Por el padre Miguel Ángel
En una pequeña aldea de Francia, un muchacho cuidaba las ovejas de
su padre. A base de mucho tiempo y de no pequeños sacrificios había logrado
reunir treinta monedas. Aquello era un verdadero tesoro para el pastorcillo.
Cada mañana dejaba vagar su imaginación y pensaba lo que iba a comprar con
aquel dinero.
¿Una boina?, ¿un pantalón de seda para su madre?, ¿algún adorno para
su Virgen?.
Porque el pastorcillo había hecho una pequeña capilla en el tronco
de una gruesa encina, donde tenía una imagen de la Santísima Virgen, que solía
adornar con flores y velas, tal vez vendría bien para su Virgen una guirnalda
de flores que no se marchitasen en el invierno.
Lo que es proyectos, no le faltaban al pastorcillo.
Un buen día, estaba pensando en todos estos sueños cuando acertó a
pasar por allí un pobre que no había probado bocado en aquel día y debía
recorrer aún un largo camino para encontrar quien lo socorriese. Movido a
compasión, el pastorcillo le dio toda su fortuna, las treinta monedas. ¡No se
reservó ni una sola!.
Aquel pastorcillo se llamaba Vicente. Hoy le conoce todo el mundo,
porque es uno de los hombres que más bien han hecho a la humanidad: es San
Vicente de Paúl. Millones de hombres, de niños, de mujeres, de ancianos... han
recibido, gracias a él, una sonrisa, un alimento, un techo.
Vicente de Paúl cumplió sin pretenderlo tal vez, el evangelio.
El sembró un pequeño acto de caridad en los bosques de Francia y
aquella simiente se fue desarrollando prodigiosamente a lo largo de su vida y
después de su muerte, haciendo que miles de hombres y de mujeres se dedicaran
por completo y con verdadera pasión al ejercicio de la caridad para con los más
pobres.
Este arbusto grande de que habla el evangelio son hoy los
hospitales, clínicas, asilos, escuelas... donde miles de mujeres, "Hijas
de la Caridad", gastan sus vidas.
Hay que sembrar obras buenas por todas partes, hay que sembrar en
abundancia.
No tengamos miedo en echar muchas semillas haciendo el bien a
nuestro al rededor, porque ya florecerá tarde que temprano.
Hay que sembrar buenos consejos por aquí, obras de caridad por allá,
un pequeño o gran servicio más allá y nunca dejar de sembrar alegres sonrisas
porque eso no cuesta nada y en cambio podemos hacer mucho bien.
Nota: Te invito para que asistas el próximo lunes 27 a la Casa de la
Cultura de Tepa a las 7:00 de la tarde; ahí presentaré el libro "Anécdotas
con sabor a Evangelio".
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