Por Sergio Antonio Figueroa Garnica
“Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”
Abraham Lincoln
La abstención o la anulación del voto, en todas sus variantes, no son el mejor camino. No son siquiera recursos que se puedan utilizar y promover indefinidamente. Pero en esta elección intermedia es la única herramienta que la arrogancia y la voracidad de los partidos nos han dejado. La esencia del planteamiento es clara: la partidocracia no representa a los ciudadanos ni se preocupa por ellos, su objetivo es preservar sus intereses sobre todo los económicos aún a costa de atentar contra derechos fundamentales –como la libertad de expresión. Ya estuvo bueno de esta historia. Ahí le va:
Mucho se ha escrito sobre votar y anular el voto pero quiero precisar detalles, pues el voto blanco, es un voto consciente y deliberadamente anulado por lo cual se le llama voto blanco y no por que se deje en blanco la papeleta, sino que el elector vota por ningún candidato, vota por ningún partido, es un voto de censura.
Ante todo es un voto legitimo, es una acción que va en contra del abstencionismo, no es contra la ley, porque el que vota en blanco, va a la casilla, llena su boleta, vota en blanco por ningún partido y deposita su voto en la urna. Cumple votando.
El solo hecho de que el debate esté girando en torno de la anulación del voto constituye una victoria. Pero no es suficiente. El impacto dependerá de que el hartazgo ciudadano se manifieste y se concrete en las urnas. Por eso hay que acudir a las casillas y anular el voto. Esa es la gran diferencia contra el abstencionismo. Si usted esta harto, que espera.
El objetivo es claro: limpiar la casa, acotar a la partidocracia, abrirle cauces a la participación ciudadana y defender el derecho a la libertad de expresión e información. Parafraseando a José Martí deberíamos decir y escribir por todas partes: ésta es la hora de los ciudadanos y no habrá de verse más que luz. Ahora nos toca a nosotros los ciudadanos.
El elector que se abstiene de votar le vale madre no ir y participar, que privilegia el derecho de votar pero no lo ejerce, el que se abstiene sabe que se seguirá quejando pero no resolverá nada, dirá que todos los partidos políticos son iguales de ratas y convenencieros y aún cuando tenga la razón no hace nada para que cambie, aparte que cada credencial para votar cuesta una lana, el sistema de las votaciones cuesta mucho dinero en presupuesto para los partidos, pues aún a los ciudadanos que ayuden a la elección el 5 de julio se les entregará algo así como unos 200 pesos para el lonche y su día.
Pero el que vota y anula, entiende que esta vez sí quiere cambiar con su participación para modificar su comunidad.
Porque el que se abstiene se privilegia a sí mismo, se hace importante pero como un cero a la izquierda,"yo no quiero o no tengo ganas de participar en la elección", mientras que el que anula deliberada y conscientemente prioriza a la comunidad política, "yo debo votar para así participar en un asunto que nos concierne a todos".
Contra anular el voto, se puede decir muchas cosas como que tanta gente que luchó por años por conseguir este derecho, principalmente las mujeres y los jóvenes, pero el abstencionismo es más grave por la indolencia para participar y ver tanto problema. Un país tan rico como México no debería exportar gente que emigra a otro país por no tener oportunidades en su lugar de origen, aun cuando siempre ha habido ricos y pobres. Sufren las familias.
Por eso hay que repetir una y otra vez: es completa y absolutamente falso que el voto nulo tendrá efectos nulos. Quienes promueven esta idea están aterrados, quieren detener el movimiento, o se resisten a reconocer la realidad.
Efectivamente, en campaña electoral son distintos, porque se pretenden ser diferentes para llamar la atención del electorado pero si se les observa todos son iguales, porque quieren salvarnos de los peligros y nomás llegan al poder y se olvidan de sus promesas. Pero en lo que importa, en la práctica, en el desempeño, en la conducta pública, hoy todos son iguales, iguales de rateros, de ineptos, de hacer cumplir un nepotismo sin igual, que lejos están los fundadores de los partidos políticos de ver lo que la realidad arroja. Se pueden revolcar por siglos en sus tumbas.
Se afirma también que los que anulen su voto no sabrán a quién favorecerán, que acabarán ayudando a los poderes que ahora nos gobiernan. Falso. Éstos no necesitan ayuda adicional, ya la tienen hoy... en los propios partidos. Los mismos partidos que a través de sus fracciones en los Congresos protegen ya, por ejemplo, los intereses de los monopolios, no de la sociedad, si fuera por servir a su pueblo en verdad trabajarían por tener un mejor país.
