Hace 20 años



Recuerdo que hace como 20 años, cuando no existía el periférico, las calles o más bien caminos, que se extendían más allá de la zona urbana de la ciudad, solamente llevaban a poblados pequeños o ranchos y nada más.

Así teníamos que el Camino a Santa Bárbara conducía solamente al rancho del mismo nombre, lo mismo ocurría con el Camino al Pinto o la brecha que conducía a Fátima y al Ojo de Agua.

Entonces los ayuntamientos en turno al no tener vialidades tan largas y tan usadas, se dio el lujo de pavimentar con concreto estampado, no una sino dos veces, varias cuadras del centro de la ciudad, pues al cabo en las orillas no había tantos carros y bastaba con el empedrado que tenían. Sí, había calles de tierra, brechas, pero sólo conducían a pequeños ranchos y potreros de las orillas de Tepa.

Pero con los años el camino a Fátima se transformó en la carretera a Tototlán, el que lleva a Santa Bárbara se llenó y se sigue llenando de fraccionamientos, entre ellos Bugambilias, igual o más grande que pueblos como Cañadas de Obregón y el que va al Pinto pues también se llenó de asentamientos urbanos.

Llegó además el mal llamado periférico y urbanizaciones en todos los puntos cardinales y las calles empedradas o de tierra tuvieron que ser asfaltadas apresuradamente, aunque sea con una fina capa de material, que permitieran transitar vehículos de miles de familias asentadas en los nuevos fraccionamientos.

La cosa es que en una década o un poco más, Tepa ha duplicado sus vialidades y los ayuntamientos no se han dado abasto para darles mantenimiento como debe ser o ponerles asfaltado o concreto de buena calidad, que dure al menos unos años en buen estado y sean unas vías confiables para los automovilistas.

Pero no ha sido así y vemos por las orillas de Tepa caminos larguísimos, llenos de baches y sin banquetas ni iluminación que ofrezcan seguridad a los peatones.

Y ahora la ciudad adolece de buenas calles, las únicas decentes son las del centro, la avenida López Mateos, Las Torres y González “Carnicerito” (pero solo la mitad), pues la Anacleto sigue con tramos muy jodidos, al igual que la Gómez Morín. La Colosio está de regular para abajo su estado.

Hay ciertamente otras calles bonitas y bien hechas, pero fueron hechas por fraccionadores que hicieron casas para gente rica.

Entonces por eso es inexplicable que ahora este ayuntamiento piense en repavimentar calles que no necesariamente urjan para la comunidad, como el tramo de Jesús Reynoso que fue vuelto a hacer tan sólo para que los carros del Señor de la Misericordia no brincaran tanto en las fiestas de abril o la Hidalgo, en su tramo conocido como La Alameda.

En este proyecto, las autoridades ponen como argumento que tras la caída de varios árboles el año pasado por las lluvias, gran parte de las banquetas quedaron severamente dañadas o inexistentes y por eso se elaboró un plan que contempla no sólo rehacer lo que se dañó, sino cambiar el pavimento de la calle por uno más bonito, o sea, cambiar el feo y negro asfalto, que aunque con unas protuberancias, todavía está ampliamente en condiciones de transitar, por un concreto estampado, que luzca ante los visitantes que llegan a la ciudad por esta avenida.

Comprendemos que son obras que lucen, que pueden meterse a cualquier solicitud de recursos a instancias estatales o federales y que es casi seguro que se aprueben, pero ¿y las calles de las orillas, qué?

En términos de posibles votantes para las siguientes elecciones, creo que una calle arreglada en Las Aguilillas, El Pedregal, en El Molino o cualquier colonia alejada, acarrearía más votos para un candidato del partido que actualmente gobierna que el concreto bonito y estampado de La Alameda, donde casi nadie vive ahí, por más “numeralia” que ofrezca el ayuntamiento acerca de los supuestos habitantes y usuarios beneficiados.

En fin, le queda menos de un año al presidente para hacer una jugada maestra que le arrime algunos votos al próximo candidato de su partido; el acueducto, si acaso se llega a concluir en los próximos meses, será, como dicen las mismas autoridades, “dinero enterrado”, que no lucirá y no llamará la atención de la gente, que de todas maneras tiene agua con o sin acueducto, haya o no haya en el Jihuite o tengan o no tengan los pozos profundos.

Saturación en aulas escolares

Vidal Partida Ruvalcaba, maestro del Movimiento Magisterial nos hizo llegar un comentario acerca de la saturación que viven las escuelas públicas, haciendo notar que cada año son más los alumnos por salón en los planteles educativos.

Vidal pone un ejemplo de una secundaria pública, donde este año las autoridades obligaron a los maestros a inscribir 52 niños por salón, cuando en el año pasado eran entre 45 y 46 niños y la tendencia es a la alza.

Los maestros señalan que no es posible dar una educación de calidad a tantos menores juntos en un salón de clases, pese a lo que supuestamente busca el gobierno federal con la reforma educativa y su programa Escuelas de calidad.

La saturación de niños ya lo había notado pero pensaba que era algo que solamente aquejaba a una que otra escuela y que en todo caso, se debía a errores de cálculo o preferencia de los padres de familia por determinado plantel, pero parece que no.

Por ejemplo, en el kínder Aquiles Serdán, donde estudian mis dos hijos, de haber el año pasado entre 20 y 25 pequeños por aula, ahora son 30 y la verdad es que se nota que las maestras no se dan abastos, pues los salones son muy chicos y cuando hay juntas con los padres de familia junto con sus hijos, el relajo y el pequeño espacio son más bien propicios para el caos.

Los alumnos apenas pueden moverse entre los pequeños huecos que dejan las sillas, mesas y demás mobiliario de los mini salones.

También se me viene a la mente cuando estudiaba la secundaria, donde éramos 40 desmadrosos adolescentes y los profesores muy apenas podían meternos en cintura. Ahora no me puedo imaginar cómo harán con 50 chamacos; creo que de plano ni se preocupan los profes en enseñar como se debe y hacen lo que pueden con tanto jovencito.

Vidal poner ejemplos de los números de alumnos por salón que hay en otros países, como 14 en Uruguay o Finlandia, 18 en Japón o hasta 9 por salón en Cuba.

Ignoro si sean ciertos esos datos, pues nunca he estado en esos países y menos en sus escuelas, pero sí puedo respaldar la sobrepoblación de alumnos por aula en México, pues lo viví como estudiante y ahora como padre de familia.

Pues bien, la queja generalizada de varios maestros del sistema público, que el buen profe Vidal Partida tuvo a bien a darnos a conocer a través de este medio.

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