Dios busca a los pescadores

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Cuentan que cuando murió el Emperador Maximiliano de Austria fue llevado en gran procesión a la catedral para la celebración de su funeral. Las puertas estaban cerradas, un ministro pidió que se abrieran. “¿Quién es?” preguntaron desde adentro.

Es el emperador Maximiliano. –No te conozco. ¿Quién es? Es un buen cristiano. -No te conozco. ¿Quién es? –un pecador. Y las puertas se abrieron… A Jesús le gustan las malas compañías, porque nos ha venido a buscar. Muchos hombres, cerrados los oídos a la llamada de Dios, siguen su camino y lo ignoran. Otros muchos creyentes sienten la necesidad de Dios pero no se atreven a acercarse a El porque se sienten muy pecadores. Pocos creen en un Dios que se acerca a El porque se sienten muy pecadores. Pocos creen en un Dios que se acerca y busca a los peadores. Nos resulta difícil creer en un Dios grande, que nos ama no porque lo merezcamos sino porque lo necesitamos. No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos. Nuestro pecado por grande que sea no deber ser obstáculo para acercarnos a Dios. Todos tenemos cabida en su seno. Todos incluídos, cobijados, aceptados, reconciliados por el único gran amor que perdona y salva, el de Dios y de su hijo Jesucristo.

Durante las guerras napoleónicas, un joven soldado francés se quedó dormido mientras hacía la guardia. Fue declarado culpable y sentenciado a muerte. Su madre, viuda, apeló a todos los juzgados pero no consiguió nada. Finalmente decidió acudir al mismo emperador. “No pido justicia”, decía, “pido misericordia. “Señora, su hijo no merece misericordia, merece morir” le contestó Napoleón con frialdad. La madre le replicó: “Tiene razón, señor. Ese es el motivo por lo que pido misericordia. Si se la mereciera ya no sería misericordia. El emperador se conmovió ante la lógica de la madre y perdonó al soldado.

Cuando pensamos en la importancia que tiene recibir la sagrada comunión es necesario comprender que nos acercamos a comulgar no como quien recibe un premio por su buen comportamiento, sino como personas que al darnos cuenta de nuestra debilidad y miseria espiritual necesitamos la ayuda del Todopoderoso. Y qué mejor ayuda que recibir el cuerpo de Cristo como alimento para que sea nuestro compañero de camino, pues al ir por ésta vida encontramos muchas dificultades y peligros que nos estorban para llegar al cielo.

No olvidemos lo que rezamos en el santo rosario:
Ruego por nosotros los pecadores a la hora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

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