Cuidado con la ambición

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


En una isla del Pacífico Sur, los nativos capturaban monos con un método muy particular.
El cazador tomaba un coco, le hacía un agujero en unos de sus lados, el ponía unas cuantas nueces dentro, lo colocaba entre la vegetación y luego esperaba.

Al poco tiempo, llegaba un mono que, por su naturaleza curiosa, comenzaba a explorar el coco.
Invariablemente, el mono hallaba las nueces y metía su mano en el coco para tomarlas, pero cuando intentaba sacarla… quedaba atorado. Con su puño aferrando las nueces dentro del coco, golpeaba desesperadamente el fruto contra el suelo o contra el árbol y corría de aquí para allá mientras gritaba. Hacía cualquier cosa, excepto abrir la mano y solar las nueces.

Luego los cazadores llegaban y capturaban al mono exhausto, quien gastaba sus últimas energías en una débil lucha… pero nunca soltaba las nueces. Así, perdía como mínimo, su libertad y muchas veces su vida. ¿Por qué? Por un puñado de nueces. Desde luego, nosotros los seres humanos, nunca haríamos algo tan ridículo…

¿O sí?

Tal vez a muchas personas nos sucede como le sucedió al chango de esta historia, porque nos dejamos llevar por la ambición.

Es cierto que el dinero es necesario para comprar alimentos, ropa, zapatos, pagar los servicios de luz, teléfono y muchas cosas más.

Por eso Dios nuestro señor nos da la oportunidad de trabajar y así conseguirnos honradamente el dinero, pero nunca debemos dejarnos llevar por la ambición o afán desmedido de tener y tener acumulando riquezas de tal manera que se nos olvida que también tenemos un alma que salvar.

Somos materia y espíritu y por tal motivo además de alimentar el cuerpo debemos alimentar nuestra vida espiritual por medio de la oración, la santa misa, la sagrada comunión y las obras de misericordia con los más necesitados.

¡Que de hoy en adelante no nos sigamos pareciéndonos al mono del cuento!

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