Dejó su vida y su esfuerzo en esta región

Un recuerdo agradecido

+ El padre Demetrio Mena Torres
fue llamado por Dios

Por Oscar Maldonado Villalpando

Una vida es un don inmenso, 89 años; una vida sacerdotal, 57 años, es algo extraordinario que debe motivar nuestra gratitud al Señor, quien por medios tan frágiles realiza la maravilla de la salvación en los distintos tiempos y lugares. Muchos fieles en esta diócesis rinden agradecido reconocimiento a la memoria de don Demetrio Mena Torres. De San Diego de Alejandría. Un hombre fuerte, un carácter firme. Así fue su estirpe.

Cuando vino el momento señalado de la Cristera, un hermano de su padre y un hermano de su madre, formaron parte de las filas de esa tropa de valientes: Refugio Mena y J. Jesús Torres, muy distinguidos soldados de Cristo Rey. El primero, fue capitán y murió por la causa en una acción singular junto al capitán J. Guadalupe Martínez, una figura muy prominente del movimiento.

El segundo, obtuvo el puesto de Cabo, brindó importantes servicios y logró sobrevivir, murió hace unos 3 años. La Cristera ejerció gran influjo en estas familias. Su familia vivía en El Vergel, en dirección sur, para Jalpa de Cánovas, Guanajuato. Sus papás Donaciano Mena y María Torres. Demetrio nació el día 22 de diciembre de 1921. San Diego se distinguió por el número de los levantados.

El padre Juan Pérez comenta, que un día entró la tropa federal por la calle de Jalisco, el muchachito Demetrio de 6 años, andaba en la calle viendo la novedad, Juan tenía tres años más y pensó que Demetrio peligraba, pues dos de sus tíos andaban con los cristeros, le dijo a Demetrio que “se metiera pa’ dentro” de la casa de su tío José Centeno, pues ahí se hospedaba porque no podían estar en el rancho del Vergel en ese tiempo de persecución.

Dos valientes capitanes cristeros Es justo recordar a los dos capitanes cristeros que hacían una magnífica mancuerna. Eran dos amigos, dos buenos amigos. Amigos inseparables y soldados muy valientes. J. Guadalupe Martínez y J. Refugio Mena, el tío. Guadalupe se distinguía por sus hazañas, por su valentía y, Refugio a su lado.

Guadalupe bien puede ser el prototipo ideal del cristero. El cristiano sencillo, ranchero, con sus limitantes, pero con increíbles capacidades y habilidades innatas. Magnífico jinete, gran tirador, temible ante los federales. Era el tipo de cristero, temerario y desafiaba todas las inclemencias. Podía cabalgar colgado del cuello del caballo, disparando al enemigo. Refugio era el compañero, el asistente, el amigo.

Un 10 de septiembre de 1928, se enfrascaron, los dos solos, en la tarea de llevarse los caballos de la tropa federal, posesionada del templo del Santuario de Guadalupe. De la posición federal a la presa, no hay más de cien metros, así que los federales les impidieron la huída y allí, muy cerca del santuario murieron peleando. La devoción popular ha colocado sendas placas conmemorativas.

El mismo sentido popular, que no se equivoca ha guardado el recuerdo en un magnífico corrido. Vocaciones Demetrio hizo sus primeros estudios en San Diego e ingresó al seminario hasta noviembre de 1941, empezó en Lagos, San Juan y pasó a Guadalajara en 1945.

Era de los de más edad. Terminó su carrera en el seminario mayor de Chapalita, donde le tocó estar tres años. Era un alumno que inspiraba confianza a los superiores, le tenían confianza. Se recuerda que el señor Salazar lo nombró mandadero, este oficio consistía en poder salir a la ciudad con más frecuencia, a él podían hacerle encargos.

Era un enlace con el mundo. Sacerdote al fin Llegó al fin el día soñado. Demetrio estaba a las puertas del sacerdocio. Sus anhelos se vieron cumplidos el 1 de noviembre de 1953. Fue ordenado por el Señor Arzobispo don José Garibi Rivera.

El día 4 de noviembre de ese año fue su solemne cantamisa en el templo de la muy querida Inmaculada Concepción de San Diego de Alejandría. Muy bien describe don Domingo Cerrillo, historiador de San Diego, el momento tan singular. “Para las once horas del miércoles cuatro, estaba todo preparado para la celebración del augusto sacrificio. Se dirigen los sacerdotes al altar en la forma que sigue: Subdiácono, el padre Alfonso Altamirano y diácono el padre Saturnino Covarrubias, padre asistente, señor cura don Marcos Rivera y a continuación el Neo-sacerdote, el que llegando al medio, entona el Veni Creator que continúa el Orfeón del padre Silvino Robles. (Coro de la Catedral de León) Y después de terminado, da principio la Santa Misa con el intróito de común de confesores:

“El Señor hizo con él un pacto de paz y le hizo príncipe, para que eternamente posea la dignidad sacerdotal”. Pasado el Evangelio ocupa la cátedra del Espíritu Santo, el señor cura don Luis Rojas para exaltar las grandezas del sacerdocio; sermón que duró unos 40 minutos Después de dar la comunión a sus padres y demás familiares termina la misa y para dar gracias entona el himno ambrosiano del TE DEUM, para agradecer a Nuestro Señor tanta dignación. Continúa con el besa-manos que ejecutan todos los presentes en medio de un profundo respeto.

