Hay que desamarrarnos

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


El circo nacional ruso festejaba con gran alegría el nacimiento de su primer elefantito en cautiverio, siendo la atracción de propios y extraños. Adultos y niños, ricos y pobres, gozaban ante el pequeño gran animal que se sentía la estrella del espectáculo.

Pero, era tan travieso e inquieto, que el director del circo, mandó que lo amarraran a una estaca con una cuerda… Al principio, el elefantito intentó liberarse y tiraba la cuerda con mucha fuerza, pero sin éxito alguno. Se lastimó tanto su pata, que renunció a jalar la cuerda.

Ante la dificultad, terminó por ni siquiera intentarlo; y así todas las noches, dormía atado a la pequeña estaca de madera.

Fueron pasando los años y el paquidermo fue creciendo y creciendo, hasta que se transformó en un poderoso animal, que en el espectáculo del circo rompía cadenas y empujaba un camión de carga.

Pero, al terminar la función, simplemente, lo volvían a amarrar con la misma soga desgastada por el tiempo a la misma estaca de madera, que se había podrido por el agua.

Bastaría que el monumental animal jalara la cuerda, para cortarla o desenterrar la estaca, pero ya estaba programado para seguir con la rutina de las consignas de una tradición que se había transformado en programa de vida.

Le hicieron creer que no podía ser libre y el pobre elefante había llegado a la conclusión de que era inútil buscar su liberación y así vivía encadenado a una frágil cuerda y una pequeña estaca de madera que eran más fuertes y poderosas en su mente que en la realidad…

Lo programaron, pero también él se dejó programar, llegando a aceptar y pensar que no podría ser libre.

Muchos de nosotros somos como ese elefante: Vamos por el mundo atados a varias estacas que nos restan libertad. Vivimos suponiendo que “no podemos”, simplemente porque alguna vez probamos y no logramos nuestro objetivo. Grabamos en nuestra conciencia: “No puedo… y nunca podré”.

Crecimos cargando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos por preconceptos y paradigmas heredados y nunca más lo volvimos a procurar.

Un día alguien nos amarró a una estaca, pero después nosotros mismos permanecimos atados, creyendo que ese era nuestro destino y que no había otra alternativa. Y como no contábamos con nuestras capacidades de liberarnos, permanecimos encadenados.

Cada uno tiene una estaca a la que permanece atado; y lo peor, suponiendo que está condenado a vivir de esa manera.

Para entrar a Jesuralén, Jesús necesitaba un burro libre, sin ataduras y por eso, envía dos de sus discípulos.

La misión de los discípulos de Jesús es liberar y desatar. Pero, antes, la Iglesia ha de llenarse ella misma con el poder del Espíritu Santo, proclamando que para ser libres nos ha libertado Cristo Jesús.
Señor Jesús, otros me sujetaron a alguna estaca para moldearme de acuerdo a la tradición.

Pero, desgraciadamente, también yo me até y permanecí encadenado a esa estaca llamada pecado, a aquella otra que se identifica con ese vicio o conducta desornada. Me até a paradigmas y dogmas que proclamé infalibles.

Pero que a la postre me estacionaron y estancaron en mi pensamiento y actitudes.

Vivo atado, Señor, por la cuerda de una decepción, una experiencia negativa o complejos de culpa.
También.

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