Por don Juan Flores García
La carne de res siempre se ha vendido en Tepa. Antes y cuando ya fue construido el mercado, cuando ocuparon los locales (algunos todavía existen) los caballeros del cuchillo y la chaira, los carniceros, los hemos llamado así.
Eran los tiempos en que aquella balanza que tenía 2 platillos, se pesaba la carne con las pesas que las había desde 50 gramos. En que la carne colgada de los ganchos y se tenía una plancha de fierro para aplanar los bisteces. Cuando el bofe se vendía para darles de comer a los gatos. Don Demetrio García, fue uno de los que en su despacho realizaba sus cortes de carne de primera y costaba a 12 el kilo de bistec. Don Ramón Fernández, don Francisco Romero "El teleco", don Gabino González, aquél señor tan alto, fornido que imponía respeto a quien conocimos y quisimos; siguió el negocio su hijo "Nilo"; don Luis Aldrete, don Pedro Martín, don Magdaleno Vázquez, don Lucas Medina, quien tuvo su despacho por la calle Hidalgo; don
Valentín Martín, también don Olegario Martín y don Santiago Martín.
Recurríamos a los despachos de estos señores para llevar aquel jugoso bistec aplanado, no le llamábamos bistec, por eso mi madre me decía: "Anda con Magdaleno y traes carne de asar".
Qué bonito se veía a los señores del rancho que venían los domingos que a comprar sus mandados y llevar su carne para la semana. Bien cortada, la llevaban ensartada con hilillo de ixtle, colgando de la mano. Esto después de ir a misa, ya que siempre han asistido a ella, que por lo regular era la de doce. Ya saliendo de la misa, se juntaban con los amigos, compraban sus avíos y por la tarde caminaban rumbo a su rancho. Por los puentes de la Garita, el de San Miguel o el puente de Palo, tomaban sus caminos y se veían por las laderas rumbo al Cerro Gordo, quienes traían sus familias subían a sus damas sobre su caballo, a la mayoría se le veía caminar hasta el oscurecer.
Limpio nuestro Tepa de edificios; desde el barrio alto se distinguían por todos los caminos. Así todos gastaban su dinero en llevar su mandado para la semana. Todos y cada uno de estos señores expendedores de la carne de res como don Onésimo Orozco y Guadalupe Gutiérrez y Olegario Martín que pasaron su época usando su rústica herramienta; la sierra y el hacha, trabajaban aquellas piezas de carne, y como dije antes, la plancha para aplanar la carne de asar.
Todo esto se acabó, lo reemplazaron modernos aparatos que hacen diferente el trabajo. El cobro que se hace de impuesto a los despachos, era de cincuenta centavos al día, cuando estos caballeros tenían su despacho, los situados en esquina del mercado y cuarenta centavos a los del centro. Como vemos, todo se cobraba en centavos. Por eso cuando nuestros desaparecidos carniceros nos vendían la carne en centavos, nos cobraban el kilo de carne, por eso los gatos se comían aquel limpio bofe, lo digo porque mi tía Justa, tenía un gato negro que comía puro bofe todos los días.
Así agregamos una página más al libro interminable de los recuerdos, de lo grato que fue conocer a aquellos caballeros que hicieron lo suyo, en cada una de sus ocupaciones a lo largo de su fructífera vida, porque así fue Tepa en el tiempo.
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