Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
En los primeros años del siglo 16 tiene su origen la intervención de María, las apariciones de la Virgen de Guadalupe que ustedes ya conocen, hasta que fue y sigue siendo un providencial acontecimiento de salvación.
Juan Diego se llama aquel indio que se presentó ante el Señor Obispo para contarle lo que había visto y oído en el cerrito del Tepeyac.
El Señor Obispo, para cerciorarse, le preguntó muchas cosas, dónde la vio y cómo era; y el refirió todo perfectamente al Señor Obispo. Mas aunque explicó con precisión la figura de ella y cuanto había visto y admirado, que en todo se descubría ser ella la siempre Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo; sin embargo, no le dio crédito y dijo que no solamente por su plática y solicitud se había de hacer lo que pedía; que además, era muy necesaria alguna señal; para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del Cielo.
Así que lo oyó dijo Juan Diego al obispo: “Señor, mira cuál ha de ser la señal que pides; que luego iré a pedírsela a la Señora del Cielo que me envía acá”.
Viendo el Obispo que ratificaba todo, sin dudar, ni retractar nada, le despidió. Mandó inmediatamente a unas gentes de su casa, en quienes podía confiar, que le vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba y a quién veía y hablaba. Así se hizo.
Parece que el Señor Obispo no le creía en nada a Juan Diego; pero era necesario que actuara así; para que nosotros comprendiéramos que el verdadero testigo, siempre conoce bien todo aquello de lo que da razón.
También era necesaria la señal, para saber que quien la mandaba era la Señora del Cielo, que tiene poder para dar señales o signos reales.
Vemos que Juan Diego estaba seguro de traer la señal, nosotros debemos estar seguros de que la Santísima Virgen nos ama y nos concede lo que le pedimos, si no portamos como verdaderos hijos.
¿Por qué habla la historia de una quinta aparición?
Porque, en efecto, se realizó ese mismo 12 de diciembre como a las seis de la mañana en el pueblo de Cuatitlán. El privilegiado fue el moribundo Juan Bernardino a quien se le apareció Santa María de Guadalupe en la misma forma que a Juan Diego. Tuvo la Señora la delicadeza de explicarles la tardanza de su sobrina a Juan Diego. También le ordenó que fuera a ver al Obispo para revelarle lo que vio y su curación. A este bienaventurado anciano le reveló el nombre con que quería ser invocada: La Virgen Santa María de Guadalupe.
El primer milagro obrado por María a favor de sus hijos, al resucitar a un indio flechado accidentalmente en las Danzas guerreras que le dedicaron a la Virgen en el trayecto hacia la Ermita. Tuvo lugar la mañana del 26 de diciembre de 1531 y aumentó grandemente la fe de los presentes al ver que el indio resucitado continuó brillando con mayor entusiasmo.
El pueblo mexicano siempre le canta con mucho cariño, como podemos ver en esta canción.
Morenita Madre mía.
Mi voz te canta a ti,
me alegra tu semblante de ternura
tu mirada sobre mí.
Hoy quiere, ser mi canto una plegaria
y con gozo infantil decirte así:
Soy feliz de correr por tu cuenta
hoy, mañana y hasta el fin.
Tú que eres la Señora de los Cielos
y que amante en Juan Diego ya me das
la alegría de vivir con nosotros
oye Madre mi cantar.
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