Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Dicen que al profeta Elías le gustaba observar de cerca a las gentes y un día se disfrazó de mendigo, ropas sucias y rotas. Fue a llamar a la puerta de una gran mansión. Se celebraba una gran fiesta. Cuando lo vio el dueño, sucio y andrajoso lo despachó con un gran portazo. Elías se marchó. Volvió más tarde, ahora lujosamente vestido: traje, camisa de seda, sombrero, bastón con empuñadora de oro. Cuando llamó a la puerta fue recibido con todos los honores y sentado en la mesa de honor. Todos le miraban con admiración.
De repente Elías empezó a llenarse los bolsillos de comida y a derramar el vino por su ropa. La gente sorprendida le preguntó porqué se comportaba así: Elías contestó: cuando vine como rico me honraron y agasajaron, pero soy la misma persona, solo han cambiado mis vestidos, ustedes no me recibieron a mí sino a mis vestidos y mis vestidos tenían que ser alimentados. Los invitados bajaron la cabeza avergonzados y cuando la levantaron Elías había desaparecido. En su silla había quedado su bastón con la empuñadora de oro… Jesús siente debilidad por los pobres, los marginados, los enfermos, los pecadores. Jesús siente debilidad por nosotros, que somos eso.
Es fantástico oír los testimonios de las personas a las que Dios ha transformado su vida, les ha vuelto la palabra y ha cambiado su corazón pero se queda pequeño si no transforma también a los que les rodean. Jesús no fue un mero espectador. Fue agente de transformación. Hoy también buscamos lo espectacular, el milagro. El milagro no es lo importante. El amor es lo importante. Jesús no es el hombre que hace milagros. Jesús es el hombre que muere y su muerte por amor es el gran milagro, el único milagro que salva, transforma y nos hace a todos hablar bien de El y estar con El. Hoy nos dice también “Abrete”, al amor, al perdón, al servicio, a vivir la fe, la esperanza y la unión.
Al celebrar la gran fiesta de la Resurrección que durará nada menos que cincuenta días, es muy importante que aprendamos la lección que nos da, porque Jesucristo seguirá estando con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Se nos va a seguir presentando disfrazado de distintas maneras como se presentó ante María Magdalena como si fuera un simple jardinero, o también a los dos discípulos que iban para Emaús como si fuera un caminante, de la misma manera se nos seguirá presentado como un simple pobre o un huérfano o un necesitado. ¡Abrámosle nuestro corazón”.
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Dicen que al profeta Elías le gustaba observar de cerca a las gentes y un día se disfrazó de mendigo, ropas sucias y rotas. Fue a llamar a la puerta de una gran mansión. Se celebraba una gran fiesta. Cuando lo vio el dueño, sucio y andrajoso lo despachó con un gran portazo. Elías se marchó. Volvió más tarde, ahora lujosamente vestido: traje, camisa de seda, sombrero, bastón con empuñadora de oro. Cuando llamó a la puerta fue recibido con todos los honores y sentado en la mesa de honor. Todos le miraban con admiración.
De repente Elías empezó a llenarse los bolsillos de comida y a derramar el vino por su ropa. La gente sorprendida le preguntó porqué se comportaba así: Elías contestó: cuando vine como rico me honraron y agasajaron, pero soy la misma persona, solo han cambiado mis vestidos, ustedes no me recibieron a mí sino a mis vestidos y mis vestidos tenían que ser alimentados. Los invitados bajaron la cabeza avergonzados y cuando la levantaron Elías había desaparecido. En su silla había quedado su bastón con la empuñadora de oro… Jesús siente debilidad por los pobres, los marginados, los enfermos, los pecadores. Jesús siente debilidad por nosotros, que somos eso.
Es fantástico oír los testimonios de las personas a las que Dios ha transformado su vida, les ha vuelto la palabra y ha cambiado su corazón pero se queda pequeño si no transforma también a los que les rodean. Jesús no fue un mero espectador. Fue agente de transformación. Hoy también buscamos lo espectacular, el milagro. El milagro no es lo importante. El amor es lo importante. Jesús no es el hombre que hace milagros. Jesús es el hombre que muere y su muerte por amor es el gran milagro, el único milagro que salva, transforma y nos hace a todos hablar bien de El y estar con El. Hoy nos dice también “Abrete”, al amor, al perdón, al servicio, a vivir la fe, la esperanza y la unión.
Al celebrar la gran fiesta de la Resurrección que durará nada menos que cincuenta días, es muy importante que aprendamos la lección que nos da, porque Jesucristo seguirá estando con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Se nos va a seguir presentando disfrazado de distintas maneras como se presentó ante María Magdalena como si fuera un simple jardinero, o también a los dos discípulos que iban para Emaús como si fuera un caminante, de la misma manera se nos seguirá presentado como un simple pobre o un huérfano o un necesitado. ¡Abrámosle nuestro corazón”.
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