Saber volar a las alturas



Por el padre Miguel Ángel

Cuenta una leyenda que un hombre llamado Claro, construyó unas alas de plumas pegadas con cera, voló para salir de la isla en que se encontraba, y al ir volando se aproximó demasiado al sol, se derritió la cerca de las alas y cayó al mar.
También se cuenta que al famoso Leonardo da Vinci se las ingenió para volar, construyó unas alas científicamente adaptadas, pero fracasó en su intento.
Por fin el ingenio y tenacidad del hombre logró su intento y comenzó a volar, y no sólo volar por el espacio, sino que ha llegado a la luna.
Dice Santa Teresa de Jesús que ella promete el cielo a quien haga cada día un cuarto de oración. Es preciso dedicar tiempo a Dios.
Dar nuestro tiempo a Dios es el mejor regalo que le podemos hacer, porque le damos algo nuestro, algo que nunca jamás podremos ya recuperar, y esto es una señal magnífica de amor.
Algunas personas piensan que al ponerse a hacer oración están perdiendo el tiempo que podrían dedicar a otros trabajos que podrían parecer más importantes, pero la verdad es que están equivocados, porque al dedicar un espacio de nuestro tiempo a hablar en Dios, lejos de ser tiempo perdiendo es un tiempo muy buen aprovechado.
Así como los coches necesitan gasolina, los teléfonos necesitan recargarse y las plantas necesitan agua para seguir viviendo, así nosotros necesitamos  de la oración para que nuestra vida espiritual no de carga.
Una persona que no hace oración es como un río sin agua.

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