Canónigo José Mejía Sosa, canto de un siglo


• 70 años de sacerdocio y 97 años ya de vida

Por Oscar Maldonado Villalpando

26 de enero de 1918. 31 de marzo de 1945.

“Qué bonito es el sol de mañana, al regreso de la capital”

Así nació y creció don José en la entraña de la sierra hermosa, en la campiña, hecho uno con el sol, la brisa, el viento cantador y ligero, en la casa de tejado rojo y aleros bondadosos, donde Dios se presiente en cada cosa.

 Él mismo es una página fiel de las familias cristianas, un testigo del tiempo de la Cristera, un actor de la forja del Seminario de Guadalajara en los tiempos de la reconstrucción y un elemento activo del nuevo rumbo de la Iglesia a partir del C. Vaticano II. Desde la alborada de su vida hasta hoy canta: Protégeme, Dios mío que me refugio en ti, tú eres mi dueño, mi único bien” (Salmo 15)

Con plena conciencia, con una gran claridad de su mente D. José dice que no quiere que se digan milagros, por aquello de su vida y milagros, pero no se puede ocultar una luz, y Dios sigue haciendo prodigios en nuestra vida y es justo dar gracias por estos años de vida y de sacerdocio, porque él sigue ejerciendo su ministerio en la capilla del Espíritu Santo en la Colonia Independencia, él está a cargo y atiende a sus fieles muy bien.

Dios bendice la familia

Dios elige a tres para el sacerdocio J. Jesús, José y Nicolás.
                                                        
Es en la familia donde Dios llega, y así fue en La Unión de Guadalupe, en la familia de Tomás Mejía Contreras y Ma. De los Ángeles Sosa Rodríguez, que se casaron en 1903 en Atoyac, a donde pertenecía La Unión, entonces, rinconcito virgen de la sierra del Tigre. Dios ha estado grande con esta familia. Fueron 11 hijos, los que crecieron fueron 7, 5 hombres y 2 mujeres.

Retumbaban los cañones del aquelarre entre Carrancistas y Villistas. Aquella familia iba creciendo, María nació en 1908, J. Jesús en 1910, Justo en 1913, Ma. Luisa en 1915, (no hace dos años falleció) José en 1918, Pedro en 1920 y Nicolás en 1924, en ese año el hermano grande se va al Seminario auxiliar de Ciudad Guzmán. Viene la Cristera y los alumnos se dispersan.

 José, de 9 años, conserva en su mente estampas vivas de la cristera, le tocó ver al G. Luis Buquet, pasaba la tropa cristera en dirección al Nevado, se dio cuenta del paso de Victoriano Ramírez, El 14. Los cierto es que cuando llegaba el gobierno se cerraban las puertas de todas las casas y cuando llegaban los cristeros se abrían de par en par.

 Cuando terminó la persecución, Jesús regresó al seminario en Ciudad Guzmán. José trabajaba en el campo y un buen día de octubre de 1932, cuando Jesús dejaba la casa para regresar de sus vacaciones, le dijo a José: “Quieres irte al seminario?, él respondió: “Sí lo he pensado pero no le he dicho a nadie”, Jesús le dijo: “Prepárate bien y luego vengo por ti” José admiraba al sacerdote de su tierra, Idelfonso Ruiz y desde antes de 1925, sin saber leer, le gustaba repasar las estampas de la misa en el libro de La Valle y eso lo hacía soñar en ser sacerdote, pero le parecía algo casi imposible. El 15 de agosto de 1931, el año Guadalupano por el 4º Centenario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, hizo su Primera Comunión, en ese encuentro con Jesucristo vivo, su corazón se inundó de dicha y de mil ilusiones.

Una nueva vida

El 19 de noviembre de 1934 se fue al Seminario auxiliar de Cd. Guzmán. Llegó iniciado el curo, ya iban en la tercera declinación del latín, pero le puso empeño y los alcanzó. Dormían en casas particulares y recibían las clases en los anexos de los templos. Y hubo que pasar a Guadalajara, la situación estaba difícil para los nuevos seminaristas, no había donde se hospedaran, los primeros años cada quien buscaba, no estaba lejos el conflicto y los “secretas” estaban a la orden del día, era cuestión de deshojar el libro y llevar solamente la lección de ese día. Enseguida se establecieron las casas oficiales en distintos barrios: La de Alcalde, en Guadalupe Victoria, Mariano Bárcenas, Santa Teresita con Quica, Garibaldi, Santa Mónica de las familias Vázquez, Medrano, en la Concha, por 8 de julio había un gran corral donde hacían festejos, presentaban teatro, eran vecindades, vivían al fondo. La principal era la de Rafaelita, bienhechora originaria de Ameca, cerca del hospital de la Trinidad por Libertad, de ahí salían a ordenarse. Luego vino San José y San Sebastián de Analco, San José de Gracia, ahí hizo la filosofía, hasta que llegaron a S. Martín en 1940. El rector era don Ignacio de Alba. El prefecto de estudios don Salvador Rodríguez Camberos.   

 A José Mejía le dieron el cargo de bedel, estaba en relación al P. Salvador, para saber dónde sería la clase, en la cripta del templo expiatorio o en la torre o en otro sitio. La prefectura era en un tapanco atrás de la catedral. En el expiatorio, ya había paredes pero se celebraba en un tejado como a mitad del templo. Trató mucho al P. Salvador que en 1940 fue rector, no le tocó don José Salazar, este año se ordenó el hermano mayor J. Jesús y fue destinado a San Juan de los Lagos, por eso el hermano menor ingresó al Seminario de Lagos y luego a San Juan y se ordena en 1953.


 “Quiero hacer un grato recuerdo a los sacerdotes que nos atendían en aquel tiempo: en Cd. Guzmán nos recibió el señor cura Antonio Ochoa Mendoza, el P. Juvenal Cervantes y Félix Peña. En Guadalajara nos recibió don Ignacio de Alba, el Señor José Ruiz Medrano, el P. Dávalos Mora, Manuel de la Cueva y J. Jesús de la Torre. En teología fueron Salvador Rodríguez, J. Ruiz Medrano, José Toral Moreno, Benjamín Ruelas, Lino Aguirre, Salvador Quezada Limón, Luis Medina Ascencio, El P. Chivete, el P. Tomás Ramírez, P. espiritual. Era en verdad un cuerpo recio de profesores. “Mi apreciación y juicio de las condiciones en que fui formándome: Pudo haber muchas deficiencias, pero me congratulo de haber vivido esos tiempos que nos dieron valor y nos hicieron amar alegremente la vocación y contentarnos con poco”.

Publicar un comentario

0 Comentarios