Cuánto perdemos por no saber vivir nuestras calles…
Un alto funcionario de una empresa Socialmente Responsable de Tepatitlán me compartió una reflexión que, robándole algunas de sus palabras, las expongo ahora ante ustedes.
Me dijo este tepatitlense adoptivo que, en la ciudad tenemos uno de los más altos índices de accidentes en la vía pública.
Me hizo la observación que nos falta cultura vial.
Que debemos educar a los ciclistas, a los peatones, a los automovilistas y hasta los choferes de transporte, de cómo podemos circular por la ciudad evitando accidentes.
Me compartió parte de sus estadísticas sobre ausentismo y accidentes no laborales y su impacto en los procesos de producción.
Me explicó, con base a su experiencia de cómo le hicieron para reducir los daños a los vehículos y de qué hicieron con ese remanente.
Es un tema que, espero, nos mueva a muchos sectores, a miles de ciudadanos, porque, lamentablemente, tiene toda la razón.
Tepatitlán tiene un alto índice de accidentes donde se involucran los motociclistas.
Tenemos un sistema de transporte lento y obsoleto.
Tenemos una tiendita de abarrotes en casi cada esquina, lo que obliga a que los repartidores de productos tracen rutas que invaden la ciudad.
A esos repartidores le debemos sumar la entrega de gas doméstico, sea en cilindro o en tanque estacionario.
Pongamos también a los camiones recolectores de basura.
Y, por si faltase algún ingrediente, agreguemos a los padres (y madres) de familia que llevan y traen a sus hijos a la escuela, desde el kínder hasta la Universidad.
¿De quién es la calle?, de quien se la agandalle. Esa pareciera ser la ley y el orden en nuestra ciudad.
Hemos creado una mezcla explosiva que no queremos ver, pero que la padecemos a diario: accidentes que derivan en daños físicos, daños a la salud, pérdidas económicas por colisiones, horas-hombre no laboradas, desperdiciadas en juicios y trámites. O de perdida, enojo y mentadas de madre porque alguien se cruzó el alto, se metió a la fila o se detuvo en segunda y hasta tercera fila.
Hay quien enciende las luces intermitentes de su auto, como si en automático desaparecieran las largas filas que traen por detrás en esas concurridas calles de tianguis, escuela o el centro de la ciudad.
Tenemos pues, un grave problema de movilidad y vialidad.
Ojalá que, con ejecutivos conscientes de empresas que buscan socialmente responsables, un día, no muy lejano, podamos ponernos de acuerdo, para alcanzar una convivencia callejera más armónica, menos violenta, menos accidentada.
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