Por último, se cierra este acontecimiento que tanto enaltece a la parroquia con un bien presentado banquete y muy concurrido, lleno de buen humor” (Memorias de mi Pueblo) Es de notar que estaban presentes otros sacerdotes acompañantes, entre ellos el padre “Tules” que anduvo también en la Cristera como el Padre Salvador Casas, Tules, Gertrudis López Moreno, originario de San Diego, Juan Pérez quien tenía 10 años de ordenado a esas fechas. Abundantes frutos Otra gran cualidad del nuevo sacerdote era su fortaleza.

Por eso mismo fue enviado como vicario a una de las parroquias más apartadas y de muy difícil acceso, sólo se llegaba por mula, también fue destinado a ese lugar su compañero Ramiro Regla. A poco tiempo, un año, fue designado párroco de Amatlán, uno de los primeros de su grupo en recibir este nombramiento. Ahí ejerció su ministerio hasta 1958 con entrega generosa.

Santa María del Valle, segundo destino Nuevamente don Domingo Cerrillo dice: “El 20 de mayo de 1958 fue nombrado párroco de Santa María de La Paz… La reciedumbre de su espíritu y la rica savia que supo chupar de un catolicismo añejo, lo forjaron ejemplar sacerdote de Cristo para ser paladín del Evangelio en estos tiempos empeñados en caracterizarse por el reblandecimiento de la voluntad. Las canteras de la Iglesia y los ladrillos rojos del hermoso Colegio parroquial, dan testimonio de su entrega total al apostolado” (Cruz de Piedra) Vigoroso emprendió importantes obras espirituales y materiales. Entre otras, puso el piso nuevo, remodeló el altar, instaló el reloj y, especialmente se dedicó al Colegio parroquial, el edificio y su funcionamiento.

Santa María, su gente, le guardan eterna gratitud. Un sacerdote enérgico, sus mismas aficiones, eran muy propias de la región, como la cacería y el tiro al blanco. Una figura popular y cercana a su gente. Así que este pueblo le vive agradecido, prueba de ello es que ha dedicado una de sus calles para que perpetúe la memoria del señor cura Demetrio Mena Torres. Tercero, Santiaguito de Velázquez En 1975 fue trasladado a esta nueva comunidad, donde siguió trabajando con singular entrega y celo sacerdotal. En un ambiente favorable, como su mismo origen, el campo, los ranchos. Duró diez años su labor en este pueblo. Junto a la Virgen de San Juan El día 31 de julio de 1985 fue recibido en la Basílica de Nuestra Señora de San Juan, para colaborar en la pastoral de la catedral y atender a los peregrinos de toda la República Mexicana y del extranjero.

Por su carácter y trato pronto hizo grandes amigos y buenos colaboradores. Ahí coincidió con otro sacerdote originario de San Diego, el señor Canónigo don Bruno Mendoza Cabrera. Pocos destinos, pero intensos, solamente cuatro. En ellos se resume su vida. Promotor cristero, promotor de La Peñita Siempre tuvo en su corazón admiración, devoción y respeto por La Cristera. En ese tiempo que estuvo en San Juan se empezó a comentar, principalmente entre el Padre Juan Pérez, los cristeros sobrevivientes, que aún eran varios por ese año de 1989, como don Modesto Guerrero García, el mismo don Constancio Pérez, J. Jesús Torres y algunos más, la idea de que se levantara el monumento a Cristo Rey en La Peñita.

En la base estaba una tradición de muchos años de celebrar misa en ese punto para el día 17 de septiembre, otro motivo poderoso fue el de los 50 años de la muerte de los capitanes Guadalupe Martínez y J. Refugio Mena. El 10 de septiembre de 1978. Sorprendía el padre Demetrio con su entusiasmo. La primera reunión oficial El día 24 de marzo de 1989. Se reunieron 43 personas, se abrió la propuesta por el padre Demetrio y el Canónigo Bruno Mendoza. Se formó un comité. El día 7 de septiembre de 1989 se bendijo y colocó la primera piedra, por el Excmo. Señor don Antonio Sahagún.

Eran vueltas y vueltas de San Juan a la obra de La Peñita. Se mandó hacer la estatua de bronce. Para 1990 el monumento ya estaba tomando forma. Así se iba configurando este sueño que salvaguarda una incomparable epopeya de este pueblo. Mientras, el padre Demetrio siguió prestando sus servicios a los fieles en la Catedral de San Juan, donde cuenta con innumerables amigos y cristianos agradecidos. Siguió en el ministerio más allá de lo que la Iglesia considera, cumplió los 84 años.

El 1 de septiembre de 2005, fue a vivir con sus familiares en León, Guanajuato, fraccionamiento Loma Bonita. Ayudaba cuando su salud lo permitía en la parroquia del Niño Obrero, con frecuencia gustaba de ir a las celebraciones en San Diego de Alejandría, a la Peñita, especialmente. Se fue desmejorando su salud. Y el 19 de abril de 2010, a las 10.00 de la noche falleció. Velado en el templo del Niño Obrero.

La misa exequial fue el miércoles 21 de abril, a las 12 horas. Presidió el señor Vicario General Pedro Vázquez, estuvieron presentes sacerdotes de San Diego como los señores curas Javier Rojas Mena, Vicente Rojas Aranda, y el vicario de esta misma parroquia don J. Jesús Robelo.

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