Hermosa tradición de fe


• Los altares y la procesión del Corpus

Por Oscar Maldonado Villalpando

Con las aguas encima, como antes, por los días cuando se viene el temporal de lluvias, se celebra la fiesta Eucarística. Es celebrar lo que cada mañana inicia el vivir del cristiano, el despertar del mundo, el amanecer de la fe, el misterio con el que se dan las gracias al final de cada jornada, al ponerse el sol.
Fiesta inspiradora, cuando se hacen los hermosos altares para que haga su estación el Santo Sacramento. Expresión de la fe y de la devoción cristiana.

De ahí nacen tantas oraciones y plegarias que se llevan tan hondo.

“Hostia pura y Santa que estás en el altar, bendice el camino por el que vamos a pasar”

Y la otra tan antigua y venerable, cuyas notas se añoran en los templos: “Pange lingua gloriosi corporis mysterium”… (Canta, oh lengua, el misterio glorioso) “Tantum ergo, sacramentum veneremur cernui” (Por lo tanto veneremos postrados el sacramento”

“Adorote devote latens deitas” (Te adoro devotamente, oh, oculta deidad)

“O sacrum convivium, in quo Christus sumitur, recolitur memoriam passionis eius, mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus datur” Amen. 

(Oh Sagrado banquete en el que Cristo se recibe como alimento, se recuerda la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria)

Y este poema de la Secuencia  de la misa propia:
Al Salvador alabemos
que es nuestro Pastor y guía,
alabémoslo con himnos
y canciones de alegría. 

Alabémoslo sin límites
y con nuestras fuerzas todas,
pues tan grande es el Señor
que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamos
a Cristo que es nuestro pan,
pues Él es el Pan de vida
que nos da vida inmortal.

Doce eran los que cenaban
y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron
y, después, todos los hombres.

Sea plena la alabanza
y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde
en todo un concierto santo.

Hoy celebramos con gozo,
la gloriosa institución
de este banquete divino,
el banquete del Señor.

Ésta es la nueva pascua,
pascua del único rey
que termina con la alianza
tan pesada de la ley.

Esto nuevo, siempre nuevo
es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo
con reciente claridad.

En aquella última cena
Cristo hizo la maravilla
De dejar a sus amigos
El memorial de su vida.

Enseñados por la Iglesia,
consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen,
y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristiano
que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino
queda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos,
pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe,
entrarán al corazón.

Bajo símbolos diversos
y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades,
maravillosas, profundas.

Su sangre es nuestra bebida
su carne nuestro alimento,
pero en el pan o en el vino,
Cristo está todo completo.

Quien lo come no lo rompe,
no lo parte ni divide;
Él es el todo y la parte;
vivo está en quien lo recibe.

Puede ser tan sólo uno
el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes,
Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos,
Con provecho diferente;
No es lo mismo tener vida
que ser condenado a muerte.

A los malos les da muerte
y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente
tiene la misma comida!

Si lo parten, no te apures
sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento
entero late el Señor.

Cuando parten lo exterior
sólo parten lo que has visto
no es una disminución
de la persona de Cristo.

El pan que del cielo baja
es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos.
¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac, el inocente,
es figura de este pan,
con el cordero de Pascua
y el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros,
Buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos
Y condúcenos al cielo.

Todo lo puedes y sabes,
Pastor de ovejas divino.
Concédenos en el cielo
gozar la herencia contigo.
Amén.

Canto que encierra los distintos matices del misterio, sus manifestaciones y sus frutos.

Publicar un comentario

0 Comentarios