La mejor inversión


     Un agente viajero, por jugarle una broma a su esposa, al salir a sus labores lejos de su hogar y por varios días, dice a su media naranja: Cariño, en el buró te dejé un cheque para estos días; ahí lo cambias. Se despiden enviándose besos aéreos y sonrisas.

     La sonrisa desapareció del rostro de la mujer al tomar el cheque y leer que en lugar de decir diez mil pesos, decía diez mil besos. A los pocos días al comunicarse el viajero, pregunta con una sonrisa a su cónyuge acerca del cheque y su broma; la dueña de sus quincenas le responde: pues en el banco no quisieron cambiármelo, pero aquí el vecino generosamente lo está haciendo efectivo.

     Los que tienen dinero siempre están pensando en cómo hacer más dinero con ese capital. O sea, cómo y dónde invertirlo.

    Pues sucede que la mejor inversión no tiene nada que ver con dinero.

     Creo que todos, unos de manera consciente y otros de manera subconsciente, deseamos vivir con tranquilidad en todos los sentidos; económico, social, familiar y amistoso. La inmensa mayoría basamos esas tranquilidades en una solvencia económica, por lo cual de un modo u otro nos ponemos a trabajar con el fin primordial de obtener dinero.

    Las dificultades comienzan cuando, sutilmente, el dinero deja de ser un fin y se convierte en un objetivo permanente y prioritario. El signo de pesos aparece de forma permanente en la mente del “inversor” y en aras de proporcionar a su familia todo lo necesario y hasta lujos, la descuida, y el cariño paterno suele convertirse en un sueño lejano para sus descendientes.

     Hace un buen tiempo, un compañero de trabajo afirmaba de manera categórica que toda acción debe dar utilidades económicas. Decía: en cualquier campo, si no te da pesos a ganar, no lo hagas. Entonces, las muestras de cariño a la familia a través de algún regalito, ¿deben llevar la intención de ganar algo? Júzguelo usted.

     Conozco bien a alguien desde hace muchos años, para quien el dinero es lo más importante: casi, casi es lo único importante. Dinero es símbolo de éxito. Su principal queja en esta vida, es que su familia no lo quiere a pesar de que les da todo; un auto nuevo, una casa nueva y hasta viajes por el mundo y ni así lo quieren. Yo creo que esas personitas no desean su dinero, sino un amor paternal que nada tenga que ver con su bolsillo.

     Hace unos días en algún lugar vi un letrero que dice más o menos así: “No dejes nunca de ser amable con todas las personas, es la mejor inversión”, y puedo dar fe de la certeza de esta frase.

     El bienestar económico es tan variable y tan inestable que cualquier evento fortuito puede causar una gran bonanza o hasta la ruina. Una enfermedad en la familia suele acabar con todos los recursos materiales y quizá hasta con otros valores y llegar a situaciones difíciles para la supervivencia. Ante algunas adversidades, lo normal es que se presenta lo que su servidor llama “una escasez crónica de recursos monetarios”.

     Pero cuando se vive una situación así, que quien escribe conoce perfectamente, el sustento y soporte para seguir la brega diaria es la confianza en su propio Dios, cualquiera que éste sea. Las personas a quienes brindamos amabilidad nos corresponden con el mismo acto y nos tienden la mano en situaciones difíciles; y no me refiero a dinero, que en ocasiones es el medio, sino a infinidad de formas de brindar apoyo a quien lo necesita. A veces es una palabra, unos tacos, un “aventón” o lo que usted se imagine.

     El punto es que desinteresadamente se brinda apoyo a quien ha sido amable con todas las personas. La discriminación no tiene cabida en los campos de la amabilidad.

     Hace poco leí en internet una frase que me agradó: “No me importa si eres blanco, negro, guapo, feo, chaparro, alto, religioso o ateo; si eres amable conmigo, yo seré amable contigo”.

     En estos tiempos en que estamos viviendo situaciones de esa mencionada “escasez crónica…” bendigo a todas esas personas que de alguna forma u otra han colaborado para que mi familia viva con la esperanza puesta en Dios y la fe en la humanidad, y que han hecho más llevadera nuestra existencia a pesar de los problemas.

     Hace unos días en que la lluvia y el frío de todo el día hicieron acto de presencia, por equis circunstancia me encontraba junto a la carretera a unos kilómetros de San Juan de los Lagos, bajo las inclemencias del tiempo, esperando que pasase algún vehículo para dirigirme a la central camionera. Transcurría el tiempo, me escurría el agua y el camión no aparecía.  Un joven en su carro observó a un lado del camino a un hombre de la tercera edad con su pelo cano empapado y su ropas de igual forma, tiritando de frío (yo), y le preguntó a donde se dirigía. Al informar su destino inmediato, el joven dijo: “no voy para allá, pero súbase, le llevo”.

    Un saludo afectuoso para Cristian Cadena.

     Estas pequeñas muestras de caridad son el indicio claro de la grandeza de la bondad humana. Absolutamente todos llevamos bondad en nuestros corazones. Hasta la persona que parece más mala, siente afecto y cariño para los suyos y su círculo de amigos. 

     La amabilidad es la mejor llave para abrir las puertas del corazón.

La amabilidad, tarde o temprano da frutos; generalmente llegan cuando más los necesitamos.

 Gonzalo “Chalo” de la  Torre Hernández
 chalo2008jalos@hotmail.com
 Jalostotitlán, Jal. a 20 de marzo de 2015



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