Por Oscar Maldonado Villalpando
Los corimbos embriagan el patio
Desde entonces aquellos naranjos siguen floreciendo en miles de azahares.
Aquellos arbolitos que plantamos en 1964, se han fortalecido y han sido testigos de 50 años en la vida del Seminario de Guadalajara.
El mismo Seminario Menor es el naranjo que año tras año se cuaja de corimbos, de perfumes embriagadores de preciosas vocaciones.
Ese patio hermoso, ese patio grande es esta Iglesia de historia venerable.
Y ese añoso naranjo lleva dentro de sí la savia vital de tantos mártires de esta tierra.
Savia sacerdotal de tantas y preciosas generaciones, que precedieron esta gran obra.
Hermosa casa de 50 generaciones de corimbos que desde aquí han dado su perfume, su blancura y su fruto a esta Iglesia tan querida de Guadalajara y toda su Provincia.
50 años que son testimonio y nuevo llamado del Señor para trabajar en su viña.
50 años para vivir la alegría y la generosidad que nacen del Evangelio.
50 años de gratitud al Dueño de esta mies para quien florecen los naranjos.
Al fin se llegó el día, día que fue preparado con mucha anticipación por los Superiores actuales y los exalumnos de aquel tiempo, especialmente, las generaciones que hace 50 años ocuparon por vez primera esta nueva casa.
La historia de salvación
Historia que vive un hito inconmensurable en 1964. El día en que la Virgen es llevada al cielo, 15 de agosto, fue el día elegido para que los alumnos cambiaran de casa, dejaran aquella añosa de San Martín e inundarán de risas y alegría este nuevo edificio, todo blancura. Fue don J. Jesús Becerra Fernández el auriga, rector y conductor del Seminario en esos años, sucesor de don José Salazar en esta obra, por encomienda del Señor Cardenal, don José Garibi Rivera.
En tres días más aquellos 300 alumnos se fueron a las dichosas vacaciones de comunidad. Días de ensueño, de sierras, de conquista de sí mismos. De ahí a las vacaciones en casa durante el mes de octubre, y el 23 fue el retorno. Vida de juventud que es siempre nueva. Hubo que completar la casa, hacer los jardines como procopios egipcios, en arduas jornadas entre el estudio y el juego.
Por eso, agradecidos 50 años después, esos alumnos, han preparado este especial festejo con el apoyo de superiores y del mismo Señor Cardenal, que también fue alumno de esta casa en 1965.
Primeramente se ha colocado un busto el Padre Enrique Trujillo Valdivia, quien fuera ecónomo, maestro y prefecto en esta casa, fallecido el 21 de junio de 1968, en plenas labores de formación. Así se ha querido perpetuar la gratitud a él y a otros superiores. Esto fue realizado el 27 de septiembre de este 2014.
Con el acuerdo del Señor Cardenal don Francisco Robles Ortega se ha elegido para celebrar el 50 aniversario, el día 31 de octubre de 2014, y hoy es el día feliz de agradecer.
¡Qué grandes son las obras del Señor!
El día 31, en los invitados, los involucrados, los exalumnos que recibieron la noticia de ocupar la casa por vez primera, el 15 de agosto de 1964, vivían una inquietud semejante a la de aquel día con mucha alegría y esperanza.
Desde las 9 de la mañana empezaron a llegar de los distintos grupos en cuestión, principalmente generaciones de 1962, 1961, 1960 y 1959 y otros más. En primer lugar se colocó una ofrenda floral en el Busto del Emmo. Señor Cardenal don José Garibi Rivera, y el Señor Arzobispo emérito de Acapulco don Felipe Aguirre Franco, hizo el ofrecimiento lleno de gratitud al Pastor de manos alfareras en la forja de Sacerdotes.
Luego se pasó al busto del P. Enrique Trujillo y se hizo una ofrenda semejante ofrecida por el P. Oscar Maldonado. Antes de las 12, ya estaba presente el Señor Arzobispo emérito de León, don J. Guadalupe Martín Rábago y el Señor Obispo de Aguascalientes, don José María de La Torre Martín. Fue cuando el Emmo. Señor Cardenal don José Francisco Robles Ortega develó la placa conmemorativa al inicio del gran corredor del lado del comedor.
Se pasó a la capilla para la Santa Misa. Concelebraron los Señores Arzobispos, el Señor obispo y alrededor de 20 sacerdotes. El Señor Cardenal expresaba la gratitud por la formación recibida en esta casa. Luego el Señor Arzobispo don J. Guadalupe Martín Rábago, formador fundador de esta casa, habló sobre el contexto histórico en que surge el seminario menor nuevo, como un gran esfuerzo eclesial por favorecer las vocaciones sacerdotales.
Cabe decir que a la entrada del teatro se montó una gran exposición de fotografías de hace 50 años, que hicieron acudir a raudales mil recuerdos, tropel de historias, hermosos sueños de ayer.
Luego vino el banquete en aquel comedor inmenso que un día estrenaron. Risas y pláticas sazonaban aquella convivencia. Luego hubo un espacio de descanso, para que a las 5 de la tarde, en el teatro se iniciara la conferencia presentada por el Pbro. Lic. Don Armando González Escoto, con el título “50 años después”. En ella ubicó el tiempo en que se estrenó el seminario, las circunstancias que hicieron especial el hecho, el Concilio y su aplicación, el término de la modernidad y el inicio de la posmodernidad con un cambio de civilización, que plantea ingentes retos a la Iglesia y a la Evangelización, sobre todo por la dificultad de la comunicación y el uso de los medios actuales, como son las redes sociales que absorben a los jóvenes y trastocan todas las estructuras.
Después un representante de cada generación presentó un sentir adecuado a la celebración. Y de ahí, pasaron al vestíbulo del teatro para un rato de refrigerio y esparcimiento mientras que cada uno tomaba su camino de retorno con un puñado de vivencias, recuerdos y propuestas positivas, agradeciendo a Dios por este reencuentro y dispuestos a seguir dando mucho de lo que en abundancia recibieron del Seminario, especialmente en esta bendita casa.
Y precisamente, a último momento, unos muchachos se acercaron a los visitantes y preguntaban cómo había sido aquella experiencia de estrenar esta casa, y se entabló sentido diálogo entre la primera generación de esta casa y ellos, que ahora son la número 50 precisamente. ¡Tan distantes, tan distintos y a la vez unidos por este preciso lugar que es un don inconmensurable del Señor!
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