Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo




Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez

En un tono de liderazgo y de forma imperante.
Jesús en la colina del monte exhorta a sus discípulos a ser sal de la tierra y luz del mudo. Ese ustedes, que Jesús señala de forma imperativa se debe entender como una orden, de un mandato. Jesús no nos estaba sugiriendo, no nos está diciendo si quieren o no quieren, nos esta ordenando. De tal manera que si no obedécenos a este mandato no va ser posible lograr lo que ÉL quiere que alcancemos.
Ustedes son la sal de la tierra. Ese ustedes son la sal de la tierra, significa la alegría que el cristiano, el seguidor de Cristo debe tener (que grande compromiso). Jesús bien sabía que esta tierra viviría herida y lastimada  por el pecado.  Que estaba condenada a vivir en  estado de aridez, de desolación, de tristeza. Así el hombre intentará  conseguir a diestra y siniestra la paz y la felicidad en esta vida. El ser humano buscará la felicidad en los placeres, en los manjares, en la riqueza, en el sexo, la droga, etcétera.
Nunca lograremos  alcanzar la felicidad en plenitud. Ya que la verdadera felicidad no está aquí, Jesús es la felicidad por excelencia.  Que así como una comida no es agradable al paladar, si no tiene la sal adecuada para sazonarla, de igual manera  los cristianos que no estén  unidos a la fuente que da la propiedad de salar, no podrán salar. Estamos  llamados a darle sabor y alegría a la tierra.
Continuaba Jesús diciendo: Si la sal pierde su sabor, no sirve más que para ser tirada a la calle, para que la gente la pise. Los cristianos no debemos perder la propiedad de salar el ambiente, de animar a los pueblos, de alegrar a la gente, de entusiasmar los corazones, de luchar en las batallas y de perseverar en los ideales.
Por más adversa que sea la situación que se esté viviendo, por cruda y temible que esté siendo la enfermedad y el dolor, aunque todos los signos que vivamos sean contrarios a lo que esperamos y deseamos, tengamos la firme certeza y la confianza, que el señor Jesús camina junto a nosotros, que por ningún momento nos deja solos. Creámosle a Él en aquello que nos dijo: Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
Ustedes son la luz del mundo. La luz significa la fe, fe que el cristiano está llamado a propagar, a iluminar, a difundir. La palabra del mundo, Jesús quería dar a entender que este mundo herido por el pecado y la maldad, estaba condenado a vivir en las tinieblas, en la oscuridad y que el cristiano está llamado a iluminar al mundo mediante  la palabra de Dios y  el testimonio de vida. Que Dios no había escogido a ningún otro instrumento fuera del humano que hiciera las veces  que a Él le tocaba realizar. Que ahora le tocaba a él ser luz del mundo, luz que debería de brillar en  todas las circunstancias de la vida, especialmente en aquellas zonas obscuras en las que se encuentra sumida la humanidad, sobre todo en las instancias de poder, de tener, de prestigios y privilegios. Ahí es  donde el  cristiano está llamado a ser luz, anunciarle a los demás que no se dejen iluminar por luces opacas, oropelezcas, que solo iluminan y encandilan por un momento, pero que no conducen a ningún fin seguro.
Porque no se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las obras que ustedes hacen den gloria a su Padre, que está en los cielos.

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