Por el padre Miguel Ángel
A nosotros, si no atendemos a los llamados que Dios por medio de sus
enviados nos hace para que nos convirtamos, nos puede suceder como a aquellos
universitarios que atravesaban el Desierto del Sahara, y por la sed y el calor
empezaron a ver quimeras o visiones enfebrecidas y a contemplar falsos oasis
con agua y sombra y quisieron seguir hacia esas direcciones engañosas.
El guía que los presidía les decía que no, que por allí no se fueran
porque se los tragaría el desierto: pero algunos más violentos, cansados de
estas prohibiciones apuñalaron al experto guía y se fueron hacia el falso oasis
que solo existía en su imaginación calenturienta.
El guía derramando sangre, todavía tuvo fuerzas para indicarles cuál
era el camino verdadero y pedirles que no se fueran por donde veían los falsos
oasis o quimeras. Los que le obedecieron llegaron al oasis verdadero, pero los
que no le quisieron hacer caso fueron encontrados después convertidos en secos
esqueletos, devorados por el calor del temible desierto.
Es la historia de tantos y tantas a quienes Dios envía mensajeros
para señalarles cual es el verdadero camino de la felicidad terrenal y eterna.
Si hacen caso a los enviados de Dios se librarán de males y hallarán la
felicidad. Si no sólo encontrarán desilusión desdicha y perdición.
Qué ejemplar fue la respuesta que dieron los habitantes de Nínive,
cuando el profeta Jonás les advirtió de parte de Dios que si no se corregían de
sus malas obras, la ciudad sería destruida.
Los ninivitas arrepentidos, creyeron en la advertencia de Dios y
ordenaron un ayuno, vistiéndose todos con ropa de penitencia desde el rey hasta
el último de los habitantes y ninguno comía ni bebía ni nada, incluidos los
animales.
Todos se corrigieron de su mala conducta y por eso Dios los perdonó.
Nosotros también tenemos a nuestros padres y mayores que nos
orientan para que lleguemos seguros a la
vida eterna.
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