Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Este sábado es “Día del amor y la amistad”, por tal motivo quiero platicarles lo que me contó un médico que es amigo mío:
“Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo, para curarse una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras lo curaba le pregunté, ¿qué era eso tan urgente que tenía que hacer?
Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos, para desayunar con su mujer, que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar, y que tenía un Alzheimer muy avanzado. Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
-No-, me dijo. –Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces le pregunté extrañado:
-Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió, y dándome una palmadita en la mano, me dijo:
-Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella. Tuve que contenerme las lágrimas y mientras salía, pensé:
“Esa es la clase de amor que quiero para mi vida. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es…
¡Es la clase de amor que quiero para mi vida! ¡Lo buscaré!”
Cuando alguien te quiere de verdad, es lento para perder la paciencia contigo. Toma las circunstancias de tu vida, y las usa de una forma constructiva para tu crecimiento. Está de parte tuya; quiere verte madurar y desarrollarte en el amor. Le duele profundamente cuando pierdes el camino, pero le orienta a seguir la senda correcta. Sigue confiando en ti, cuando a veces tú ni siquiera confías en ti mismo. Trabaja pacientemente contigo, porque te ama y corrige de tal manera, que cuesta entender la profundidad del cuidado que tiene por ti. Nunca te abandona, aunque muchos de tus amigos lo hagan. Se queda a tu lado cuando llegas al fondo de la desesperación, y no te juzga, sino que te ve con total justicia, hermosura y amor.
Por eso yo te aconsejo:
Enamórate de alguien que: Te ame, que te espere, que te comprenda aún en la locura. Enamórate de alguien que te ayude, que te guíe, que sea tu apoyo, tu esperanza, tu todo.
Enamórate de alguien que no te traicione, que sea fiel, que sueñe contigo, que sólo piense en ti, en tu rostro y no en tu cuerpo, en tus bienes o los de tu familia.
Enamórate de alguien que te espera hasta el final, de alguien que sea lo que tú no elijas, lo que no esperes.
Enamórate de alguien que sufra contigo, que ría junto a ti, que seque tus lágrimas, que te abrigue cuando sea necesario, que se alegre con tus alegrías, y que te dé fuerzas después de un fracaso.
Enamórate de alguien que vuelva a ti después de las peleas, después del desencuentro, de alguien que camine junto a ti, que sea un buen compañero, que respete tus fantasías, tus ilusiones.
Enamórate de alguien que te ame.
No te enamores del amor, enamórate de alguien que esté enamorado de ti.
En los tiempos actuales urge que no caigamos en la trampa de una caricatura de amor que no es el verdadero, del cual Cristo nos habla en su Evangelio.
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