Hallan en Jesús María una zona arqueológica

Jesus María, Jal.- Arqueólogos e investigadores del Colegio de Michoacán (Colmich), junto a la población del municipio de Jesús María, en Los Altos de Jalisco, rescataron 669 petrograbados con el objetivo de preservarlos.

Los investigadores Rodrigo Esparza López, Francisco Rodríguez Mota y Mario Rétiz García trabajan desde hace cuatro años en el registro de las manifestaciones gráficas rupestres que se encontraron en las cercanías de la presa de la Luz.

El proyecto se enfoca en la conservación y difusión del patrimonio cultural y natural de la región, por lo que involucra a la población de Jesús María en el rescate de la presa, la recuperación de los petrograbados y acciones de concienciación sobre la importancia de preservar las huellas de la cultura mesoamericana.

Esta investigación inició luego de que en 2012 se encontró el sitio arqueológico de Jesús María, en el cual llamó la atención la representación de calendarios solares que tienen una relación intrínseca con la  cultura teotihuacana.

Con apoyo de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial del estado de Jalisco, de El Colmich y del Ayuntamiento de Jesús María, pusieron en marcha el proyecto integral con acciones de limpieza y recuperación de la presa de La Luz a través del Programa de Empleo Temporal en el que participaron habitantes de la comunidad.

“Consideramos que el patrimonio cultural siempre tiene un contexto fisiográfico y cultural; entonces no podíamos hacer ninguna investigación si no nos fijamos, a la vez, en el contexto que se encuentra en la actualidad este sitio arqueológico, por lo que una de las connotaciones que llevan estas investigaciones es encontrar estrategias para ayudar a las poblaciones cercanas para que, a lo largo del tiempo, sean ellas las que cuiden su propio patrimonio”, señala Esparza López.

Desde 2012, los investigadores de este centro público  del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología Conacyt  han involucrado a las comunidades para la preservación de su patrimonio, pues incluso gran parte de ellas desconocía que existía un sitio arqueológico en el lugar.

A la fecha —asegura Esparza López—, la mayoría de las personas del municipio conoce la presa, la están revalorando y saben que es importante cuidarla, porque antes se llevaban los petrograbados a su casa o los vendían.

“Además cada año se realiza un paseo ciclista el 21 de marzo, en el cual participan alrededor de 250 personas, desde la cabecera municipal hasta la presa. Nosotros como arqueólogos les damos un recorrido en los petrograbados para mostrárselos y ahondar todavía más en su conservación”, agrega.
Doctor en ciencias sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Esparza López asegura que los trabajos que realizan para el registro de las manifestaciones gráfico-rupestres cuentan con permiso del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Hasta el momento han realizado tres temporadas de trabajo de campo en las que han contabilizado 669 petrograbados en el sitio, una cantidad considerable que puede ubicarlo como el segundo sitio más importante de petrograbados en el estado de Jalisco.

En entrevista, el académico indica que desconocen con exactitud el periodo en que fueron realizados y los rasgos culturales que podrían relacionarse, pero algunos autores sostienen que pertenecen a la cultura del Bajío (400 a 900 d. C.), en el territorio de lo que actualmente es Guanajuato, parte de Los Altos de Jalisco y Querétaro.

Otros especialistas los ubican con la cultura altense que habitó el territorio en comento (200 a 900 d. C.) y que tiene algunas reminiscencias con estilos de la cultura teotihuacana que se manifiestan en las colecciones cerámicas que se conocen.

Además destaca el hallazgo de cuatro pecked cross (representaciones en piedras o en el suelo con patrones en forma circular atravesado por líneas que forman una cruz) que tienen semejanza a los teotihuacanos y que pueden atribuirse a la observación de fenómenos celestes.


“Este tipo de círculos ha sido registrado en varias culturas mesoamericanas, principalmente con la cultura teotihuacana; sin embargo, su uso se extendió hasta el posclásico tardío (1500 d. C). Este círculo o  K'uilich o pecked cross  es una representación de los puntos cardinales siendo el centro de este calendario de donde se desprenden varios símbolos en forma de aves, flores y figuras geométricas. Tal parece que este lugar representa el desplazamiento solar y de otros astros durante el año y marca los cambios estacionales como el equinoccio y los solsticios de verano e invierno”, destaca el texto.

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