Pórtico

Pinoleros

Dicen: “El que tiene más saliva come más pinole”.

Y sí. En la vida siempre hay quienes, aunque no merezcan el camino, lo toman. Eso es tradicional. En cualquier cultura ocurre. En cualquier pueblo pasa. Pero en cuestión de vialidad, en Tepatitlán estamos impulsando –por voluntad o sin ella- una cultura de salivosos, que aprovechan la ocasión o sus “avispadas actitudes” de choferes para tomar las calles para sí.

¿Y el orden vial? –¡Qué es eso…! No sé si de los más de 20 mil vehículos que copan las calles de Tepa a diario son conducidos bajo la norma. Tampoco sé si los conductores traen una licencia correcta, de esas que se consiguen tan fácilmente en nuestra cultura de gobernanza.

Lo cierto es que cada día es más complicado circular por las calles de Tepatitlán. Se nos ha olvidado, por aquello de las prisas y las crisis con las que nos levantamos a diario, de qué significa la cortesía, la urbanidad, el respeto, la amabilidad.

La ciudad está siendo rehén de los automotores, y éstos, por un gran número de apresurados conductores que sólo buscan ganar el paso, llegar más rápido, adelantar la posición. Como muestra, baste la estadística de accidentes sobre el boulevard Anacleto González; los conductores se paran en carriles centrales, sin avisar, sin señalar a dónde se dirigen, como si los demás tuvieran la obligación de adivinar qué hará el auto de enfrente. Y no sólo ahí. Vayamos a las afueras de los Colegios, de las escuelas.

Si no basta, entonces, vayamos en estos días a la “glorieta” de Carnicerito. Nos hemos acostumbrado a empujar al de enfrente con el claxon. A estacionarnos en línea amarilla “nomás un ratito”. A taponar cocheras porque no hay donde más dejarlo. A echarle encima el auto al peatón para que no se nos atraviese. A cerrarle el paso al auto de al lado porque nosotros llevamos más prisa, o porque traemos un auto más grande o más alto…

Y no hablo de los ausentes agentes viales, ni de las inexistentes políticas de tránsito en el pueblo, eso ya se da por descontado.

El problema de todo esto es que nos estamos acostumbrando a que, para circular por nuestro otrora tranquilo pueblo, debemos andar salivosos, para tragar más pinole. Nadie quiere ser la presa del vecino. Nadie queremos dejarnos del otro conductor. Se está haciendo costumbre aplicar la frase del salivoso y el pinolero. Estamos convirtiéndonos en un pueblo de pinoleros, porque no hay quién nos enseñe las normas viales. Nadie quiere verse como salivoso… ¿y sólo en la vialidad somos pinoleros