¿Qué le pasa?
El presidente Felipe Calderón está mal. No sé si ya le afectaron emocionalmente tantos problemas, especialmente el de la violencia incontrolable por parte de las mafias del narcotráfico, que no puede frenar su gobierno a pesar de los miles de soldados y marinos que tiene combatiendo en las calles; o es alguna otra la causa (el alcohol por ejemplo), pero está empezando a decir cosas raras, incoherencias, tonterías en el mejor de los casos (porque a éstas ya nos tenía acostumbrados Vicente Fox), que me dicen, a mí en lo particular, que algo anda mal en la cabeza del Presidente de la República, lo cual me parece de extrema gravedad.
En días pasados dijo por ejemplo que dejar de combatir al crimen organizado sería como dejar entrar a un bolero a la cochera de la casa, darle permiso de que boleara zapatos en ese lugar y cobrarle une pequeña comisión de sus ganancias, que al rato iba a entrar el bolero a la casa a ver qué había en el refrigerador para comer, que iba a usar la bata del señor y que lo iban a encontrar en el baño, en la tina llena de burbujas, y aunque no terminó el Presidente de exponer su parábola, dio a entender que sin duda el bolero terminaría en la cama con la esposa del hombre que le dio permiso de lustrar calzado en la cochera.
Qué cosa más rara se le ocurrió a Felipe Calderón para explicar por qué no se debe dejar de combatir a las mafias del narcotráfico. Para empezar nadie está pidiendo ni proponiendo que se les deje de combatir, lo que están diciendo muchos es que la estrategia es equivocada, que no funciona, que entre más soldados se sacan a las calles más personas mueren cada día; y para continuar, qué mala onda comparar a un bolero, cuyo trabajo es digno y honrado, con los criminales asesinos que matan por igual a hombres, mujeres y niños, fue una comparación lamentable que sólo en una mente dañada se podía originar.
Luego, dice el Presidente Calderón este martes, que la percepción que se tiene de lo que está pasando en el país, no coincide con lo que en realidad está pasando, que la percepción es mayor, exagerada, que se agranda el problema gracias a las noticias; en otras palabras, que la situación no es tan grave como parece, como nos parece, como nos asusta. ¿Qué le pasa a ese hombre que -se supone- nos gobierna?
O sea que según él, que asesinen en grupo a 15 personas al pie de la sierra de Chihuahua, entre ellas a un bebé; que asesinen a un grupo de 13 jóvenes que estaban en una fiesta en Ciudad Juárez, que asesinen a otros 12 en un bar de Torreón; que les disparen y lancen granadas para matarlos a otros ocho muchachos, menores, en Durango; que haya una masacre con más de cuarenta muertos durante sólo dos noches en Acapulco… ¿todo eso no le parece grave al presidente Felipe Calderón?, ¿la percepción que tenemos, los mexicanos y el mundo entero, de que en México ya nadie está a salvo, de que podemos morir asesinados, usted, yo, cualquiera en cualquier momento, no coincide con la realidad?
¿Qué le pasa al Presidente?, no sólo parece haber perdido ya la guerra contra el crimen, sino además la cordura y la razón, parece como si se estuviera volviendo loco, o idiota… ¡Qué grave!
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