Siete Días: Don Camilo Sandoval y Peppone Ebrard

Don Juan Sandoval, está acostumbrado a ser lo que es, una autoridad moral y que en el lugar donde se encuentra puede aconsejar y regañar hasta al mismísimo gobernador Emilio González. Y lo más lógico para el cardenal sería lanzarse a aconsejar y regañar a cualquier autoridad en el país, no nomás de Jalisco.

Don Marcelo Ebrard, también está acostumbrado a ser la autoridad de más de 10 millones de personas en el lugar donde gobierna; también está habituado a aprobar abortos y uniones entre homosexuales sin que la autoridad eclesiástica haya opuesto mayor resistencia. Y si los curas de su ciudad no dijeron nada, ¿por qué aquel que está a cientos de kilómetros se atreve a decirle algo?

Y así, cada vez que el país medio descansa de la narcoviolencia, salen a escena los dimes y diretes de estos modernos Don Camilo y Peppone mexicanos.

En las páginas web de medios que dan a conocer una nueva noticia sobre este pleito, al pie de la nota opinan decenas y hasta cientos de "cibernautas", casi todos dándole duro al cardenal aunque no necesariamente apoyando al jefe de la Ciudad de México.

Y dichos opinadores siempre dicen más o menos lo mismo, lo que da a pensar que son los mismos, que tienen múltiples alter egos y cada día se ponen a revisar exhaustivamente todos los medios que dan la nota para que ninguno quede sin observaciones.

Por consiguiente siempre tachan al cardenal de protector de curas pedófilos y otras lindezas. Como que no saben estos opinadores qué más poner acerca de Sandoval Iñiguez y siempre lo acusan de lo mismo aunque oficialmente nunca se haya siquiera sospechado tales acciones del prelado.

Sí hay quienes defiendan a la iglesia católica o a Juan Sandoval, pero enseguida se le echan encima decenas de comecuras.

Si nos atuviéramos a lo que pasa en el mundo virtual y diéramos por hecho que así se rige la vida real como muchos creen o quisieran, serían inmensa mayoría los defensores del homosexualismo y detractores de la iglesia que promueven la anormalidad humana.

Un buen amigo, que no es católico pero tampoco le da por apoyar las causas anormales, al contrario, es una persona de provecho y de bien, decía que los católicos rara vez defienden sus creencias, instituciones y líderes; siempre se dejan pisotear y calumniar y mansamente aguantan vara con las bravatas de sus atacantes.

Mi amigo, a pesar de no creer en lo mismo que el Cardenal, dice que éste hace bien defendiendo la institución que representa, pues es su obligación y se lamenta por todos aquellos fieles que no lo hacen.
¿Por qué los católicos no defendemos nuestras creencias y dejamos que unos pocos hagan todo el ruido y den la impresión que tienen la razón y ellos ganaron? No lo sé.

Quizá sea, como decíamos con un familiar mío, que un promotor de los derechos gays, del aborto o cosas de esas, parece que sí puede decir lo que le plazca por todos los medios y pobre de aquel que lo critique o se lo impida, pues "viola sus garantías individuales y libertad de expresión". En cambio, el que habla mal de estos personajes, más rápido que de volada es tachado de homófobo, intolerante y otras estupideces más.