Dios todo lo puede Por el padre Miguel Ángel


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Cuentan que Santa Juana de Chantal, a un protestante que negaba la presencia de Jesucristo en la Santa Hostia, le preguntó ¿sabe usted el Credo?, sí lo sé, contestó el hombre: por favor dígalo, agregó la Santa. Y el otro empezó: Creo en Dios Padre Todo poderoso... y la santa lo interrumpió diciéndole ¡No diga usted eso! No diga que Dios es Todopoderoso, por que si Dios no es capaz de que el cuerpo de Jesucristo esté en la Santa Hostia, ya Dios no es Todopoderoso...
Si sembramos una semilla en un terreno fértil y de allí, de esa pequeña semilla, saca Dios un árbol inmenso lleno de flores y de frutos ¿qué le costó eso a Dios?, nada, porque es Dios, ¿Y qué le va a costar hacer que una hostia se convierta en el cuerpo de Jesucristo?
Cuando empezamos a existir en el vientre de nuestra madre, éramos más pequeños que la punta de un alfiler y para podernos ver se necesitaba un microscopio; de ese ser más pequeñito que la punta de un alfiler, sacó Dios este cerebro maravilloso que tenemos, estos ojos formidables, este corazón portentoso, estos oídos magníficos ¿y qué le costó eso a Dios? nada, porque es Todopoderoso.
¿Qué le pudo costar a El hacer que una hostia se convirtiera en el cuerpo de Jesucristo? Para Dios todo es posible.
El Evangelio nos dice que los judíos de aquel entonces no pudieron aceptar las enseñanzas de Jesucristo acerca de la Eucaristía y se alejaron de El; en cambio el grupo de los apóstoles resistió a la prueba que se presentaba para su fe y dejaron el paso de aceptación al mensaje que Cristo les presentaba.
Este regalo del Pan del cielo es algo tan grande que es necesario agradecerle a Dios que nos haya dado lo que en verdad nos merecíamos.
Jesucristo repite varias veces que quien coma su cuerpo vivirá para siempre y El quiere que esto quede grabado en nuestro corazón definitiva y profundamente.
San Ignacio de Loyola estaba tan convencido de que en la Sagrada Eucaristía están verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, participaba de cuantas misas podía y en los últimos años al hacer oración ante el Santísimo Sacramento su rostro se ponía resplandeciente como el de Moisés cuando hablaba con Dios.
La Eucaristía es regalo infinito de amor; bajo los signos del pan y del vino reconocemos y adoramos el sacrificio único y perfecto de Cristo, ofrecido por nuestra salvación y por la de toda la humanidad. La Eucaristía es realmente el misterio que resume todas las maravillas que Dios realizó por nuestra salvación.

Que la participación en la Eucaristía lleve a los enfermos a ser pacientes en la prueba; a los esposos fieles en el amor, a los consagrados y consagradas perseverantes en los santos propósitos; fuertes y generosos a los niños, adolescentes y sobre todo a los jóvenes que se disponen a asumir personalmente la responsabilidad del futuro.

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