Encuadernados




Jack Sparrow también tenía su propia brújula

 El tema educativo en nuestro país está rebasado. Seguimos produciendo alumnos a costa de lo que sea, imponiéndoles hasta las aspiraciones.
 Cada año, a finales de agosto o principios de septiembre vemos las mismas escenas en las escuelas de educación básica y en las oficinas de las autoridades educativas: padres y madres de familia pidiendo que les cambien a sus hijos de escuela a una que les quede más cerca.
 Eso es en materia de primaria, kínder o secundaria. Pero no son los únicos.
 También se padece en la prepa. Cada día hay más jóvenes que buscan estudiar bachillerato, que pretenden incorporarse a los sistemas gratuitos, pero la frustración llega a finales de cada julio, con las listas de “admitidos” de la Universidad de Guadajara. Y ya para qué meternos en el tema de la Universidad, donde el embudo cierra más su cuello para dejar pasar, a cuenta gotas, a los aspirantes a licenciados, a ingenieros.
 Nos hemos topado con egresados de universidad, jóvenes deprimidos, en crisis existenciales porque, creyendo que ya son “algo en la vida” con su título bajo el brazo, se topan de narices frente a la puerta del desempleo. 18 o 20 años después de ir a las aulas casi a diario; luego de lidiar toda su vida con libros, tareas, profes, desvelos, insomnios, miedos y calificaciones, no hay opciones, no hay luz en su túnel. O toman la opción del negocio familiar, o cambian de ciudad o –los que pueden- prolongan su pasantía en las aulas con una Maestría. Pero no para especializarse, sino para “entretenerse” mientras llega alguna opción laboral digna.
 En todo este laberinto educativo, las familias deben enfrentar otra disyuntiva; el que decide no estudiar, ha tomado pues una decisión, no cargar libros ni profesores. Pero quien opta por la escuela se enfrenta a otra disyuntiva: aceptar la escuela oficial, “la gratis” o pagar en una opción privada. En este sentido el problema está relativamente resuelto para quien no tiene liquidez: manda a sus hijos a la escuela pública. Para quien tiene mucha liquidez, tampoco tiene problema aparente: manda a sus hijos a la escuela de su preferencia.
 El atorón lo tiene esa gran masa de clasemedieros, que ni son pobres ni son ricos, que no reciben beneficios del Oportunidades, pero tampoco los deducibles de las facturas de quienes tienen capital.
 Esa es la parte que les toca resolver a las familias, desde la perspectiva económica; pero no es la única área por resolver en la educación. Ahí aparecen otros elementos, como las ofertas del sector. El Estado implementa “políticas públicas de educación”, donde marca qué se va a estudiar, qué materias se colocan y qué contenidos se abordan en clases. Principalmente en Educación básica.
 Luego entra también el aspecto magisterial. Ser atendido por profesores del Sindicato o los No Sindicalizados. Los federalizados o los estatales. Los que tienen Carrera Magisterial o los que tienen licenciatura. Los que tienen una plaza, dos o tres. Los que están en aula o tienen “Comisión”.
 Por si faltara algún elemento en esa explosiva combinación de intereses y enfoques, entra también la participación de los Padres de Familia, pertenezcan a la Unión Nacional o sean “libres”. Los intereses de los líderes de asociaciones que buscan resolver los temas educativos o los papás que se ponen de peldaño para que sus hijos “avancen” con beneficios en su escuela. Los que imponen cuotas para quedar bien con el “Dire” o los que no las pagan porque no tienen, porque no pueden.
 La educación es pues, en estos días, en estas tierras, un asunto por demás trascendente. Es un monstruo de mil cabezas. En tanto salen documentales en detrimento o en apoyo de los maestros. En tanto se organizan jornadas de actualización. En tanto se certifican carreras, en tanto se forman federaciones de alumnos, en tanto forman escuelas de padres, en tanto ocurre todo eso, seguimos a la deriva en la barca educativa.
 Hay esfuerzos loables en varias áreas, pero seguimos sin dar en el punto con el tema de “para qué estamos preparando a nuestros hijos, a nuestros estudiantes”.
 ¿Usted si lo sabe?, ¿Su hijo estudia lo que le hace feliz?, ¿Tendrá trabajo cuando concluya su educación?, ¿Para qué estudia?

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