Por Javier Contreras.- El servicio de
transporte urbano de Tepatitlán es una porquería. Y no sólo porque la mayor
parte del tiempo las unidades están sucias y llenas de basura, sino porque la
ciudadanía no puede organizar sus actividades contando con ese “servicio”.
Los autobuses pasan cuando quieren, si es
que quieren. A veces van varios juntos y luego pasa mucho tiempo entre una
corrida y la otra. Pero sobre todo, cuando se mete el sol: uno puede ver a
personas que se hacen viejas esperando que pase el camión y dudando entre
seguir esperando o buscar un taxi.
¿Quién los supervisa? ¿Acaso hay alguna
dependencia del ayuntamiento que esté al tanto de cómo trabaja este asunto?
Seguramente no la hay, porque si la hubiera, entonces no estaría cumpliendo su
función.
A todos nos conviene que el servicio
urbano sea eficiente. En todas partes se habla de contaminación atmosférica, de
que en las ciudades respiramos veneno que nos va matando poco a poco. Todos pensamos
que debería haber menos autos circulando por las ciudades y todos sabemos que
si eso se da algún día, será porque hay un buen servicio de transporte público
con el que podamos contar, con el que nos podamos atener para organizar nuestro
día.
Hasta ahora, en las grandes ciudades y en
la nuestra, el servicio de transporte urbano es sólo para jodidos; para quien
no pude comprarse un auto. Pocas personas en su sano juicio, teniendo
transporte propio, se arriesgarían a irse a trabajar atenidos a que el autobús
urbano va a pasar a la hora indicada y no los hará llegar tarde.
Y con eso nos estamos echando todos la
soga al cuello, porque estamos creando las condiciones para que todo mundo deje
la opción del transporte público sólo para cuando no hay más.
Los gobernantes dan muchos discursos
sobre la contaminación y sobre mejorar los servicios públicos, pero no son
capaces de hacer que los mugres camiones salgan a la hora, que sean puntuales y
que estén limpios. Si usted ha viajado fuera del país, sabrá que en los países
del primer mundo, los ciudadanos se pueden atener a que el transporte público
va a pasar a la hora exacta, y por ello pueden dejar su auto en casa.
¿Qué tenemos que hacer?
Deberían los altos jefes municipales
trasladarse a su trabajo en el transporte urbano; así se enterarían de primera
mano de la calidad del servicio y no tendrían que esperar que alguien vaya y
les avise; y de paso, nos darían ejemplo de que el servicio que ellos autorizan
y administran para la población, es de aceptable calidad y que no es la última
opción a la que se ha de recurrir.
Debería de haber en los cruceros más
importantes o en ciertas paradas más concurridas, letreros diciendo que el
camión urbano pasa por ahí a tales y tales horas, de tal forma que el ciudadano
pueda atenderse al horario del camión para planear sus actividades.
Debería alguien, sea uno de los dueños o
una autoridad municipal, verificar que los horarios se cumplan y que no salga
camión de ninguna terminal si no va limpio.
¿Y cuál es el nivel de limpieza adecuado?
Si nos visitaran el Papa o el presidente de la república y se fuera a subir a
uno de nuestros autobuses, ¿qué tan limpio lo tendríamos? Pues así, es como
deben estar siempre los autobuses urbanos. Sólo cuando le demos al ciudadano
más pobre, el mismo valor social que al más encumbrado, sólo entonces
empezaremos a funcionar como sociedad: mientras tanto, nomás nos estamos
haciendo patos.
Tenemos que preguntarnos todos, si
estamos contentos con la sociedad en que vivimos o deberíamos de intentar
mejorarla. Si lo intentamos, quizá la mejoremos o quizá no; pero si no lo
intentamos, de seguro seguiremos igual y tal vez un poco peor.
¿Qué es lo que nos toca hacer a cada uno?
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