Que los templos estén siempre abiertos: obispo de Querétaro

Por Oscar Maldonado Villalpando.- Jueves 12 de noviembre de 2009. Monseñor Mario de Gasperín Gasperín ha instado a la comunidad sacerdotal y a los fieles en general, a hacer todo lo posible para que las puertas de los templos permanezcan abiertas la mayor parte del día.

Querétaro es una de las ciudades Patrimonio de la Humanidad donde se conservan grandes tesoros artísticos y por la violencia e inseguridad se restringe el horario de los templos. Cita al Cardenal de Viena: “Es una grave herida en el Cuerpo de Cristo que las iglesias tengan las puertas cerradas”.

Recordó también el señor Cardenal el testimonio del santo Párroco de Ars, quien instruía a sus feligreses de rodillas ante el Sagrario diciéndoles sencillamente: “¡Él está ahí, está ahí!”; ¡Dejemos nuestras iglesias abiertas! Haced todo lo posible, y lo imposible, para permitir a los fieles y a las personas que buscan a Dios —y que Dios espera—, tener acceso a Jesús en la Eucaristía: ¡No cerréis las puertas de vuestras iglesia, por favor!”.

Me permito, hermanos Sacerdotes y hermanos Religiosos, recoger este testimonio para manifestarles, ahora por escrito y con carácter de súplica urgente, esta misma. Si nos detenemos un momento a reflexionar, caeremos en la cuenta de la triste y desagradable impresión que causa un templo cerrado durante varias horas del día, tanto en el centro de la ciudad como en cualquier otro lugar.

¿Qué nos está pasando? ¿Estamos claudicando? Con toda buena intención pensamos defender así el patrimonio cultural y los bienes del templo o de la parroquia, pero, ¿será esto lo más conveniente? No siempre lo más práctico es lo mejor.

Pensemos en el mensaje que damos a los fieles y a la ciudadanía en una sociedad agresiva y desacralizada. Ante los problemas…. nos debemos preguntar, ¿la solución pastoral más acertada es cerrar la puerta de la iglesia? ¿Y los que se quedan fuera? ¿Y el espacio de silencio y de paz que está necesitando ese hermano o hermana que pasa por allí en el momento más inoportuno para nosotros, pero que para él puede ser un momento de gracia? ¿Y la espera silenciosa de Jesús?

Por eso, me parece algo grave negar la oportunidad o limitar el tiempo disponible para que los hermanos, -y mucho más los atribulados, aunque sea uno-, puedan disfrutar también ellos de la presencia de Jesús en el tabernáculo y de la mirada compasiva de María y de los Santos, que nos contemplan desde el cielo valiéndose de sus imágenes sagradas.

El espacio sagrado del templo es ya una invitación silenciosa pero poderosa para escuchar a Dios y encontrarse con él. Recordemos que la Puerta de un templo cristiano no es sencillamente un mueble utilitario, sino que es el signo del mismo Jesucristo, quien afirmó: “Yo soy la Puerta: quien entra por mí se salvará. El que entre por mi tendrá pastos” (Jo 10, 9). Cerrar la puerta comporta el riesgo de impedir a los fieles la oportunidad de encontrarse con Cristo.

Así quizá comprendamos mejor las palabras del señor cardenal de Viena, que repito: “Es una grave herida en el Cuerpo de Cristo que las iglesias tengan las puertas cerradas”. Pido, pues, encarecidamente a ustedes hermanos Sacerdotes y hermanos Religiosos, que se mantengan abiertas las puertas de todas las iglesias el mayor tiempo posible, y que se tomen acuerdos a nivel de Decanato para ver la manera mejor de proteger los espacios sagrados; y también -porque es su deber-, hacer ver a las autoridades correspondientes la obligación que tienen de conservar el orden y defender el patrimonio común.

Quiero también invitarlos a impulsar entre los fieles de su parroquia o de su comunidad la Adoración eucarística, como fuente de gracia y renovación especial para los fieles y para nosotros los presbíteros, sabiendo que toda renovación pastoral y sacerdotal comienza en la santa Eucaristía. Con la santa Eucaristía va aparejado el sacramento de la Reconciliación, que debemos ofrecer a los fieles con generosa frecuencia y facilidad. En algunos lugares los fieles experimentan cierta dificultad para acercarse al sacramento de la Penitencia y más para conseguir un sacerdote que auxilie espiritualmente a los enfermos y moribundos.

El Papa Benedicto XVI nos pide a los Obispos “promover en la propia diócesis una firme recuperación de la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía, y fomentar entre los fieles la confesión frecuente. Todos los sacerdotes deben dedicarse con generosidad, empeño y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación” (El Sacramento del Amor, No. 21). Durante este Año Sacerdotal el santo Padre el papa Benedicto XVI ha pedido a los fieles su oración, aprecio y comprensión para nosotros, los sacerdotes; también lo ha hecho y hace su Pastor diocesano.

Pienso que sería muy justo que nosotros los Presbíteros, seculares y religiosos, correspondiéramos al cariño de los fieles ofreciéndoles estos tres signos de gratitud: Los Templos abiertos, la Adoración ante el Santísimo Sacramento y el fácil acceso al Sacramento de la Reconciliación. Que la Virgen Santísima, a la que saludamos en las letanías lauretanas como “Puerta del cielo”, nos conceda ser en sentido pleno una Iglesia de puertas abiertas. Los saluda, felicita y bendice: + Mario de Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro. Fuente: ZENIT.org No es muy usual esta sensibilidad e interpretación del sentir de los fieles.

A lo mejor se trata de un ejemplo solamente de “las conclusiones” a que van llegando, expresa o tácitamente, en muchas partes, los sacerdotes, los decanatos. Y luego con extrañeza se plantean enjundiosos razonamientos sobre el alejamiento de los fieles y se hacen profundas investigaciones.

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