Un piojo para una selección pioja


    Qué curioso fenómeno se presentó durante un partido de fútbol entre las selecciones de la Federación Mexicana y su similar de Panamá, durante el desarrollo de la llamada Copa de Oro 2015 que se lleva a cabo en los Estados Unidos.

     Casi al finalizar el tiempo reglamentario, el árbitro marcó un penalty en contra de los panameños, lo cual desencadenó una serie de eventos que por fortuna no resultaron en una violencia de proporciones indeseables.

     Recordemos que las marcaciones arbitrales son principalmente de apreciación. Y esa apreciación depende de seres humanos que están expuestos a percibir diferentes ángulos de una misma acción. Señalar que tal o cual falta está bien o mal marcada, es lo más relativo que puede haber en el mundo deportivo.

     Tengamos presente que el árbitro central, debe decidir en unas milésimas de segundo si marca o no una acción que pueda parecer como violación al reglamento. Aparte de eso, el ángulo de vista del juez principal es diferente al de todas las demás personas entre espectadores, comentaristas cuerpo técnico y demás. El hecho de estar rodeado de cámaras el estadio, da pié a revisar desde muy diversas tomas y por una gran cantidad de comentaristas una misma acción y todo mundo emite su opinión crucificando en la mayoría de las ocasiones al pobre árbitro.

    Entre tantas repeticiones y con tan diversas tomas y tan diversos canales televisivos, no ví ninguna toma que pudiera ser desde la posición del arbitro. Hablando de relatividad, esa polémica jugada en que el jugador de apellido Torres, en su ímpetu encomiable se lanza sobre el balón, da la apariencia de aventarse como portero e impide que la pelota siga circulando. 

     Yo no puedo afirmar o negar si fue correcta la marcación, pero si con una infinidad de tomas de diversos ángulos, a los cuales el juez no tiene la mínima posibilidad de acceso, no se ponen totalmente de acuerdo los expertos, menos nosotros, legos e ígnoros de las ciencias arbitrales.

     Pero lo que llama mi atención no es la marcación correcta o incorrecta de esa acción en el área panameña. Lo que realmente me impresionó fue que como si se hubiesen puesto de acuerdo, una gran cantidad de comentaristas, de diversas cadenas televisivas, querían bajar a la cancha a gritarle a Andrés Guardado, que fallara intencionalmente la ejecución de la pena máxima. ¿Habría quizá una cierta dosis de culpabilidad como si los jugadores mexicanos hubieran robado algo?

     El futbol ha demostrado en toda su historia, estar plagado de errores de quien debe impartir justicia dentro de la cancha y eso es parte del juego, es parte de la pasión que desencadena ese deporte y parte de la adicción que provoca entre la afición. El futbol suele ser con mucha frecuencia, tema de conversación y hasta de discusión en fiestas reuniones y otras situaciones.

     ¿De dónde salió de pronto ese deseo ferviente del llamado “Fair Play”o juego limpio? No existe ese concepto en la realidad. En cada partido de cualquier parte del mundo, vemos jugadores que intentan lesionar a colegas del equipo rival, muchísimos cuyo principal objetivo no es jugar bien, sino engañar al árbitro para conseguir mediante trampas, ventajas no merecidas.

     En mi muy pobre opinión, los comentarios acerca de fallar la pena máxima intencionalmente, no tiene nada que ver con el juego limpio. Retrocedamos un poco; desde el primer encuentro, frente a Cuba, enemigo muy respetable pero con pocos argumentos futbolísticos la goleada de seis tantos no satisfizo a las mayorías, pues fallaron lamentablemente, más goles que los anotados.

     La paupérrima efectividad de los futbolistas mexicanos ante Guatemala, de quien se creía que iba a ser presa fácil y la nula espectacularidad del juego, comenzó a sembrar un descontento real entre la afición mexicana, incluídos los comentaristas, acostumbrados todos a que en este tipo de competencias, este equipo siempre daba buenos resultados y con una demostración agradable.

     Pero en esta competencia, esa selección va de más a menos progresivamente. No hay juego bonito, no hay jugadas de peligro ni de buena emoción. Se la pasan, ¿cómo dicen?, ah, sí; dando vuelta a la pelotita. Circula el balón en las afueras del área con pases laterales tan numerosos como ineficaces, que se hace muy aburrido y desesperante el desarrollo del juego. Parecía taxi en periférico.

     Para colmo, un equipo panameño que casi no atacó, se va al frente en  el marcador, debido a un claro error defensivo de la defensa mexicana, como tantos que ha mostrado en esta competencia y en la anterior. Los ánimos se encienden más y ese descontento va creciendo dentro del pecho. Eso de no generar una sola jugada de peligro real en noventa minutos, por parte de un equipo que se dice y se siente el mejor de la región y no lo demuestra, deriva necesariamente en rechazo.

     Ese deseo de que fallaran el penalty, no tiene nada que ver con el juego limpio ni con un sentido de justicia; no es sino la clara muestra de repudio hacia una selección de mentalidad pioja de un entrenador piojo que carece del sentido de la verticalidad en el futbol.

     Muchísima gente opina que esta selección no merece estar en la final. De acuerdo.

Gonzalo “Chalo” de la Torre Hdez.
Jalostotitlán, Jal. a 24 de julio de 2015










     

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