Se veía venir. El problema de la inmigración ilegal en México apenas está comenzando, lo más difícil debe estar por venir. López Obrador dejó que creciera la bronca, cuando pudo solucionarla de manera sencilla no quiso, y ahora tiene que hacerlo por la fuerza y bajo las condiciones que le puso Trump. Y quién sabe si el gringo quede satisfecho.
Y de todo está pasando: la Guardia Nacional, que no son más que los soldados que llevan más de dos sexenios vigilando el país y agarrando a los delincuentes que los policías locales no quieren detener por miedo, ahora está en ambas fronteras vigilando que los centroamericanos no se brinquen a México, y si ya se brincaron pues que no se pasen a Estados Unidos.
Y está bien pues, pero ahora ¿quién va a perseguir a todos los malandros que hacen de las suyas a lo largo y ancho del país, lo mismo en un ranchito que en un pueblo o en una gran ciudad?
Son 26,000 elementos, según cifras del gobierno, y las fuerzas armadas del Ejército y la Marina están calculadas en unas 50,000, o sea que más de la mitad de esos soldados o marinos ya no están buscando narcos en las brechas, sino en las fronteras vigilando.
Ése uno de los problemas.
Otra cuestión es que los policías federales, esos que AMLO nunca quiso y en general nadie del gobierno federal los quiere, no les hallaron mejor destino que ponerlos al servicio del Instituto Nacional de Migración, cuyo titular Francisco Garduño no oculta su desprecio por estos oficiales y los manda a descansar en chiqueros, luego los regaña y se burla de ellos dándoles unos uniformes que para ser llenados se necesitan dos personas.
¿Merece un policía federal este trato? ¿Trabajará con gusto y con orgullo un oficial así cuyo jefe los desprecia y humilla?
Lo otro es la crisis migratoria que ya se desató, con desgarradoras imágenes de una mujer llorando por debajo de un portón, pidiendo agua limpia y un médico para su hija, o el salvadoreño y su pequeña ahogados en el Río Bravo. El tema de los migrantes centroamericanos que ni Estados Unidos ni México quieren, ya estaba de por sí en boca de todo el mundo, y ahora con rostro y sentimientos de aquellos desesperados y clamando ayuda o muriendo en el intento de cruzar la frontera, la comunidad internacional, sobre todo aquella que es buena para señalar y criticar como los de la ONU, organizaciones de derechos humanos y políticos izquierdistas europeos, ya tienen material para tirarle a los ineptos del gobierno de México y al engreído de Trump.
En fin, aquí no hay mucho que hacer más que darle para adelante al plan que México tiene que ejecutar para agradar al gobierno de Tump. La crisis humanitaria por los migrantes, con la pena y todo pero no es responsabilidad de México. Si un mexicano viaja al extranjero y se queda sin recursos y no tiene ni para comer, nadie lo va a socorrer, entonces ¿por qué habría que asistir a los centroamericanos que por su voluntad intentan cruzar el país y se topan con enfermedades, delincuencia, hambre e incluso la muerte?
Hay que ser optimistas, si deveras México está haciendo bien la chamba que le encargó Trump, paulatinamente los ilegales centroamericanos y de otras naciones dentro del país comenzarán a disminuir y nos evitaremos penosas e indignantes escenas como el del padre e hija ahogados, o de la mujer que llora bajo un cancel pidiendo ayuda.
Continuando con el optimismo, con el paso de los días o semanas, al ya no haber tanto ilegal tratando de llegar a Estados Unidos quizás los de la guardia nacional se pongan, ahora sí, a buscar y detener a verdaderos criminales y no los migrantes que sólo están de paso, aunque de forma clandestina.
Ojalá se acabe este horror pronto; México no debe y ni puede atender y dar comida y seguridad a los migrantes, ni siquiera es capaz de asistir a su propia gente, o sea nosotros los mexicanos, menos a los extranjeros ilegales.
Y Trump seguramente no la está pasando bien tampoco, estas imágenes del drama de los migrantes pueden serle contraproducentes y hacer que pierda la elección, o por lo menos quemarse ante los suyos y el resto del mundo. Ya ven que dijo que odiaba la foto del salvadoreño y su hija ahogados -y con toda razón, no le favorece nada en sus intenciones-, pero para pronto le echó la culpa a la oposición de su país, los diputados demócratas que dice que no quieren aprobar su plan migratorio.
Trump y AMLO nunca tienen la culpa de nada.
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