa, profesión o acción.

Pero en esta ocasión voy a escribir algunas de las que usamos tanto en México como en Argentina (y seguramente en muchos lugares más) que se escriben igual pero tienen distinto significado; y para mi desgracia las que más me sé son las “malas palabras”.

Si por esas casualidades van a Argentina y se enojan con alguien, ni se moleste en llamarlo ‘pendejo’, dependiendo de cómo se lo diga tal vez hasta se sienta bien porque así se les dice a las personas jóvenes: “estás hecho un pendejo”.

O como dijo inocentemente mi suegra cuando fue: “fulanito es un conchudo”. Cuando ‘conchudo’ allá una de las formas más groseras de decir que es una mala persona.

A mí me pasó algo similar acá, estaba por entrar al baño de mujeres del Palacio Federal en Guadalajara cuando repente veo salir a un señor abrochándose el cinturón. Ya dudé si era el baño de mujeres pero la señora que estaba limpiando ahí lo sacó a escobazos. Le pregunté que si era o no el baño de mujeres, a lo que respondió: “sí, nomás que este viejo conchudo vino a meterse acá por no ir al de hombres”. Tiene razón –le dije. Claro que cada una lo tomó por su lado.

O como la otra vez cuando mi suegra contaba de cómo les había ido en el DF y dijo: “y ahí andábamos todos en bola”. No pude aguantarme la risa porque para nosotros, decir que uno anda en bola significa que anda desnudo.

A ver ¿cómo lo digo? Resulta que allá también tenemos palabras para referirnos a las partes íntimas de la mujer, hay muchas, pero dos de ellas son ‘concha’ y ‘cajeta’.

Pasaron varias veces que fui a hacer el mandado y le pedía a mi esposo que pidiera en la cremería que le dieran cajeta porque me moría de la vergüenza.

Pero peor estuvo luego del bautismo de mi hijo, cuando mi madre, que con esa boquita me dice que me quiere, se le dio por decir: “y el cura mojó la concha”. Cierto fue, pero ella lo dijo en doble sentido y la risa de mi suegro se escuchó hasta quién sabe dónde.

Bueno, hay muchas palabras más, pero las voy a dejar para otras anécdotas, no vaya a ser que se espante don Chuy.

Por suerte mi tía no vive acá, con de que no recuerdo más que su apodo, se imaginan qué diría la gente si por algo tengo que llamarla en voz alta delante de todos: ¡tía Piru, vení a ver esto!

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