El efecto del voto nulo será completa y absolutamente tangible. Por una parte funcionará como un voto escoba. Los partidos pequeños deben obtener un 2 por ciento -o más- de la votación para mantener su registro. Ese porcentaje se calculará sobre el total de los votos emitidos -incluidos todos y cada uno de los votos nulos- el próximo 5 de julio. Por eso la anulación del voto hará más difícil que la chiquillada conserve su registro y más de alguno desaparecerá.
Todo mundo dice que hay que votar, aunque sea por el menos peor, por el menos malo. ¡En qué estima tienen a los mexicanos los que piden esto! ¿Tan seguros están que somos conformistas y tarug-endejos?
Pero el efecto escoba del voto nulo va más allá del ahorro en los recursos públicos. La pedacera no tiene ninguna función positiva. Se trata, en todos los casos, de negocios corporativos (Nueva Alianza de Elba Esther Gordillo), familiares (el Partido Verde propiedad de los González Torres), caciquiles (Convergencia de Dante Delgado) o mafiosones (el PT de Alberto Anaya). Ninguno tiene un proyecto definido ni contribuye a la pluralidad democrática.
Ahora resulta que no tenemos derecho a externar nuestra libre opinión, que no nos merecemos tan sólo decir que no nos gusta o es de a fuerzas aceptar todo los que los partidos políticos quieren imponer o será que no nos merecemos candidatos “buenos y capaces” o solo el pueblo se merece candidatos “malos” o en su caso “peores”, por que ahora rayan en lo cínico, ahora solo se pide a la gente que vote por el menos malo, o por el menos peor, como para que entendamos que cada pueblo tiene el gobierno que merece, calmeseeee diría nuestro presichente. Así no se vale.
Encima de que la clase política no hace lo que por ley y moral pública debiera hacer; encima de que nos ha dejado sin opciones, sin más alternativa de participar en la elección que anulando nuestro voto; encima de que nos ha arrebatado el "sí", ¡condiciona nuestro derecho de protesta, a que tengamos lo que ellos no han tenido, con todo y los millonarios recursos que nos han expoliado: una propuesta viable!
Por otra parte, el voto nulo tendrá un efecto sobre la partidocracia. En este caso, como se decía hace muchos años, el medio es el mensaje. La anulación del voto expresa, en sí, una crisis del sistema de representación. Pese a los ocho partidos existentes, hay millones de ciudadanos que se saben NO representados y que están hartos de los abusos y la voracidad de todas las formaciones políticas, pero particularmente de las tres grandes: PAN, PRI y PRD. La clase política, o al menos los sectores más lúcidos, no podrá obviar ni subestimar este malestar ciudadano. Pero les vale.
Ahora resulta que no podemos decir “No”, ahora nos dicen que no podemos gritar “basta”.
Yo sólo soy un ciudadano, no soy un títere de nadie, ni tampoco soy moralmente superior a nadie, pero no soy el único que piensa así, soy un mexicano con derecho constitucional a expresarme pacíficamente y dentro del marco de la Ley.
Tengo mi derecho a votar y lo voy a ejercer, voy a votar como mi deseo y obligación por ver un mundo mejor, pero siento que los actuales partidos no han hecho su labor por mejorar a nuestra región, hay pobreza extrema, hay mucho desempleo, de los suicidios mejor ni hablar por que sin ser cura se me caería la sotana de vergüenza, de ser de los punteros en este renglón a nivel nacional, pero aun consciente que alguno tiene que ganar es llamar la atención que los mismos partidos se tienen que adecuar a las reglas de la competencia en busca del bien común.
Que quede bien claro: no estoy en contra de la democracia representativa, mucho menos estoy en contra de los sistemas de los partidos políticos y mucho menos del sistema electoral. Pero los partidos actuales son familiares y de compas.
Estoy en contra de que no cambie nada, que todo sea para cumplir con una chamba que deja sin la participación ciudadana para construir burocracia que solo sirve para beneficio de unos cuantos y lo digo parejo.
La oportunidad es única. Sería imperdonable dejarla pasar. El voto nulo es el instrumento de un movimiento civil, pacífico y responsable. Está al alcance de todos y cada uno de los ciudadanos. No hay que desperdiciarlo. Hay que dar el primer paso este 5 de julio para marcar, luego, la agenda de la nueva reforma electoral.
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