Por Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Un viajero procedente de allende las fronteras, visita nuestro país, del que ha escuchado y visto en folletos y anuncios televisivos, las mil y una maravillas que tenemos en México y en sus recorridos llegó a uno de los muchos ríos que tenemos.
En un cañón muy hermoso formado por la naturaleza, lleno de vegetación, con los claroscuros formados por la luz del sol y las nubes, se aprecia al fondo lo que se nota es el cauce del río; pero no se ve el agua. Intrigado pregunta a su guía turístico: ¿Y el río donde estar?
El guía le responde entre apesadumbrado, avergonzado y preocupado, que el río está ahí. Debajo de esos miles de botellas de plástico de bebidas de agua, refrescos y otros alimentos, que flotan en la superficie.
Y ya el turista, con un claro tono de ironía dice: ¿entonces ser un río de botellas?
Pues no era, pero ya es, dijo el guía aún más apesadumbrado.
¿Qué de plano sí estamos en la era del plástico? Ya se ha mencionado por grandes expertos en la materia que el plástico es prácticamente indestructible, que no es bio-degradable y otras lindezas. Ya sabemos que contamina y los “rellenos sanitarios”, tienen un enorme muestrario de botellas, aunque ya se recicla un porcentaje de las mismas; algo es algo a favor de la naturaleza.
Pero ahora consideremos el costo económico de la “era de los desechables” y otros costos no considerados.
Los consumidores de bebidas diversas, desde agua baja en sales, purificada y súper cristalina; los refrescos y la cervezas y ese tipo de bebidas sin olvidar los productos lácteos, desde leche, licuados y yogures envasados (espero haber escrito correctamente), casi nunca consideramos cuanto pagamos por el envase.
Esto no va en contra de las empresas, sino a favor del consumidor y de la naturaleza. Veamos; tratando de no mencionar marcas, hay un refresco al que somos tan afectos, cuya botella tiene más o menos la forma de un cuerpo femenino y su nombre es igual a una planta de origen sudamericano, que en su envase original de vidrio, con capacidad de medio litro, tiene un precio generalizado de $ 5.00.
Pues bien, aparte de que en otro tipo de envase como los llamados taparroscas, tiene un sabor diferente, su costo promedio al consumidor es de entre $7.50 y $ 8.00. Esto quiere decir que los consumidores pagamos aproximadamente el 60% adicional al precio del contenido, únicamente por el envase. Y así sucede con otras marcas de refrescos y cervezas que pagamos el envase de aluminio, en promedio $ 3.00 por cada uno. Ciertamente se recicla y algunas personas obtienen ingresos por el reciclaje. Pero el ingreso recibido por el reciclaje de las latas de aluminio, es en promedio de 15 centavos por lata. Como negocio, pues no lo parece, ¿verdad?
Seamos optimistas y promediemos el costo de los envases en dos pesos por cada uno. ¿cuántos envases de plástico se utilizarán por ejemplo en el estado de Jalisco, entre refrescos, lácteos y aguas purificadas?, ¿Le gusta para un consumo diario de 10 millones de botellas, así conservadoramente?
Si esta apreciación fuese real o aproximada a la realidad, los jaliscienses estaríamos gastando 20 millones de pesos diariamente en envases que al vaciar su contenido, se convierten automática, llana, cruel e inmediatamente en basura. Sí, toneladas de basura. Y bastante cara.
Imagínese si se hiciese una donación de tan sólo el uno por ciento, de este concepto a instituciones de beneficiencia como el Teletón o el que se le ocurra a usted. Habría disponibles en este Estado, la pequeña cantidad de: ta, ta, ta tan… $ 73 millones de pesotes para obras de beneficio social, aportados por la ciudadanía. Saque usted sus cuentas del total gastado al año en envases “desechables” en todo el país. Yo mejor ni lo intento, pues me volvería más loco de lo actual.
Tengo la “ligera sospecha”, aunque no tengo bases para afirmarlo y por tanto no lo afirmo, que el costo de producción es menor a los dos pesos referidos. Por ende, la sospecha se extiende a que las embotelladoras de bebidas diversas hacen negocio por partida doble; en el contenido y en el envase.
Creo, salvo tu opinión, que tendremos que volver a los “tiempos de antes”, en que todos cargábamos con nuestros envases retornables de vidrio, que aunque menos cómodos, son más benéficos para la naturaleza. Además el vidrio conserva el sabor original y el plástico lo altera.
Entonces concluimos respetuosamente, que conviene considerar reducir la compra de envases desechables y cargar con el “casco” como antes, y por favor discúlpeme la expresión; aparte de la “chinga” que le ponemos a la naturaleza, le ponemos otra “chinga” a nuestro bolsillo.
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