¡No hay que presumir!

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Un amigo me contó lo siguiente:
“Cierta mañana saqué a mi padre, ciego, de la cabaña de madera para dar un paseo por el bosque. El se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio, levantando su mano, me preguntó:

-Además del trinar de los pájaros y el viento que canta entre las ramas de los árboles. ¿Percibes alguna cosa más?

Agudicé mis oídos por algunos segundos y le respondí:

-Estoy escuchando un ruido que se va acercando.

-Si, afirmó mi padre. En una carroza vacía.

Pregunté entonces, con curiosidad:

¿Una carroza vacía? ¿Cómo sabes que viaja sin gente, ni mercancía, si está lejos y no puedes verla?
Entonces mi padre me sorprendió con su sabiduría. Colocó su mano derecha sobre mi hombro y con pausada pero segura voz, me enseñó:

-Es muy fácil saber cuando una carroza no lleva carga ni mercancía. Cuanto más vacía la carroza, mayor es el ruido que produce.

-“Cuanto más vacía la carroza, mayor es el ruido que produce”, repetí en voz baja, tomándola la mano.

Los individuos vanidosos, generalmente tratan de llamar la atención y atraer los reflectores, adjudicándose con ostentación triunfos y cosas que ni siquiera tienen o hacen. Casi siempre, atrás de una presunción existe una carencia que no ha sido satisfecha. En cambio, las personas que obran bien, no lo presumen, porque no precisan vanagloriarse de sus éxitos, porque son evidentes antes todos los demás. El bien es discreto pero expansivo por naturaleza, por eso no necesita de reflectores ni aplausos.

Sería bueno examinarnos hoy, no si carecemos de frutos, sino si hemos disfrazado nuestra esterilidad con abundante follaje.

Señor, ahora sólo te quiero pedir perdón por tantas veces que hice ruido con mi carroza porque estaba hueca de Dios y de amor; cuantas veces he transitado por los caminos de la vida con una carroza vacía de palabras dulces, sin sentimientos amables. Perdona, Señor la falta de paciencia y de verdad que hay en mi equipaje.

Perdóname, Señor, por todas las veces en que en vez de llenar el corazón de mis hermanos, solo hice ruido, incomodándolos con mi intransigencia, mis palabras vanidosas y mis discursos hinchados de petulancia,
Perdóname, Señor, por haber engañado a los demás con mi follaje. He disfrazado la esterilidad de frutos, con simple hojarasca, haciendo suponer que tenía sabrosos frutos en mi vida. Tú soportas el que no tenga frutos, pero lo que no admites es que trate de suplir lo esencial con lo accidental.

El problema no es carecer de frutos, sino dar la apariencia de tenerlos con frondoso follaje.
¡Feliz día del Padre!

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