¿La regamos kemosahbee?
Aunque tiraron pa´l monte, las encontraron.
Los regidores rectificaron y el tema de la
pata de cabra, luego salir a la luz pública, fue resuelto con cierto dejo de
política.
Aunque ya compraron una máquina modelo 2000 en
casi 3 millones de pesos para –inicialmente- reponer la del basurero; ahora,
como por arte de magia, resulta que con “sólo 170 mil pesotes” podrán reparar (?) la pata de cabra incendiada en el
basurero por la impericia de los empleados del taller.
Las
sospechas de compras subterráneas fueron desactivadas, aunque algunos insisten
en que se investigue el desperfecto y, ahora también, a quién querían
beneficiar con la “desaparición” de esa maquinaria que, literalmente, la habían
mandado al basurero, a pesar de que como fierro, tiene un alto costo en el
mercado.
Con esa decisión tomada en la Comisión de
Hacienda, el alcalde Jorge González dio una muestra clara de sensibilidad ante
las dudas que se generaron. Le dio una salida política a un espinoso tema
económico-laboral.
Pero justo cuando las aguas se calmaban en ese
frente, le abrieron otra batalla, en otra oficina.
Resulta que, al iniciar la semana, corrieron
versiones de presuntos malos manejos económicos en el área de Catastro Municipal.
Al ser consultado el jefe de esa área, el
exregidor Gilberto Casillas Casillas, no quiso abundar en el tema. Se limitó a
decir –previa autorización de Comunicación Social-, que tres empleados de su
área y una más de ingresos (Tesorería) habían firmado su renuncia este martes
“por pérdida de confianza”.
Explicó que no se desviaron recursos, que no
hubo desfalco ni fraude, pero que “hicieron algo indebido” y por ello se les
invitó a firmar su retiro de la benevolente burocracia tepatitlense.
Y como no hubo versión oficial de los hechos,
han corrido un sinnúmero de versiones sobre lo que habría sucedido. Desde
aquellas que versan sobre firmas y entrega de documentos que no era tiempo de
ser entregados, hasta la exagerada versión de que esos empleados utilizaban sus
tarjetas de crédito personales para “puentear” los pagos de ciudadanos que
llegaban a pagar su impuesto predial. Lo pagarían en efectivo y, los empleados,
utilizarían sus plásticos personales para hacer el pago, casi inmediato, a las
cuentas del municipio.
-¿Y para
qué lo harían?
- Bueno es
que las tarjetas generarían “puntos” canjeables por beneficios como viajes o
regalos, que luego se disfrutarían, por sorteo o en colectividad.
Esa versión no fue aclarada. Parece mágica,
inverosímil, en especial porque los “renunciantes” tenían muchos años laborando
en esa área. Conocían mucho el manejo del Catastro, se habían capacitado, eran
cumplidores en sus tiempos, en sus tareas, pero les habría ganado la avaricia
de jugársela a cambio de prerrogativas bancarias. Versiones que no quedan muy
claras, ante el silencio oficial.
Y bueno, ante esas presuntas irregularidades,
el alcalde ahora tuvo que volver a meter la mano por sus muchachos. Tendrá que
meditar cómo resolver ese entuerto y, de nueva cuenta, tiene la alternativa de
esconder la verdad a cambio de respeto interno panista o romper el silencio y
dar un golpe de timón para dejarles en claro, a propios y extraños, que no
permitirá ningún tipo de desvíos ni daños a la comunidad o a la estructura de gobierno.
En esas tareas, de ir apagando fuegos
internos, al alcalde lo pueden estar llevando a una carrera galopante, como la
del llanero solitario… y lo pueden dejar sólo con su caballo y su amigo Toro.
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