Beber agua salada



Cuentan que una vez un hombre viajaba por el océano y su barco se hundió, quedó a la deriva por varios días antes de que milagrosamente fuera encontrado por un bote pesquero. Al recuperarse de su pésima condición, contó el peor error que había cometido.

Al sentir una sed desesperante, bebía agua salada, y por la sal contenida en la misma, lejos de saciarse, sentía más sed e introducía sal y arena a su cuerpo que lo deshidrataba más.

Muchas veces, cuando sentimos sed de amor, cariño, comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas que lejos de saciarnos, nos dejan peor que antes. Así, el solitario se refugia en otro más solitario; el falto de amor lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.

Es hora ya de que dejes de llenar tu cuerpo de agua salada.


“Jesús es nuestro camino”, significa tomar en nuestra vida las opciones que tomó Jesús. Es decir, obrar como Él, llevar una vida como la suya, dejarnos mover por un amor como el suyo. Buscamos constantemente saciar nuestra sed de felicidad en las cosas, en las personas, en situaciones que lejos de satisfacernos van creando un vacío mayor, solo Jesús vivo es la respuesta a nuestras más grandes necesidades. No hay nada de lo que tú estás viviendo, sufriendo, padeciendo, que Él no comprenda y pueda transformar. El único que puede saciarte es tu amigo y creador Jesús. Haz la prueba, no cuesta nada y lo tendrás a Él, tu Señor y Salvador.

En la Biblia se encuentra el pasaje de aquella mujer que fue a buscar agua a un pozo y al encontrarse con Jesucristo descubrió que lo único que podía saciarle la sed espiritual no era el amor de varios hombres con los que había vivido, sino el amor de Dios que todos necesitamos.

Como decía San Agustín, “Señor nos hiciste para ti y vamos a poder descansar hasta encontrarte a ti”.

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