Evangelización para la Cuaresma


Es bueno volver al interior de cada uno

Por Óscar Maldonado Villalpando

Existe el pecado, que puede llamarse de muchas formas según el enfoque. Existe esta incoherencia, esa desviación en la persona y en la sociedad. Es conveniente tratar también ese tema básico iluminados por la Palabra de Dios. Así nos invita la Iglesia diocesana de San Juan.

«Somos discípulos misioneros llamados a anunciar la buena nueva de la misericordia» «Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,3-7).

Objetivo


Reconocernos pecadores, infinitamente amados por la misericordia de Dios para ser misioneros comprensivos, del amor y perdón del Padre. Parábola del Perdón (Mt 18,21-35).

Experiencia del pecado y sus consecuencias. Desde el primer pecado del hombre, el mal se extiende cada vez más, genera múltiples y graves consecuencias en todos los campos: individual, conyugal, familiar, social y en la naturaleza, pero sobre todo nos dificulta el poder descubrir la presencia de Dios vivo en todas las cosas, personas y de esta manera, entrar en una relación personal con Él.

También, por otro lado, «nos entristece constatar el ambiente, relativista que nos vuelve poco sensibles al pecado, nos incita a la búsqueda del placer por el placer, el consumismo y la permisividad» (IV PDP Vol. I 345)

A nivel personal: encontramos el pecado en toda persona. En la mente y en su conducta, toda clase de desajustes y desequilibrios. Desorden y falta de armonía consigo mismo, con los demás y con toda la creación. Adicciones y ataduras que provocan angustia, temores, vergüenza, agitación, ira, tensiones, tristeza, depresiones etcétera.

Hay una excelente noticia: ¡Dios nos ama!, no por lo que nosotros hacemos de bueno, sino porque Él es nuestro Padre compasivo y clemente, lleno de amor y de ternura para con todos sus hijos. Tal vez tú tienes un concepto de Dios como castigador, como un Dios malo, un Dios que produce miedo, vengativo, egoísta, que está lejano; ese Dios no existe, ese Dios no es el Dios de Jesucristo. Jesús nos presentó el verdadero rostro de Dios que ama siempre incondicionalmente a todos, ama a los ingratos y malos (Lc 6,35); lleno de misericordia se revela a los pequeños.

Espera siempre y con los brazos abiertos a todos los que desean volver a Él (Lc 15) busca a la oveja que se le ha perdido, acoge las muestras de fe y de amor de forasteros y extraños a la fe judía, invitando a todos a la salvación (Lc 19, Jn 12, 20).

Jesús es el que nos invita a ser sus discípulos y misioneros de la misericordia: «El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso» (DA 254).

Actuemos

¿Con qué actitudes y acciones concretas podemos manifestar a los demás que somos discípulos – misioneros de la misericordia de Dios? El Documento de parecida nos sugiere algunas formas de poner en práctica el amor misericordioso de Dios Padre:
- Socorrer las necesidades más urgentes de nuestros hermanos.
- Arriesgarse a colaborar con organismos o instituciones para organizar estructuras más justas
- Buscar elevar el nivel de vida de los ciudadanos promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo » (cf. DA 384 -385)
Es una medida de prudencia revisar la propia vida, para rectificar el camino, para optimizar los esfuerzos.

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