Profesiones manuales

Por Juan Flores García

El orgullo de saber un arte u oficio, principalmente de los tepatitlenses, ha sido desde tiempo inmemorial de nuestros antepasados, un legado de generaciones de familia a familia, o simplemente por gusto aprendimos un oficio. En el siglo pasado hubo todos los oficios correspondientes a profesiones manuales. Consideramos que desde la creación del hombre, el primer oficio fue el de sastre. Sabemos que para cubrir su desnudez lo hicieron con hojas de parra y luego fueron descubriendo prendas de vestir más apropiadas siendo así que Adán y Eva fueron inventando los oficios que por necesidad requerían y quedaron hasta nuestras generaciones.

Así pues, quedamos considerando como primer oficio el de la sastrería y por lo tanto el sastre es el que corta y cose prendas de vestir, principalmente de hombre. Tepatitlán tuvo su tiempo para los sastres, nuestra ropa, concretamente los pantalones, chamarras, trajes de vestir y trajes de charro, hechos por los maestros en el arte del vestir. Las prendas de vestir más usuales que ocupábamos fue el pantalón y la chamarra. La tela que había por aquellos años era de algodón, que por su economía, se prefería ocupando la de lana para el traje de dos o tres piezas para vestir con elegancia y distinción.

Al ordenar el trabajo se entregaba la tela que al gusto se compraba y el maestro nos tomaba las medidas necesarias para confeccionar la prenda que se ocupaba, pidiendo al sastre lo hiciera según la moda o a lo tradicional. Testimonio patente de lo dicho, es su servidor que vivió la costumbre manual de la hechura de la ropa hecha a la medida. Sus lugares de su taller, un local o “un cuarto” o en su domicilio. Su herramienta a la vista, una grande y amplia mesa para cortar la tela y una máquina de coser, cinta métrica, tijeras, agujas, hilos de diferentes colores y botones.

Ordenando el pedido sólo bastaba esperar la entrega según el plazo convenido. En una población como la nuestra en los primeros cincuenta años de vida del siglo que terminó, había un selecto grupo de esta profesión para atender a su habitual clientela que prefería vestir ropa hecha a la medida, por comodidad y duración así como su presentación, que daba vida profesional y buen gusto a la prenda que usábamos.

La satisfacción se mostraba en el artesano al entregar la prenda y recibir el elogio de su trabajo, recibiendo su correspondiente pago. La vida de un sastre era posesionada de su profesión, que sentado frente a su máquina con los pies en el pedal poniendo en movimiento el mecanismo a un ritmo variado según su necesidad y disfrutando de su independencia en el mayor de los casos por elaborar por su cuenta, sujeto a un horario impuesto por él, participando de la tranquilidad pueblerina mencionada cien veces, resueltamente empujados por el recuerdo que viene del mundo de lo mágico.

A este gremio pertenecían buen grupo de vecinos de nuestra urbanizada población compuesta por una bien formada sociedad de altos valores humanos. Así pues considerando este oficio al pasado, aunque no del todo ya que existen actualmente combinado con otras actividades dentro del oficio, los sastres que ejecutaron este quehacer, no son olvidados; los recordamos con respeto y mencionamos sus nombres esperando no olvidarnos de alguno, que nuestra memoria esté clara. Pocos son los que Dios ha dejado entre nosotros para atestiguar lo narrado.

Muy conocido, contamos con Pepe de la Torre, cariñosamente “el chiste”; recordamos también a los hermanos de Loza, Salvador, Ramón y José; Juan Manuel Estrada, inolvidable amigo; Francisco Cornejo que además era cantor del coro de la parroquia; Pedro Estrada; Marcelino Venegas; Don Carmelo conocido así por la estima que se le tenía y por lo tanto, de momento no recordamos su apellido. José Aguayo; Esteban Estrada, hermano de Pedro; Valente M. González; Aristeo Silva y su hijo Olegario el famoso futbolista seleccionado; Cara de Gallo; Manuel Durán; Alberto Padilla y su hijo Isidoro; Clemente Ríos; Raúl Navarro y sus hijos Raúl y César que viven, al igual que Salvador Navarro Delgadillo; Jesús Gómez.

Estábamos acostumbrados a localizarnos por señas, como ejemplo: nuestros amigos se encuentran trabajando por la calle Constitución pasando el Hospital de Jesús a la salida a San Juan de los Lagos, otros más por la calle Samartín a dos cuadras de la Casa de la Cultura yendo hacia la unidad deportiva – domicilios conocidos – Por lo mismo nos tomamos la confianza de encontrarlos por las indicaciones por tener el arraigo de vivienda que tuvieron los amigos ausentes y los actuales que siguen en el oficio de sastre aunque con modernas variantes.

Un saludo especial para todos. Y con esto decimos que así fue Tepa en el Tiempo.

Agradecemos sus comentarios a jofloreso@prodigy.net.mx

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