Recta final



Se termina el año; muchos están pensando ya que en las posadas, los regalos de navidad, la nochebuena, el año nuevo, irse de vacaciones. Otros de plano les gusta participar en el maratón Lupe Reyes agarrando un ritmo de mucha fiesta y poco trabajo (dichosos), aprovechando que los hijos salen de la escuela y que el trabajo les dan algunos o varios días de asueto.

Las autoridades también se preparan para la Navidad y apuran todos los pendientes para dejar de laborar algunos días. Preparan el informe porque tienen que rendirlo en la primera quincena de diciembre; anuncian que algunas dependencias permanecerán cerradas algunos días aparte de los obligados 25 y 1 y en general disminuye el ritmo de trabajo.

Se van contentos los presidentes, pues éste es el segundo año de gobierno donde saben que para el siguiente fluirán los recursos para obras electoreras y ya no hay qué preocuparse mucho de dónde sacar dinero.

Recordemos que el primer año de gobierno en un ayuntamiento es de errores y lamentaciones, errores porque “es su primer año de gobierno” y lamentaciones porque “nos dejaron bien endeudados los de la administración anterior (sobre todo si son de un partido distinto)” o “no ha habido recursos”.

En el segundo año ya no hay errores ni lamentadas –porque mentadas siempre hay, si no vean a Emilio y Paco Ramírez-. Los recursos ya más o menos fluyen y si hay deudas pues se distribuye el dinero en pagar una parte de éstas y hacer obra. Muy importante la obra porque si no se encabrona la gente. En el informe de gobierno los alcaldes dicen que están “con todo” para afrontar su último año de labores con inversiones récord; encima ya para entonces saben que ya viene en camino una partida para su municipio más jugosa que lo normal.

Y el tercer año es el más fácil para los presidentes, mientras hagan lo debido, que es aplicar las voluminosas partidas en obras, obra y más obras, que la gente vea el progreso por todos lados para que sepa bien que no se equivocó al votar por Fulanito y entonces saber por quién votar en las próximas elecciones.

Las autoridades están felices porque la atención se concentra en los candidatos y no en ellos, a menos que se les ocurra buscar algún otro puesto popular y entonces tengan que hacer campaña también. Si vuelve a ganar el mismo partido entonces habrá sido misión cumplida para todos, pero si gana el opositor igual será bronca del candidato que perdió porque no supo cómo ganar; el alcalde que sale ya no le importa mucho que digamos, claro, siempre y cuando no haya buscado otro cargo popular.

Es lo malo de vivir en un estado con tan poco desarrollo político como es Jalisco, donde no estamos tan mal a comparación de otros lados como el sur del país, pero donde también nos hemos alejado de los primeros lugares de competitividad y captación de inversiones. Eso fue lo que nos ha costado la “democracia” que tanto se pregona ahora. Salimos de una dictadura para entrar en otra que ya va casi para 20 años.

Pero la culpa no es de los partidos políticos, sino de la gente que vota sin razonamiento y en masa. La misma gente que años atrás votó a cambio de un lonche y un refresco, tal vez una despensa o algún saco de cemento o cualquier otra cosa, ahora vota por una bicicleta que le dieron a su chamaco, un dinerito del 70 y más, una beca de Oportunidades o un “suelo firme”, o sea, lo mismo de siempre, pero con el plus de la venia del Señor Cardenal y la cantaletita en el subconsciente de “ellos nos mataron a Anacleto González y al señor cura Ubiarco…”.

La alternancia parece que tardará todavía años en entenderse en Jalisco, sobre todo en Tepatitlán, aunque en Guanajuato no cantan mal las rancheras.

Estaría bueno si se hicieran algunas reformas electorales en el Estado, que si bien se han hecho, se han enfocado más bien a los tiempos de campaña y la manera de administrarse los recursos a partidos. Sería bueno que se hicieran los períodos de gobierno municipal de cuatro años en vez de tres y que fueran totalmente elegibles no nomás el alcalde, sino también los regidores.

Con lo primero los alcaldes tendrían más tiempo de trabajar y no andar con pretextos ni justificaciones. Con lo segundo se terminarían en gran medida con las aplanadoras partidistas que toman decisiones en bloque, siempre en beneficio del partido.

Sabrá Dios si algún día se vea esto acá en el Estado, porque en donde ya aplica esto tuvo el PRI primero que perder su poder histórico, recuperarlo con mucho trabajo y entonces sí hacer las reformas para que no vuelvan a quedarse chiflando en la loma, esperando que la gente se hartara de los otros caciques para entrar de nuevo.

Publicar un comentario

0 Comentarios