Pórtico

Señales
Por Ramón Muñoz de Loza

Entre mayo y junio alguien, desde la calle Mariano Jiménez, mandó la señal para hacer creer al candidato del PAN en Tepa que hasta los priístas estaban con él.

Parte del equipo de campaña panista escuchó esa versión y la creyó.

A esa señal enviada a los “gobernantes”, también se agrega las ofertas que se corrieron con algunos personajes a quienes les abrieron la posibilidad (o el compromiso) de colocarles en oficinas de la futura administración de Cecilia González… si ganaba.

Ambas señales tuvieron dos reacciones contundentes en el escenario post-electoral de Tepatitlán. Cada una en diferente domicilio, pero las dos en el mismo calendario.

Por un lado, el ofrecimiento y eventual compromiso por colocar gente le ha traído al dirigente priísta Oscar Navarro un talud de críticas que, las más suaves, lo tildan de engañabobos. Aunque también le ha costado la petición de su cabeza al frente del priísmo. Esta línea no deja de provocar dolores de cabeza internos a los priístas y a la presidenta electa. Pero no pasa nada. Quien se sienta con derecho a reclamar una plaza que se la pida a quien la ofreció. Punto.

La otra señal sí está provocando cismas y desencantos.

Algunos priístas le mandaron la señal a Arturo Pérez o a sus allegados, de que podría él contar con el apoyo de los futuros regidores tricolores para sacar acuerdos en los próximos años.

Ese ofrecimiento se dio en campaña, desde la óptica de los amarres internos priístas y las posiciones que los mismos candidatos a regidores creían que tendrían: la oposición.

Sin embargo, el panorama cambió con el triunfo de Cecilia. Ni los regidores priístas lo creyeron, en particular quienes habían quedado en las últimas posiciones. Tampoco los panistas asimilaron la derrota. Al paso de las semanas, recordaron la oferta de algunos priístas de abonar su voto por los panistas.

De fondo ésta posible mancuerna es la que ha provocado algunas frases entre futuros regidores panistas sobre “el peso que tendremos”, lo que les da –dicen ellos- garantías de seguir tomando las decisiones más trascendentes, pues “si Cecilia quiere gobernar tendrá que negociar nuestro voto”. Nada nuevo eso de negociar y cabildear, pero sí algo inédito eso de que la minoría condiciona a la mandataria para gobernar.

No dudamos que se pueda dar, que dos o tres regidores priístas se sumen a los seis regidores del PAN y que, en un arrebato, puedan los ediles del PANAL ir en sentido contrario a lo que proponga la alcaldesa. En política nada está escrito, pero ahí radica el verdadero peso de las palabras y de las señales que han salido del edificio de Mariano Jiménez.

Arturo Pérez Martínez sigue teniendo por ahora un fuerte peso en la actual administración. El está jugando su juego: amarrar lo más posible desde ahora para cuando sea regidor de oposición. Tener letras de cambio, cheques políticos para negociar en Cabildo. Esa es la política.

Lo que Cecilia González debe ir pensando es cómo reducir los ruidos y los ecos de la señal que ella debe mandar en su partido, para que llegado el momento de sus grandes decisiones, nadie, ni el amedrentado líder priísta a través de su impuesto hijo regidor, le detenga las propuestas que trasciendan sus próximos tres años.

Ofrecer puestos y huesos cualquier candidato lo hace –cualquier líder de partido también-. Negociar votos con la oposición son palabras mayores. Es cuestión de lealtades de compromisos con el equipo al que se pertenece. Es esa señal la que más distorsiona en la pantalla de la próxima alternancia.