+ Invitada a toda fiesta patronal: La pólvora
Por Oscar Maldonado Villalpando
Jaripeo de luces.
Júbilo de colores.
Jarabe de luceros.
Trenza de relámpagos.
Tormenta de fulgores.
Rejuego de arco iris.
Resplandores de fiesta patronal.
Ráfaga de ilusiones.
Chispas de esperanza.
Pinceladas de luz.
Reflejos de la vida.
Señuelo del tiempo.
Revoloteo fugitivo.
Rayos caprichosos.
Destellos festivos.
La pólvora y el castillo de una fiesta escriben sobre el horizonte la historia ancestral del hombre que aspira a volar, a trascender sobre la tierra. Con puntos, líneas, espirales y explosiones de luz, marca su meta en la inmensidad del firmamento, inveteradamente persiguiendo las estrellas.
Fiesta de La Inmaculada Concepción, 8 de enero de 2010
La fiesta es la oportunidad. La fiesta tradicionalmente era una oportunidad de evangelización. Las cosas han cambiado y estas tradiciones son llevadas por los medios y por el comercio. Y parecería que ahí queda la finalidad. La “función del Santo” se queda en la barata, en la aglomeración, el colorido, el bullicio, el dominio de los sonidos atronadores.
Será conveniente que las fiestas sin negar su apertura al cambio, a lo nuevo, no abandonen su sentido original. Que no nieguen “la cruz de su parroquia” que cada fiesta sea encuentro con lo propio, ahondar en la identidad, en la esencia, en los valores y tradiciones… pero no tradiciones como superficialidad, como opcionalidad, casi ridiculez… tradiciones que nos hacen, que nos forjan.
Y San Diego de Alejandría está de fiesta, esta es su fiesta. Llega con una actitud de tomar su camino. Ahora por ejemplo cuenta con sus arcos a la entrada, con su jardín remozado y con sus calles arregladas. Ojalá la fiesta haga de este pueblo un mejor lugar, una mejor fraternidad humana.
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